Ecos Del Pasado

El día avanzaba, y la mansión, aunque bañada por la luz del sol, parecía más oscura que nunca para Emilia. La calma de la mañana apenas lograba contener la tensión que crecía en su interior. Sabía que cada paso que daba, cada palabra que intercambiaba, podía estar siendo observada, juzgada por ojos que no veía. Lorenzo, con su astucia y ambición, se había convertido en una amenaza real, una sombra que se cernía sobre todo lo que ella y Dante estaban intentando construir.

Después de pasar la mañana revisando documentos con Dante en la biblioteca, Emilia decidió que necesitaba un respiro. La opresión de los muros de la mansión, con sus secretos y traiciones latentes, la estaba asfixiando. Salió al jardín trasero, buscando consuelo entre las flores y el aire fresco.

El invernadero, un lugar que siempre había asociado con la paz y el cuidado de Isabella, parecía ser el refugio ideal. Sin embargo, al acercarse, escuchó voces que venían desde el interior, voces que no esperaba encontrar allí. Se detuvo en seco, su corazón saltando en su pecho, y se escondió detrás de un seto cercano para escuchar.

“...no podemos esperar más, Lorenzo. Dante está ganando terreno, y si no hacemos algo pronto, toda la herencia de los Moretti caerá en sus manos. Él no tiene derecho a todo lo que mi padre construyó.”

La voz de Isabella era inconfundible, pero lo que decía la hizo sentir como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Lorenzo respondió, su tono bajo y frío como un cuchillo.

“Isabella, lo sé. He estado planeando esto durante meses. Pero debes recordar que la paciencia es clave. Dante no es un tonto, y Emilia... ella es una distracción que no preví. Pero puedo manejarla.”

Emilia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar su nombre. Su mente giraba en círculos, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Isabella, la misma mujer que le había advertido sobre Lorenzo, estaba conspirando con él?

Las palabras de Dante resonaron en su mente. "No dejaré que nadie te haga daño." Pero ahora, Emilia sabía que la traición estaba más cerca de lo que cualquiera de ellos había imaginado.

Isabella continuó hablando, su voz cargada de una ira contenida. "Dante siempre ha sido el preferido de mi padre, pero no voy a dejar que me despoje de lo que también es mío por derecho. Si es necesario, lo destruiré a él y a la pequeña extranjera que ha traído a nuestra casa."

Emilia sintió que su respiración se aceleraba. La amabilidad de Isabella, su afecto, todo había sido una fachada, un teatro bien ensayado para enmascarar su verdadera naturaleza. El peligro que temían de Lorenzo se extendía mucho más allá de él. La verdadera amenaza estaba en el corazón mismo de la familia Moretti.

Lorenzo habló de nuevo, y esta vez su tono era más frío y calculador. "Tienes razón. Dante es un obstáculo que debemos eliminar, pero no podemos actuar precipitadamente. Necesitamos asegurarnos de que todo parezca un accidente, algo que nadie pueda rastrear hasta nosotros."

Isabella asintió, sus palabras llenas de un veneno que Emilia nunca había sospechado. "Lo sé. Y sé exactamente cómo hacerlo. Dante confía en mí más de lo que debería. Eso será su perdición."

Emilia sintió que un sudor frío cubría su frente. Tenía que salir de allí, tenía que advertir a Dante. Pero sus piernas se sentían pesadas, como si estuvieran atadas al suelo. El miedo la paralizaba, pero sabía que no podía permitirse ceder a él.

Con un esfuerzo titánico, retrocedió en silencio, asegurándose de no hacer ningún ruido que pudiera delatar su presencia. Tan pronto como estuvo segura de que estaba fuera del alcance de la vista y el oído, se dio la vuelta y corrió hacia la mansión, su mente en un torbellino de terror y desesperación.

Encontró a Dante en la biblioteca, inclinado sobre unos papeles. Al verla entrar, levantó la vista, notando al instante su estado.

"Emilia, ¿qué ha pasado?" preguntó, levantándose rápidamente y acercándose a ella.

Emilia, sin aliento, trató de encontrar las palabras. "Dante... Isabella... Lorenzo... están conspirando contra ti. Los escuché en el invernadero. Están planeando deshacerse de ti, de nosotros."

Dante la miró fijamente, su rostro endureciéndose mientras las palabras de Emilia se filtraban en su mente. "¿Estás segura de lo que escuchaste?" preguntó, aunque su tono indicaba que ya conocía la respuesta.

Emilia asintió frenéticamente. "Sí, absolutamente. Isabella habló de destruirte, de hacer que parezca un accidente. No podemos confiar en ella, Dante."

Por un momento, el silencio cayó entre ellos, tan pesado como la revelación misma. Dante se apartó de Emilia, caminando de un lado a otro de la habitación, su mente trabajando frenéticamente. "Siempre supe que Lorenzo podría ser peligroso, pero Isabella... no lo vi venir."

Emilia se acercó a él, su voz temblando. "¿Qué vamos a hacer? No podemos enfrentarlos directamente, no cuando están tan preparados para cualquier cosa que intentemos."

Dante se detuvo, girándose para mirarla con una intensidad que la sorprendió. "No. Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados. Necesitamos un plan, algo que les haga creer que tienen el control mientras nosotros ganamos tiempo para exponerlos."

"¿Cómo?" preguntó Emilia, buscando desesperadamente una solución.

Dante la tomó de las manos, su agarre firme. "Confía en mí, Emilia. No dejaré que te hagan daño. Pero para eso, debemos jugar su juego. Necesitamos que Lorenzo e Isabella piensen que están ganando, mientras nosotros nos preparamos para dar el golpe final."

Emilia quería creer en las palabras de Dante, quería confiar en que juntos podrían salir de esta situación. Pero la sombra de la traición que acababa de descubrir se cernía sobre ella, recordándole que nada en la mansión Moretti era lo que parecía.

"Estoy contigo," dijo finalmente, su voz baja pero decidida. "Haremos lo que sea necesario."

Dante asintió, y por un momento, compartieron un entendimiento silencioso. Sabían que la batalla por venir no sería fácil, pero también sabían que no podían permitirse fallar.

La tarde avanzó lentamente, y la tensión en la mansión creció con cada minuto que pasaba. Emilia y Dante sabían que estaban entrando en un juego peligroso, uno en el que cualquier error podría ser fatal. Pero mientras se preparaban para lo que venía, una cosa estaba clara: no lucharían solos. Se tenían el uno al otro, y eso les daba la fuerza que necesitaban para enfrentar las sombras que se cernían sobre ellos.