Brendam Thompson era el tipo de hombre que nadie se atrevía a mirar directo a los ojos. No solo por el brillo verde olivo de su mirada, que parecía atravesar voluntades, sino porque detrás de su elegancia de CEO y su cuerpo tallado como una estatua griega, se escondía el jefe más temido del bajo mundo europeo: el líder de la mafia alemana. Dueño de una cadena internacional de hoteles de lujo, movía millones con una frialdad quirúrgica. Amaba el control, el poder... y la sumisión femenina. Para él, las emociones eran debilidades, los sentimientos, obstáculos. Nunca creyó que nada ni nadie pudiera quebrar su imperio de hielo.
Hasta que la vio a ella.
Dakota Adams no era como las otras. De curvas pronunciadas y tatuajes que hablaban de rebeldía, ojos celestes como el invierno y una sonrisa que desafiaba al mundo
NovelToon tiene autorización de Orne Murino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 17: Juego de Poder
La mansión estaba en silencio, apenas iluminada por la tenue luz de las lámparas antiguas que decoraban el pasillo principal. Dakota observaba cada rincón con curiosidad, pero había algo que la mantenía más concentrada que cualquier detalle arquitectónico: Brendan.
Él estaba en la sala principal, frente a una mesa de cristal sobre la que descansaban carpetas, mapas de rutas y un portátil abierto. Vestía una camisa negra arremangada, dejando al descubierto los tatuajes que marcaban sus antebrazos. Su sola presencia imponía respeto, incluso allí, lejos de la ciudad.
—¿Qué mirás tanto? —preguntó sin apartar la vista de los papeles.
—A vos —respondió Dakota, con esa honestidad desarmante que lo hacía perder la calma—. No sabía que el “gran capo” también era tan… organizado.
Brendan levantó la mirada, arqueando una ceja.
—Esto no es un juego, Adams. Cada entrega, cada contacto, cada centímetro de territorio está calculado.
Dakota se acercó lentamente, apoyando las manos en la mesa. —¿Y pensás enseñarme o solo me vas a mostrar tus mapas?
Brendan sonrió de lado, esa sonrisa peligrosa que la hacía sentir que estaba jugando con fuego.
—Primero, vamos a ver si tenés la cabeza fría para manejar algo de esto.
Ella ladeó la cabeza, divertida. —¿Ah, sí?
En un movimiento rápido, Brendan tomó su muñeca y la obligó a sentarse sobre la mesa, justo frente a él.
—No quiero que esto te asuste, Dakota. Mi negocio es poder y control. Y para controlarlo, primero tenés que entender qué se siente estar en el otro extremo.
Sus palabras eran una advertencia y una provocación al mismo tiempo. Dakota no se movió.
—¿Estás tratando de asustarme, Thompson? —le susurró con una sonrisa.
Brendan se inclinó hacia ella, tan cerca que sintió el calor de su aliento en el cuello.
—No. Estoy tratando de ver cuánto podés resistir antes de rendirte.
El silencio se volvió denso. Brendan pasó un dedo por la línea de su mandíbula, bajando lentamente hasta el cuello. Era un toque suave, pero cargado de poder, como si estuviera marcando cada milímetro de piel. Dakota no apartó la mirada, desafiándolo.
—No soy de las que se rinden fácil —dijo con voz baja, segura.
Brendan sonrió, aunque en sus ojos no había diversión, sino un brillo oscuro, hambriento.
—Eso ya lo sé.
Con una lentitud calculada, la bajó de la mesa y la obligó a dar un paso atrás hasta quedar contra la pared. Sus manos se posaron a ambos lados de su rostro, encerrándola.
—Este negocio funciona con reglas, Dakota. Reglas que no se rompen. La primera es que todo lo que toco me pertenece.
—¿Incluyéndome a mí? —preguntó ella, con un atisbo de burla, aunque su respiración se aceleraba.
—Sobre todo a vos —murmuró antes de capturar su boca en un beso lento, pero devastador.
El beso fue un choque de egos, una batalla silenciosa. Brendan la besaba con control, pero Dakota no se quedaba atrás, respondiendo con la misma intensidad, como si quisiera demostrarle que nadie la dominaba por completo.
Cuando se separaron, Brendan la miró con una mezcla de deseo y orgullo.
—Si realmente querés estar en mi mundo, vas a aprender algo más que besarme así —dijo con voz ronca.
Abrió una carpeta sobre la mesa y le mostró unas rutas marcadas en rojo.
—Estas son las entregas de la próxima semana. No hay margen de error. Cada contacto sabe su rol, pero si alguien falla… todo se viene abajo.
Dakota se inclinó para mirar los mapas, aún con el sabor de su boca en los labios.
—¿Y qué pasa si alguien intenta traicionarte?
—Lo mismo que viste ayer en el hangar —respondió él, con una mirada que la hizo estremecer.
Ella tragó saliva, pero no apartó la vista de los papeles. —Entonces enseñame a detectar a los traidores.
Brendan la miró, sorprendido. Era la primera vez que alguien le pedía aprender, no huir.
—Sos más peligrosa de lo que pensaba, Adams.
Ella sonrió con esa chispa rebelde que lo desarmaba. —O más valiente.
Brendan cerró el portátil y se acercó a ella otra vez, esta vez más despacio.
—Sea lo que sea, me vas a volver loco.
—Esa es la idea —respondió Dakota, mordiéndose el labio inferior.
La tensión volvió a subir, pero esta vez no fue solo por el negocio. Brendan la levantó en brazos sin previo aviso y la sentó en la mesa, empujando los mapas a un lado. Su boca se deslizó por su cuello mientras sus manos recorrían sus costados con una mezcla de fuerza y devoción.
—Esto también es poder —murmuró contra su piel—. Saber cuándo rendirte, aunque no quieras.
Dakota soltó una risa baja, desafiante. —No pienso rendirme nunca.
Brendan la miró fijo, con esos ojos verdes llenos de deseo y furia contenida.
—Entonces tendré que obligarte.
El beso que siguió fue más profundo, más salvaje. Sus cuerpos se fundieron en un roce que prometía incendiarlo todo.
Esa noche, en la mansión, no solo hablaron de negocios. Entre sus caricias y miradas, Brendan supo que Dakota no era una mujer más en su vida. Era la única que lo desafiaba sin miedo, la única que podía derrumbarlo y levantarlo al mismo tiempo.
Y, por primera vez, no le importó.