Dalia comenza a trabajar como ama de llaves para un pariente /no pariente lejano de su padre, quien era un pintor famoso de pintura erótica; para ayudarse en sus gastos personales mientras termina la universidad. Pero termina en las manos seductoras y perversas de este pintor, confundiendo sus prioridades en la vida.
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Capítulo 17
En el camino, Dalia se topó con Silvain, quien ya había notado su malestar desde hacía días; y por primera vez, lo vio menos frívolo, con un semblante más serio. Pero Dalia no tenía tiempo para hablar sobre sus problemas y tampoco quería; así que lo evadió, pero él le tomó del brazo, arrastrándola hacia una esquina del vestíbulo.
-Señor Silvain, no puedo llegar tarde – intentó zafarse, pero él la abrazó por la cintura, dejándola estupefacta – Pero ¡qué hace!
-Ya no te muevas o te beso.
Dalia se asustó ante la amenaza de ese hombre porque su semblante era amenazador, y ya no quería más problemas en su vida. Ya tenía suficiente intentado olvidar a Kei, no quería un escándalo con el heredero de las empresas JK, así que dejó de forcejear pero no bajó la guardia, si él intentaba algo deshonesto, no dudaría en asestarle una cachetada, que perdiera sus créditos de la universidad, era más importante su dignidad que una calificación.
-¿Qué es lo que quiere señor James? – apretó los dientes al notar que él no la soltaba – Puede soltarme…
-¿No huirás?
-Lo prometo.
Cuando la soltó, dejó escapar un suspiro aliviada, y dio dos pasos lejos de ese hombre, que si bien era muy atractivo, no lograba despertarle nada más que vigilancia.
-¿Por qué estás a la defensiva? – se burló Silvain con su famosa sonrisa cínica – No creo que Kei le importe mucho.
En cuánto escuchó el nombre de Kei, el semblante de Dalia cambió, sintiendo ganas de llorar, con todas las fuerzas que reunió, logró mantenerse firme, sonrió con derrota.
-Si no hay nada importante, me retiro señor.
Se dio la vuelta, pero de nuevo Silvain le volvió a tomar del brazo, enfureciéndola, recordándole su dolor a punto de desatarse, así que, con brusquedad se zafó de él.
-Señor James – habló con cansancio – Si solo va a hablar de mi vida privada, es mejor que no me vuelva a llamar. No tengo ni quiero discutir mi privacidad con usted. Con permiso.
Silvain se quedó petrificado en cuanto vio el semblante frio y angustiado de Dalia, sintiendo una ligera punzada en su pecho. Ella siempre se veía seria, y aunque no parecía agradarle su presencia, siempre fue paciente y educada, hasta ahora, que parecía un erizo en cuanto mencionó a Kei.
Ya sabía que la relación con Kei no duraría, aunque había estado sorprendido de ver que Dalia había sido la única que había durado más de dos semanas, sin embargo, parecía que todo había llegado a su fin. No sabía si debía sentirse feliz por lo evidente o preocupado por el semblante serio de Dalia ante la inminente separación. En todo caso, ahora tenía algo con que molestar a Kei, y era consolar a la pobre de Dalia.
Desgraciadamente, ella parecía evitarlo como si fuese la plaga, incluso los saludos corteses se habían desvanecido con solo una inclinación de cabeza a modo de saludo, además de que ella se escapaba cada vez que se acercaba a su escritorio o a ella para cualquier cosa, incluido profesional. Se sintió ofendido y un tanto culpable de que vieran a través de sus intenciones, pero no desistió. Intentó por todos los medios quedar a solas con Dalia con cualquier excusa, pero solo terminó por el tiro por la culata, ya que siempre terminaba a solas con Rose Milton.
-Aquí están los documentos solicitados, señor James – la pelirroja depositó las carpetas en el escritorio, pero sin quitar la mano ni marcharse.
-¿Qué más se le ofrece?
-Disculpe mi indiscreción – la mujer parecía contrariada por lo que quería decir y Silvain perdía la paciencia.
-¿Qué? Habla, mi tiempo es oro.
-Solo, he visto que merodea a Dalia Morgan.
-Eso no le incumbe – Silvain empezaba a encresparse por la evidente intromisión de esa mujer.
-No, sino lo hago por ello. Es que Dalia es una buena chica y muy diligente en su trabajo, una de las mejores que me ha tocado capacitar y no quisiera que se marchara por su constante… atención…
Silvain sintió que la sangre se le subía a la cabeza porque no le gustaba que le dijeran qué debía o no hacer, y menos que saliera de la boca de ésta mujer que sin duda es menos seria de lo que trataba de aparentar con sus palabras.
Se levantó inmediatamente, sorprendiendo a la mujer pero no parecía asustada solo confundida, Silvain no se demoró en rodear el escritorio y quedar frente a la mujer.
-Esto es algo privado mío, no necesito consejos que no he pedido.
-No es un consejo, solo una sugerencia pero bueno – suspiró y se encogió de hombros – Allá usted.
Rose se giró. Le gustaba a ese hombre, pero no le agradaba que atosigara a su compañera porque parecía triste y vulnerable, temía que colapsara por cualquier cosa y el señor Silvain estaba de encimoso a pesar del evidente malestar de la chica. Si era solo para pasar el rato, Rose estaba más que dispuesta de pasar una noche salvaje con el rubio, si eso significaba que dejaba de molestar a la chica. Pero no era el momento de insinuar nada, hasta que él mismo Silvain cortó su paso y la miró con cierta burla.
-Tal vez está celosa de mi atención sobre Dalia Morgan, he visto cómo me mira, no disimula nada su interés sobre mí.
Rose soltó una risilla, y no se dejaría manipular por su evidente provocación, así que, siguiéndole el juego, se acercó a él y rodeo su cuello, para su sorpresa, él mismo Silvain abrazó su cintura.
-Tiene razón que tengo cierto interés en usted – acercó su rostro al de él, quedando a centímetros de sus labios – Pero se equivoca si cree que me pone celosa su atención a Dalia – rozó los labios de él, sin dejar de mirar esos ojos azules que se oscurecieron por un instante, por lo que sonrió algo victoriosa y se alejó – Solo me preocupa la estabilidad de esa chica, aunque – pasó un dedo sobre la manzana de adán de Silvain, viéndolo tragar, empezando a sentir su cuerpo estremecerse por la cercanía de ambos – No rechazaría ninguna propuesta suya de meterse en mi cama.
-¡Ja! – Silvain se burló de su atrevimiento y aun así no la soltaba, cosa que no había notado el mismo Silvain – Si acaso sería al revés y no dejaría que se metiera a la mía – acercó su boca al oído de ella – No me gusta el olor a zorra en mi cama.
Con estas palabras ofensivas al fin soltó a la mujer y se dirigió de nuevo a su silla, esperando ver indignación, frustración o tristeza, pero solo notó una sonrisa radiante, sin el más mínimo signo de ofensa.
-De todas maneras – se dirigió a la puerta y le mandó un beso volado antes de salir de la oficina – Cuando guste.
Silvain solo bufó, aunque no pudo evitar acomodar su entrepierna porque se había hinchado ante el aroma hechizante de esa mujer y el contacto con su cuerpo. Se recriminó de que sintiera siquiera la más mínima atracción a una evidente trepadora, que de la honesta Dalia.
En la puerta de la oficina de Silvain, todavía permanecía Rose apoyada en la puerta un poco distraída cuando vio a Dalia pasar por el pasillo.
-Rose – miró la puerta detrás de ella – ¿Te dijo algo?
-No, no – sonrió como siempre – Está un poco descolocado, nada del otro mundo.
-Pero solo es así contigo – Dalia se enojaba de solo recordar la evidente hostilidad contra Rose – Con todas la mujeres es coqueto y es un caballero, solo contigo es pedante y grosero.
-No me importa – se encogió de hombros – Siempre hay gente así. Además, tal vez le gusto y es su forma de llamar mi atención – se llevó la mano al pecho, fingiendo dramatismo y Dalia sonrió – Pobre de mí, soy el objetivo de un hombre descarado.
-Estás frente a su oficina, qué si te escucha.
-Da igual, pero dime, a dónde vas.
Rose agarró el brazo de Dalia y la acompañó hasta el baño.
-Solo estoy un poco cansada y quería refrescarme.
-Lo he notado, pero qué pasa. ¿puedes contarme o es demasiado íntimo?
-No, no es eso…
Dalia rompió a llorar.
Ella no tenía amigos, toda la vida se enfocó en el cuidado de sus hermanos por la siempre ausente de su madre, y luego de su muerte aún más; así que nunca salió, nunca se enamoró, nunca se divirtió como cualquier adolescente, ni tuvo amigos íntimos, siempre lidiaba con las cosas sola, pero ahora estaba perdida y necesitaba consejo de alguien porque no quería contarle a su padre de su evidente fracaso y Rose parecía una buena opción como amiga.