La historia de esta mujer es un viaje de autodescubrimiento y valentía en un mundo donde el estatus de género dicta el valor de una persona. Nacida en el seno de una familia noble en Roma, ella desafía las expectativas de su género desde una edad temprana. Despreciando la idea de ser tratada como una simple "vaca para preñar", busca igualdad y reconocimiento por su mente y habilidades, en lugar de simplemente por su género.
Sin embargo, la vida no es fácil para ella ni para su familia. Cuando una guerra obliga a su familia a huir de Roma, se encuentran enfrentando la discriminación y el escrutinio de aquellos que los rodean. La gente no puede entender por qué esta mujer es educada como un hombre y posee habilidades de curación que parecen provenir de los dioses de la salud y la curación de la antigua mitología griega. Sus dones se convierten en una bendición y una maldición, ya que la gente la ve con sospecha y temor, cuestionando si es una bruja o está involucrada en prácticas oscuras.
A pesar de todos los obstáculos, ella no se rinde. Se casa con un senador para protegerse y encontrar un lugar seguro en un mundo peligroso e incierto. Juntos, viajan por varias ciudades, escapando de la furia de un emperador vengativo que busca venganza por la muerte de su padre a manos de traidores. En su viaje, enfrentan desafíos constantes y peligros inesperados, pero su determinación y amor mutuo los mantienen fuertes.
Esta es una historia de resistencia, amor y perseverancia en tiempos de adversidad. Es un recordatorio de que, incluso en un mundo donde el género y el estatus social dictan las reglas, el coraje y la pasión pueden trascender todas las barreras. La protagonista demuestra que el verdadero poder reside en el corazón y la mente, no en el género o el estatus social, y que el amor y la esperanza pueden guiar incluso en los momentos más oscuros de la historia.
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Capitulo 17
**Capítulo: La Sanadora del Palacio**
Aurelia se movía con gracia y determinación entre los heridos y enfermos que llegaban a la pequeña oficina que su esposo, el príncipe Adriano, le había concedido. Era un espacio modesto pero bien equipado, ubicado cerca del palacio, accesible tanto para los empleados como para la gente del pueblo. La habitación estaba llena de plantas medicinales, ungüentos y herramientas de curación que ella misma había recopilado y preparado.
Cada día, Aurelia atendía a una variedad de personas, desde trabajadores del palacio hasta ciudadanos comunes que buscaban su ayuda. Su reputación como sanadora se había extendido rápidamente, y muchos creían que tenía un don especial, ya que sus pacientes solían recuperarse con una rapidez asombrosa.
**El Primer Paciente: Un Jardinero del Palacio**
El primer paciente del día era Lucio, un jardinero del palacio que había sufrido una profunda herida en la mano al cortar una rama. Aurelia examinó la herida con cuidado, notando la infección que comenzaba a asentarse.
"Lucio, debes tener más cuidado," le dijo con una sonrisa mientras limpiaba la herida con una solución de miel y propóleos, conocida por sus propiedades antibacterianas. Luego aplicó una pasta de ajo y cúrcuma, cubriendo la herida con un vendaje limpio.
"Gracias, mi señora," respondió Lucio con gratitud. "Siempre es un alivio venir a verte. Mis heridas sanan más rápido bajo tu cuidado."
**La Mujer del Pueblo: Curando a una Madre**
Después de Lucio, una madre joven del pueblo llegó con su hija, que sufría de una fiebre alta. Aurelia rápidamente preparó una infusión de saúco y corteza de sauce, conocida por sus propiedades antipiréticas. Dio la mezcla a la niña, asegurándose de que bebiera lentamente.
"Tu hija estará bien," aseguró a la madre. "Esta infusión ayudará a bajar la fiebre y a fortalecer su cuerpo."
La madre le agradeció profundamente, impresionada por la calma y la seguridad que Aurelia transmitía.
**Un Anciano del Pueblo: Aliviando el Dolor**
El siguiente en la fila era un anciano que sufría de dolores articulares severos. Aurelia preparó una pomada de árnica y jengibre, masajeando suavemente las articulaciones inflamadas del hombre.
"Esto debería aliviar tu dolor," dijo mientras trabajaba. "Aplica la pomada dos veces al día y procura descansar."
El anciano la miró con ojos agradecidos. "Gracias, mi señora. Es un alivio tener a alguien tan compasivo y conocedor como tú."
**Un Trabajador Herido: Curando con Comfrey**
Más tarde, un trabajador del palacio llegó con una pierna magullada y probablemente fracturada. Aurelia preparó un ungüento de consuelda, una planta conocida por su capacidad para ayudar a sanar huesos y tejidos.
"Necesitas descansar y mantener la pierna elevada," le instruyó mientras aplicaba el ungüento y vendaba la pierna con cuidado. "Este ungüento ayudará a acelerar la recuperación."
**Reflexión en la Oficina**
Al final del día, Aurelia se sentó en su escritorio, revisando las notas de los pacientes que había atendido. Se sentía agotada pero satisfecha. Su habilidad para curar y su deseo genuino de ayudar a los demás la habían convertido en una figura querida y respetada en la comunidad.
Adriano entró en la oficina, observándola con admiración. "Aurelia, eres una bendición para estas personas. Tu dedicación y habilidad son realmente extraordinarias."
Ella sonrió, mirando a su esposo con cariño. "Hago lo que puedo, Adriano. Siento que es mi deber ayudar a aquellos que lo necesitan."
Adriano se acercó y la abrazó. "Y lo haces maravillosamente. Estoy orgulloso de ti."
Aurelia sabía que, aunque su trabajo era arduo, el impacto que tenía en las vidas de aquellos a los que ayudaba era invaluable. Cada día, su amor por la medicina y por su gente crecía, reafirmando su propósito y su lugar en el mundo que ahora compartía con Adriano.
Los Veinte Remedios de Aurelia**
A medida que la fama de Aurelia como sanadora se expandía, su oficina se llenaba cada día con más personas buscando alivio de sus males. Aquí están veinte de sus pacientes, sus dolencias y los remedios naturales que Aurelia les prescribió, culminando con un intercambio sarcástico y cariñoso con su esposo, Adriano, al final del día.
**Casandra - Ansiedad**: Infusión de valeriana y pasiflora para calmar los nervios.
**Marcio - Acné**: Mascarilla facial de miel y canela, aplicada diariamente.
**Flavia - Insomnio**: Té de manzanilla y lavanda antes de dormir.
**Gaius - Indigestión**: Jugo de aloe vera mezclado con miel.
**Julia - Eczema**: Ungüento de caléndula y aceite de coco aplicado en las áreas afectadas.
**Tito - Dolor de cabeza**: Compresas de menta y eucalipto en la frente.
**Livia - Caída del cabello**: Aceite de romero masajeado en el cuero cabelludo.
**Sexto - Hemorroides**: Baños de asiento con infusión de corteza de hamamelis.
**Nerva - Fiebre del heno**: Inhalaciones de vapor con aceite esencial de menta.
**Petronia - Cólicos menstruales**: Té de jengibre con canela y clavo.
**Plinio - Quemaduras leves**: Gel de aloe vera puro aplicado en la zona afectada.
**Sabina - Infección de garganta**: Gárgaras con agua salada y cúrcuma.
**Lucius - Pie de atleta**: Baños de pies con vinagre de sidra de manzana y sal.
**Vibia - Varicela**: Baños de avena coloidal para aliviar la picazón.
**Paulo - Fatiga**: Batidos energéticos con espinaca, plátano y maca.
**Festo - Mordeduras de insectos**: Aplicación de pasta de bicarbonato de sodio.
**Ovidio - Artritis**: Compresas calientes de jengibre y cúrcuma.
**Drusa - Tos persistente**: Jarabe casero de miel, limón y jengibre.
**Agripina - Estrés**: Sesiones de aromaterapia con lavanda y sándalo.
**Claudio - Conjuntivitis**: Compresas frías de manzanilla.
**Interacción Nocturna con Adriano**
Después de un largo día, Aurelia regresó a sus aposentos privados, donde Adriano la esperaba con una copa de vino y una sonrisa traviesa.
"Mi querida sanadora, ¿has salvado el mundo hoy?" preguntó Adriano, ofreciéndole una copa.
"Uno no salva el mundo con ungüentos y tés," respondió Aurelia con una sonrisa mientras aceptaba la copa. "Pero he visto más traseros y amígdalas de lo que uno podría desear en una vida."
Adriano rió. "¿Y aún así encuentras la energía para soportar a este viejo soldado?"
"De alguna manera, lidiar contigo es menos complicado que curar el eczema o la ansiedad. Aunque, a decir verdad, podrías usar un poco de ese té de manzanilla tú mismo para relajarte."
"¿Me estás diciendo que soy más difícil de manejar que tus pacientes?" Adriano fingió indignación, pero sus ojos brillaban con humor.
"Vamos, querido. Sabes que para mí, no hay nadie más fácil de amar," dijo Aurelia, apoyando su cabeza en su hombro mientras contemplaban las estrellas desde la ventana de su habitación, disfrutando de la paz de la noche después de un día pleno de curaciones y cuidados.