Como Un Conejo Asustado

John

Estaba nervioso. Jeison había dicho esta mañana que todo estaría bien, pero nunca había experimentado una consulta de psicología y no sabía qué esperar. Llevaba media hora en la sala de estar esperando a la doctora.

El mundo exterior ya no me importaba. Estaba bien con Jeison, podía comer recetas maravillosas y cocinar lo que sea. No vivía con el miedo constante de ser perseguido por mis feromonas o mi celo; Jeison ni siquiera lo notó cuando estuve en mi temporada. Solo quería concentrarme en Jeison y arreglar el jardín.

Escuché la puerta al abrirse. Stiv entró primero, seguido por una mujer con cabello corto y rojizo. Sus ojos eran verdes, y sus cejas eran del mismo color de su cabello. Era natural. Era hermosa, si estuviéramos en mi mundo, definitivamente sería una omega.

–John, esta es la doctora Emily Parker– anunció Stiv. Me levanté del mueble y me acerqué a ella.

–Mi nombre es John… – dije, ofrecí mi mano y ella la aceptó.

–Es un gusto conocerlo– su sonrisa era genuina.

–Les traeré algo para beber– interrumpió Stiv, después salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él. Yo asentí, las palabras no salieron de mi boca.

–¿Estás nervioso? – preguntó la doctora.

–Ah.. bueno… yo…–

–Está bien que lo estés, es normal. No tengas miedo de responder, puedes ser completamente honesto conmigo, John– La doctora Emily me tomó del brazo y nos acercamos a los muebles de la sala. —estoy aquí para escucharte y juntos poder mejorar tu situación– Ella prosiguió a sentarse en el asiento individual.

–Sí, muchas gracias– expresé.

— Mi nombre es Emily Parker y, aunque el Dr. Jeison y yo nos conocemos, no significa que él pueda intervenir en tu proceso. Este espacio es completamente confidencial. A excepción de si tengo tu permiso o si tu vida o la de otros corren peligro– Asentí y me senté. – ¿Te parece bien si empezamos hablando del motivo de esta consulta? Jeison no me quiso comunicar nada al respecto, creo que él tampoco lo sabe, ¿verdad? –

–Eh, bueno, no lo sabe… eso creo– dije. Escondí mis manos entre mis piernas.

–¿Quisieras contarme algo sobre tus heridas? – Preguntó.

–Yo… Sí. Solamente perdí el rumbo e intenté… acabar con todo–miré mis muñecas aún vendadas. Mi corazón se estremeció.

–¿Qué sentiste, por qué llegaste hacerlo, John? –

–... Odiaba al mundo. Estaba triste y solo. Me abrumé por los recuerdos y solo quería olvidarme de todo.– confesé. Era extraño hablar sobre ello.

–Gracias por compartir eso conmigo, John. ¿Es la primera vez que lo intentas? – preguntó.

–No, esta era la tercera vez. Pensé que esta vez realmente podría morir y, de cierta forma, funcionó. Todo esto es diferente, es distinto– expresé, mis recuerdos aún vivían en mi mente y mis sueños, pero cuando despertaba, tenía una cómoda cama.

–Entiendo, John. Todo esto debe haber sido muy duro para ti. Tengo muchas preguntas, pero preferiría si me contaras lo que tú quieras– propuso.

–Oh, bueno… yo no sabría qué decir– solo esperaba las indicaciones de la doctora.

–Entiendo. Entonces cuéntame sobre tu día a día antes de tu intento de suicidio– dijo la doctora.

–Mmm, sí. Trabajaba en un hotel haciendo la limpieza. Allí me hospedaba, era una habitación en el sótano. Era barato y podía pagarlo. Era un buen lugar, comparado a los anteriores. Un día solo decidí morir y empecé a investigar. – aunque en este mundo el lugar que había despertado no era tan desolado. Me sentí culpable, no era bonito ver cómo a una persona se le escapaba la vida.

– ¿Qué hay de tu familia? – preguntó. El hecho de que era omega podría confundir a la doctora e incluso hacerla pensar que estaba alucinando, Jeison ya lo hacía. Necesitaba evadir las partes que se relacionaban con mi segundo sexo.

–Escapé de casa cuando tenía 16. Mi padre me persiguió por mucho tiempo, pero logré huir de él– Sentí náuseas al recordar. Agaché mi cabeza y cerré mis ojos, quería que mi estómago se tranquilizara.

–Debió ser muy complicado para alguien tan joven enfrentarse al mundo sin la orientación de alguien. – Mi pecho se contrajo. Había conseguido más seguridad estando solo que ni en la casa de… –Esto es un tema bastante complicado, ¿verdad? – Asentí temeroso. Saqué mis manos de entre mis piernas y empecé a jugar con ellas. Era tranquilizador estar en movimiento.

–Muy bien. Y ¿qué me dices de ahora? ¿Cómo es tu vida? – preguntó.

–Es todo distinto. Jeison me cuida, es amable y ya… no tengo miedo– me interrumpí. –Ahora solo son pesadillas– confesé.

–Me alegro de que te sientas animado. También de que hayas encontrado tu lugar seguro. – La doctora sonrió y sus ojos verdes brillaron. Me recordó a Jeison, pero sus ojos eran menos redondos y más salvajes. –El Dr. Jeison me comentó que tenías varias cicatrices en el cuerpo, ¿eso es cierto? – preguntó.

–Sí… – Era doloroso hablar de ello. Sentí un nudo en mi garganta y con toda mi voluntad logré pronunciar lo que quería decir. – mi padre cuando bebía utilizaba mis brazos para apagar sus cigarrillos… a veces también lo hacía en mi estómago, cuando…– lo odiaba. Odiaba aún recordar todo eso.

–¿Y tu madre? – inquirió.

–No lo sé, solo recuerdo estar con mi padre y mi hermano– respondí.

–¿Hubo maltrato, John?– preguntó.

–Sí, solía golpearme, dejó muchas cicatrices que a nadie le gustaría ver– Mi voz se apagó. El verdadero motivo de casarme con alguien mayor y con hijos, era el estado de mi cuerpo. A ellos no les importaba.

–¿A qué te refieres con eso? – preguntó.

–Estaba comprometido con un alfa antes de escapar — lo había olvidado.

–¿Alfa? –

–Hombre– corregí. Era difícil que lo entendieran.

–Eras menor de edad en ese entonces, la persona con la que… – Interrumpí a la doctora. No quería seguir recordando.

–Sí, era viejo, tenía hijos. Pero eso ya no importa– confesé. Quería sentirme tranquilo con ello, pero no funcionó.

–Eras menor de edad en ese entonces, esto es grave John. – declaró.

–Pero ya no importa. Yo escapé. Él murió y ahora estoy aquí, con Jeison. –

La doctora guardó silencio. Me sentí incómodo. Pensé que había dicho algo incorrecto.

–Eso no significa que ya no te sientas mal. Las cosas que pasaste, fueron abrumadoras e incluso brutales para un niño. Está bien sentir todo ese dolor. Incluso rabia. John, un niño, jamás debería pasar por algo así, y menos a manos de su propio padre, la persona que debe cuidarlo de las maldades que habitan en el mundo– Mi vista se nubló. Quería llorar, quería salir corriendo de aquí y volver a la habitación.

–John, te entiendo. Es atroz todo lo que me has contado y, algo me dice que lo que no me has contado, lo que es aún más horrible… – Levanté mi rostro y miré a la doctora, sus ojos verdes se cristalizaron.

–Él…– pero no podía. No podía decirlo, las palabras no salían de mi boca, no quería reconocerlo. Odiaba esto. No podía, debía borrar esto de mi memoria, debía borrar todo. Debía borrarme a mí para acabar con todo.

Era difícil tratar de enfocar mi vista, el aire se volvía cada vez más denso y complicado para respirar. Cada vez que intentaba llenar mis pulmones parecía que me ahogaba aún más. Agarré los muebles y los apreté con fuerza, esperaba que me brindaran un poco de seguridad. Todo se sentía como una espiral del terror, quería huir, pero mis piernas no cedían a mi cerebro. Escuché que la doctora me llamaba, pero no podía concentrarme en su voz. El sudor frío empezó a bajar por mis sienes y mis manos perdían su fuerza de agarre. Me estaba perdiendo. Lo sentía, me perdía cada vez más en el miedo. No podía volver allí. No podía recordarlo. No quería. Todo sería mejor si lo olvidaba.

Alguien me tomó de las mejillas, noté un verde intenso a través de la niebla. Era él. Estoy seguro ahora, lo estaba. Respira, John. Mira mis ojos. Lo obedecí. Miré sus ojos y como si el mundo se detuviera, volví a respirar. Repite conmigo, estoy seguro. Lo intenté, mi garganta me dolía, pero podía hacerlo. Mi vista se aclaró y pude ver que no era él, eran los ojos de la doctora Emily quien sostenía mi cara. Aun así seguí mirando sus ojos verdes que me recordaban a Jeison.

–Está bien, John. Todo está bien ahora, estás seguro aquí. – dijo la Doctora Parker. La doctora me abrazó y yo me recosté en su hombro. Su abrazo era cálido, aun así seguí preferí imaginar que era Jeison.

–Deberíamos empezar a trabajar en tus ataques de pánico– no respondí. Solo quería escuchar.

—No hay de qué preocuparse. Estás seguro. Cuando sientas que pierdes el control, recuerda mantener tu respiración y repite una y otra vez que estás seguro—

–Sí, yo… lo intentaré– la doctora sonrió.

–Muy bien, John, me alegra escuchar eso– la doctora tomó mi mano. –Lo que estás haciendo es muy valiente. El hecho de que hayas tenido la fuerza para hablar, es un gran primer paso. Yo te voy a estar acompañando. – Sus palabras me reconfortaron. Aunque había sido confuso y aterrador todo lo que había pasado, al final sentí que mi alma se liberó de un inmenso peso.