Anya siempre había llevado una vida tranquila hasta que conoció a Alicia, la nueva estudiante del instituto de la manada. Lo que comenzó como una bienvenida amigable pronto se convirtió en un infierno cuando Alicia, con su talento para la manipulación, consiguió volver a todos los amigos de Anya en su contra. Incluso los atractivos trillizos Ethan, Damien y Gael caen en las mentiras de Alicia y se burlan de Anya públicamente. Después de un ataque verbal por parte de un grupo de chicas influenciadas por los rumores, Anya decide contarles a sus padres lo que está pasando y se muda con su tía en otra ciudad.
En su nuevo hogar, Anya conoce a Emma y Max, sus primeros amigos verdaderos en mucho tiempo, quienes la ayudan a recuperar su confianza. Dos años después, se ve obligada a regresar a su antigua ciudad y descubre que está destinada a estar con los trillizos por un vínculo de la luna en la comunidad de licántropos. A pesar del destino dictado, Anya todavía siente dolor y traición.
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Capitulo XVII
Podía ver el atardecer desde el patio trasero mientras daba un paseo en un intento por calmar mi inquietud.
Finalmente, mañana comenzaría las clases del segundo semestre en el instituto de la manada, el lugar que hizo de mis últimos recuerdos de este lugar una pesadilla, una que me atormentó por varios meses en aquel entonces.
También volvería a ver a mis antiguos compañeros, ellos que me lastimaron con su indiferencia ante el acoso que recibía a diario, también a aquellos que decían ser mis amigos, pero que a la mínima oportunidad me dieron la espalda... realmente no era un lugar al que quisiese volver.
Pero esto es lo que soy ahora
Pensé, respirando el aire fresco y sintiendo el intenso aroma del bosque que me rodeaba.
La tranquilidad del momento se rompió cuando escuché un ruido sutil, algo que normalmente habría ignorado, pero que en esta ocasión me hizo detenerme. Un guardia apareció, caminando rápido hacia mí.
- Anya — me llamó, su expresión entre confusa y seria —. Hay un grupo en la frontera, dicen que son amigos tuyos, pero no tienen autorización para entrar.
Mi corazón dio un vuelco.
¿Amigos? No puede ser…
- ¿Cómo se llaman? — pregunté, aunque en el fondo ya lo presentía. El guardia me miró, dudando.
- Son cinco adolescentes, se identificaron como Max, Emma, Sophia, Lucas… y Alexander.
¿Alex?
No podía creerlo. Mi respiración se aceleró por la emoción, y antes de que el guardia pudiera decir algo más, ya me había echado a correr hacia la frontera.
(...)
Llegué sin aliento, pero no podía borrar la sonrisa de mi cara cuando los vi. Allí estaban, justo del otro lado de la barrera que separaba el territorio de la manada del mundo exterior. Todos estaban igual que la última vez que los había visto. Max con esa sonrisa traviesa que nunca cambiaba, Emma con su cabello suelto y desordenado como siempre, Sophie sosteniendo su bolso de diseñador con esa elegancia que le caracterizaba, Lucas de brazos cruzados con su eterna mirada seria, y... Alex. Justo en el centro, sonriendo como siempre lo hacía cuando me veía. Mi corazón se aceleró al verlo, y sin pensarlo, corrí hacia él.
- ¡Anya! — gritó Max, agitando la mano como si no hubiera guardias a su alrededor.
- ¡Chicos! —dije, riendo mientras me acercaba a ellos. Sin dudarlo, abracé a Alex primero. No había cambiado ni un poco. Su calidez, su sonrisa, todo seguía igual. Y de alguna manera, eso me hacía sentir que todo estaba bien.
- No lo puedo creer — susurré —. ¿Qué están haciendo aquí?
- Sorpresa — dijo Alex, sonriendo. Ese brillo en sus ojos era el mismo que siempre me había hecho sentirme segura a su lado.
Emma se adelantó, sacudiendo su cabello con ese aire despreocupado que siempre la acompañaba.
- ¿Qué, acaso no podemos visitar a nuestra amiga? nos tomamos un avión apenas terminaron las vacaciones y vinimos a verte. No podíamos dejarte sola, ¿verdad?
- Pero… no pueden estar aquí sin permiso — dije, recordando de repente dónde estábamos y las reglas estrictas de la manada —. No deberían haber llegado hasta aquí.
Max se encogió de hombros con una sonrisa inocente.
- Bueno, alguien tuvo la genial idea de decir que éramos amigos de la familia.
Suspiré, dándome cuenta de que tendría que hacer algo rápido antes de que los guardias se pusieran más serios. Sabía que no iban a dejarlos pasar sin la autorización del Alfa, pero me arriesgué y me acerqué al guardia a cargo, es un conocido de mi familia.
- Por favor, Haris — le dije suavemente —. Son amigos míos. No tienen idea de las reglas de aquí, pero no representan ningún peligro. Te lo prometo. ¿Podrías hacerme este favor?
Haris me miró por un segundo, claramente considerando si debería acceder o no.
- Esto va contra las reglas, Anya — dijo, aunque su tono ya indicaba que estaba cediendo —. Pero lo haré solo por esta vez. Avisa a tu padre de inmediato.
Asentí, agradecida, y giré para llevar a mis amigos dentro del territorio de la manada.
(...)
Cuando entramos a la casa, noté que mi padre estaba en la cocina, ocupado preparando algo.
La calidez del hogar contrastaba con la tensión que aún sentía por la llegada inesperada de mis amigos. Me acerqué con una sonrisa, pero noté la preocupación en el rostro de papá.
- Papá — dije, tratando de sonar despreocupada —. Mis amigos han venido a visitarme.
El rostro de mi padre se tornó serio mientras me miraba.
- ¿Sabes que no deberían estar aquí sin la autorización del Alfa? — preguntó, dejando de lado la cuchara que sostenía —. Esto es arriesgado, Anya.
- Lo sé — respondí, sintiendo que mi corazón se encogía un poco —. Pero son mis amigos, y no representan ningún peligro. Ya hablé con Haris, y aceptó dejarlos pasar como un favor.
- ¿Y qué planean hacer aquí? — me preguntó, cruzando los brazos sobre el pecho.
Esto se va a poner feo...
- Amm bueno... ellos, en realidad... quieren estudiar conmigo en el instituto — dije, tratando de transmitir confianza, aunque casi falle en el intento —. De hecho, están planeando hacer el papeleo necesario para transferirse.
Su mirada se suavizó un poco, pero aún podía ver la preocupación en sus ojos.
- Anya, esta no es una broma. Este es un lugar diferente. Las reglas son estrictas. No puedes dejar que vengan sin un plan.
- Lo entiendo, papá, pero… quiero que me den una oportunidad. Estoy segura de que se adaptarán. No es como si fueran una amenaza — dije, sintiendo la frustración crecer dentro de mí.
- Está bien — suspiró, finalmente cediendo —. Pero necesitarás hablar con el Alfa Dereck sobre esto. No quiero que terminen en problemas por tu imprudencia.
Asentí, aliviada de que al menos me entendiera. Tenía que hablar con Alfa y asegurarme de que mis amigos fueran aceptados, pero también sentía una mezcla de emoción y ansiedad al pensar en cómo reaccionaría.
(...)
Después de la conversación con su padre, Anya llevó a sus amigos a la sala, donde todos se sentaron y comenzaron a charlar animadamente. El ambiente se volvió más relajado, y las risas llenaron el aire. Pero en el fondo, ella sabía que la verdadera prueba aún estaba por llegar.
Más tarde, Anya pidió una audiencia con el alfa, sabiendo que tendría que rogar para que aceptaran a sus amigos en la escuela. Cuando llegó a la oficina del alfa, sus manos sudaban de los nervios. Sabía que esta decisión no dependía solo de ella, sino del líder de la manada. Entró, y para su sorpresa, los trillizos ya estaban allí, probablemente discutiendo algún tema importante con el alfa, pero sus miradas se desviaron hacia la pareja recién llegada, tomados de la mano.
Ellos, acostumbrados a la cercanía de Anya, pero nunca habiéndola visto con otro chico, fruncieron el ceño casi al unísono. Un extraño sentimiento de molestia se instaló en ellos, algo que no comprendían del todo.
- ¿Quién es él? —preguntó Gael, sin dejar de mirarlos de reojo. La voz cargada de una especie de incomodidad que ninguno de ellos supo interpretar correctamente.
El Alfa los miró detenidamente, su presencia era imponente.
Antes de comenzar la audiencia la secretaria del Alfa Dereck le pidió al joven que la acompañaba que esperase afuera, después de eso el hombre por fin habló.
- ¿Qué es lo que quieres, Anya? — preguntó con voz profunda.
- Alfa, mis amigos quieren quedarse y estudiar en el instituto. Sé que es una petición poco usual, pero asumiré toda la responsabilidad por ellos — dijo, sintiendo su corazón acelerarse.
El Alfa la miró detenidamente, el silencio era inquietante.
Los trillizos, que no apartaban la vista de la chica, parecían incómodos. El Alfa Dereck cruzó los brazos.
- ¿Estás dispuesta a aceptar las consecuencias si algo sale mal? — preguntó, con una mirada que parecía penetrar en su alma.
- Sí — respondí con firmeza.
El Alfa hizo una pausa, observándola detenidamente, antes de asentir lentamente.
- Bien. Pero recuerda, Anya, tu responsabilidad no termina aquí. Tienes mucho más en juego.
Finalmente asintió, aliviada, pero consciente de que esto era solo el comienzo.
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^^^Continuará...^^^