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"Yo Solo Deseaba Ser Amada"

"Yo Solo Deseaba Ser Amada"

Status: En proceso
Genre:Reencarnación
Popularitas:2.5k
Nilai: 5
nombre de autor: LUZ PRISCILA

Toda mi vida deseé algo tan simple que parecía imposible: Ser amada.
Nací en mundo de edificios grises, calles frías y rostros indiferentes.
Cuando apenas era un bebé fui abandonada.
Creí que el orfanato sería refugio, pero el hombre que lo dirigía no era más que un maltratador escondido detrás de una sonrisa falsa. Allí aprendí que incluso los adultos que prometen cuidado pueden ser mostruos.

Un día, una mujer y su esposo llegaron con promesas de familia y hogar me adoptaron. Pero la cruel verdad se reveló: la mujer era mi madre biológica, la misma que me había abandonado recién nacida.

Ellos ya tenian hijos, para todos ellos yo era un estorbo.
Me maltrataban, me humillaban en casa y en la escuela. sus palabras eran cuchillas. sus risas, cadenas.
Mi madre me miraba como si fuera un error, y, yo, al igual que ella en su tiempo, fui excluida como un insecto repugnante. ellos gozaban de buena economía, yo sobrevivía, crecí sin abrazos, sin calor, sin nombre propio.

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Capitulo 17:"Entre cadenas rotas y sombras de poder"

La mansión ducal dormía bajo el resplandor de la luna cuando la niña entró en la habitación donde el híbrido estaba alojado. No era un cuarto lujoso, sino una estancia modesta, con una cama limpia y una jarra de agua en la mesa de noche.

El pequeño híbrido se acurrucaba en las sábanas, con la cola enroscada alrededor de sí mismo como si fuera un escudo. Sus orejas puntiagudas temblaron al escuchar la puerta abrirse.

—No vine a hacerte daño —dijo ella suavemente, avanzando con pasos lentos.

El niño la miró con ojos desconfiados, llenos de cicatrices invisibles.

—Todos… dicen lo mismo… antes de golpear.

Ella sintió un dolor punzante en el pecho. Cuántas veces había escuchado esas mismas promesas falsas en su vida pasada… Se acercó hasta quedar a su lado y, sin pedir permiso, se sentó en la orilla de la cama.

—No soy como ellos —murmuró.

El híbrido apretó los labios, pero no retrocedió. Ella extendió la mano, y tras un momento de silencio, el niño la tomó con timidez. Su tacto era áspero, marcado por las cadenas, pero en ese gesto había una súplica muda de confianza.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella.

—Lior… —respondió con un hilo de voz.

—Lior… —repitió ella, como si al pronunciarlo le diera peso, existencia, dignidad. Sonrió apenas—. Ahora eres libre.

Los ojos del pequeño se llenaron de lágrimas, y por primera vez desde que lo vio, bajó la guardia.

Mientras tanto, en la oficina del duque, las cosas no eran tan tranquilas. Sobre el escritorio se apilaban cartas selladas con insignias nobles. Cada una contenía amenazas veladas y advertencias disfrazadas de cortesía:

—“Una duquesa que se rebaja a tratar con híbridos es una deshonra para su casa.”

—“Si la niña insiste en tales actos, no dudaremos en considerarlo un insulto político.”

—“La reputación de la familia ya está manchada, su excelencia.”

El duque, de pie junto a la chimenea, sostenía una copa de vino sin probarla. Sus ojos eran como acero al leer una y otra vez las acusaciones.

—Idiotas —murmuró.

Sabía perfectamente lo que significaba: los rivales buscaban cualquier excusa para atacar a su familia, y la inocencia de su hija había sido el pretexto perfecto.

La niña, ignorante de esas cartas pero con la intuición de alguien que ya había vivido una vida de desprecios, acarició el cabello enmarañado de Lior.

"Si yo fui señalada como villana en otra vida… no dejaré que él pase por lo mismo."

Pero en algún rincón oscuro de la capital, las voces de los enemigos se entretejían como serpientes, preparando veneno para el futuro.

Y Edmund, desde la distancia, observaba todo con atención.

"Cierra tu corazón todo lo que quieras… pero tarde o temprano, alguien logrará atravesar tus muros."

*

*

*

*

*

La noche parecía tranquila en la mansión ducal, pero las sombras en los pasillos estaban más inquietas que nunca. Los criados cuchicheaban a espaldas de la niña, y aunque callaban al verla, susurros como agujas llegaban a sus oídos.

—¿De verdad protegió a un híbrido?

—Dicen que enfrentó sola a un traficante…

—¿Qué pasará si los otros nobles se enteran?

Ella caminaba con la cabeza erguida, fingiendo indiferencia, pero dentro de sí las palabras calaban como espinas. ¿Otra vez villana? ¿Otra vez señalada solo por existir?

En la ciudad, lejos de la calidez de la mansión, una taberna de mala muerte albergaba a varios hombres envueltos en capas negras. Uno de ellos, un noble de mediana edad con insignia apenas visible, golpeó la mesa con furia.

—¡Una niña! ¡Una mocosa arruinando años de negocio! —gruñó, derramando vino.

—No es solo eso —replicó otro, más calculador—. Si la duquesita empieza a simpatizar con híbridos, pronto su familia también se manchará con esa peste. Y si los duques caen en desgracia, será nuestra oportunidad.

El grupo asintió. Lo que había comenzado como un simple incidente en un festival ahora ardía como chispa en un barril de pólvora.

En la oficina ducal, el padre de la niña escuchaba a uno de sus asesores.

—Excelencia, algunos clanes ya sugieren boicotear nuestras alianzas comerciales. Otros… insinúan que su hija debe ser apartada de la vida pública.

Los dedos del duque golpearon el escritorio con ritmo seco, como martillos.

—Que lo intenten. —Su voz fue baja, peligrosa—. Nadie toca a mi hija.

El asesor dudó.

—Pero… ¿y si la convierten en el blanco?

Los ojos acerados del duque se alzaron, brillando bajo la luz de la lámpara.

—Entonces quien ose señalarla como villana descubrirá lo que significa desafiar a un verdadero duque.

Ella, ajena a esas conversaciones de poder, se encontraba otra vez junto a Lior. El pequeño híbrido dormía, su respiración aún temblorosa, aferrado a las sábanas como si temiera perder la seguridad recién encontrada.

La niña lo miró largo rato, y un pensamiento se clavó en su pecho:

"Yo no pude salvarme en mi vida pasada… pero a él sí puedo salvarlo."

Sin embargo, también sabía que cada decisión tenía un precio. Y en algún rincón de su alma madura, la certeza crecía como un presagio:

"La verdadera batalla no será contra traficantes… sino contra aquellos que intentarán convertirme, una vez más, en la villana de esta historia."

En el silencio de esa misma noche, Edmund escribía en un cuaderno de cuero, observando desde la ventana de su residencia.

—“Ella… sigue sorprendiéndome. Si el mundo la llama villana, entonces yo seré testigo de cómo se convierte en algo mucho más grande.”

Cerró el libro, con una sonrisa casi imperceptible, como quien espera una tormenta con ansias.

1
Omis Mendoza
vieja maldita sinvergüenza
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