Una vez existió un pasado donde, de alguna manera, ella fue la villana de todo el imperio. Merecía morir en aquella guillotina. Sin embargo, ¿por qué recordaba ahora su vida pasada? Lo que era peor, había regresado en el tiempo, antes de que Kristina Laurent cavara su propia tumba.
Si de verdad había regresado, lo juraba. Juraba que, en esta vida, no volvería a ser la villana.
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Capítulo 17: Sombras del Ayer
Celestine dio media vuelta, lista, para irse de aquel lugar radiante, rodeado de árboles y flores.
Sin embargo, antes de que diera un paso, fue abrazada desde atrás.
—¿Víctor? —preguntó, bajando la cabeza y ocultando sus mejillas sonrojadas.
—Cuídate, por favor —rogó— no hagas nada precipitado, te esperaré aquí esta noche e iremos a las periferias.
Ante sus palabras, la mujer quedó paralizada, no obstante, asintió de acuerdo.
—Sí.
Al obtener una respuesta satisfactoria, él la soltó, observando como se marchaba.
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Mi cabeza y cuerpo dolían. Quizás por la aparición de una escena que jamás viví en sueños anteriores y que no incluí en la novela, ya que estos solían tener grandes vacíos que iba completando con mi imaginación a medida que escribía dichas escenas incompletas.
Inconscientemente, y a pesar de no poder abrir mis ojos, apreté las sábanas que me cubrían a causa del dolor repentino que me golpeó.
Mientras soportaba la tortura de sentir puñaladas en mi pecho, escuché la puerta de mi dormitorio, abrirse y cerrarse junto con las pisadas de dos personas.
La cama se movió, y luego se hundió muy cerca de mí.
—Helena, ¿cómo me puedo calmar? —preguntó la duquesa.
—Su excelencia...
La duquesa suspiró con pesar.
—¿Sabes? —habló, mientras acariciaba mi cabello— yo jamás quise deshacerme de los niños... Pero tampoco quería que nacieran en ese momento.
La voz de la duquesa se quebró.
—En ese entonces, su excelencia todavía amaba a Margaret, y la duquesa lo presionaba constantemente con nuestro matrimonio y su heredero —murmuró— fue durante esos días en los que me enteré de que Margaret no se fue por qué quiso, la duquesa se había enterado de su embarazo y le dio la opción de quedarse y abortar o irse...
—Su excelencia... —Helena habló con tristeza— yo no sabía que eso por todo lo que había pasado...
La mano de la duquesa que acariciaba mi cabeza se detuvo levemente.
—No importa, solo quiero que sepas que todos estos años me he sentido muy agradecida contigo —pronunció— al final, has estado mucho más presente en la vida de mis hijos que yo.
Helena se mantuvo en silencio, sin embargo, a la duquesa no le importó, y continuó desahogándose.
—Intenté acercarme a los niños cuando eran pequeños, pero no podía soportar ver que yo misma los había terminado alejando de mí y de su excelencia, lo que me perturbaba y asustaba. A su vez, también me siento en deuda con Eylin, en parte fue mi culpa que ella y su madre tuvieran que vivir lejos del lugar que les correspondía.
—Su excelencia, eso no es así y lo sabe bien —corrigió Helena— esa mujer nunca fue candidata para duquesa, era una simple sirvienta. En cambio, usted es hija de los marqueses Devin, por eso fue escogida por la anterior duquesa como la prometida de su excelencia.
—Helena, ¿no te acuerdas de que yo fui la única mujer lo suficientemente cruel como para imponerle un matrimonio a su excelencia, sabiendo que él ya amaba a alguien? —cuestionó con dolor.
Mis cejas se fruncieron al sentir un golpe cerca de mi corazón que me dejó sin aliento. Mi cuerpo volvió a temblar, sin que yo pudiera controlarlo.
No obstante, lo soporté, en verdad deseaba oír las siguientes palabras de la duquesa, aquellas palabras que hablaban de un pasado que un pasado qué jamás imaginé.
Quizás fue porque reprimí el gemido de dolor, pero por las comisuras de mi boca podía sentir un líquido con sabor a metálico caer.
—¡Helena, llama a su excelencia, ahora! —la duquesa gritó con un pánico que jamás había escuchado antes.
Mi consciencia poco a poco se esfumó.
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Había un árbol muy grande frente a Celestine. Ella lo acariciaba lentamente, con una mirada de distracción y consuelo.
De repente, apareció una nube negra detrás de Celestine y posteriormente, una mujer parecida a ella. Ambas se diferían en el color de su cabello e iris, ya que aquella mujer poseía cabellos negros como la noche y ojos negros y profundos.
—¿Cómo has estado, Cristine? —Saludó Celestine sin darse la vuelta.
—¿Desde cuándo la gran reina de los elfos es tan considerada con los humildes elfos oscuros como yo? —inquirió con cierto interés.
Se formó un silencio incómodo entre ellas.
De repente, de las manos de la pelinegra, emergió una oscuridad que emitía una energía espeluznante.
Cristine no dudó ni un segundo al lanzar esa extraña energía hacia Celestine.
Pese a que ella, desde el principio hasta el final, no se volteó; con un movimiento de su mano, aquella oscuridad desapareció sin más.
Finalmente, Celestine la observó atentamente, con un deje de frialdad.
Al obtener su mirada, una ira se apoderó de todo su ser.
—¡¿Desde cuándo has sido tan cobarde?! —Cristine le gritó, evidentemente enojada— ¡¿no dijiste que esperarías a que te venciera?!
—Lo hice —admitió con sinceridad— pero no pude soportar el que involucraras a personas inocentes.
El ambiente se tensó de un momento a otro.
—Muy bien —murmuró con crueldad— ¡acabaré contigo ahora mismo!
Sin más, levantó su mano cargada de una extraña y aterradora energía morada.
Celestine movió su mano, disipando aquella energía como si nada, lo que ganó una mirada de odio por parte de la pelinegra.
—¿No vas a defenderte? —inquirió, moviendo su mano, haciendo aparecer la energía de nuevo, pero esta tenía un tamaño mucho mayor.
Celestine frunció el ceño. De su mano izquierda emergió una energía de color verde, protegiendo los alrededores.
Fueron rodeadas por la magia de Celestine, creando una burbuja mágica que giraba alrededor de ambas.
—¿Tengo que amenazar a los demás para que te muevas? —preguntó con un toque de burla— qué patética.
Celestine se mantuvo en silencio, sin tomarla en serio.
Cristine hizo una mueca de fastidio antes de conjurar un arco completamente negro, junto con flechas del mismo color.
Repentinamente, lanzó flecha tras flecha. Sin embargo, Celestine no se inmutó.
Delante, de sus pies, se levantó una cortina de agua que la cubrió.
Cada vez que una flecha impactada en el agua, esta se desvanecía, como la luna en el amanecer.
—¿Desde cuándo sabes solo defenderte? —murmuró con una leve decepción— ¿el día en que te mate me tomaras en serio?
La novela surgió un día mientras leía una historia en NovelToon, plagada de errores ortográficos y gramaticales. Pensé: "¿Por qué no escribo una yo, que tenga menos errores?". Lo hice sin mucha planificación, lo que provocó que la historia perdiera sentido, incluso para mí. Al releerla, me desanimaron las incoherencias, el mundo poco desarrollado y los personajes innecesarios que complicaron la trama hasta el punto de que ni siquiera yo recordaba quién era quién.