Es la historia de una mujer que se niega a dejar a su pareja luego de descubrir sus mentiras, organiza la forma de conocer a su rival buscando respuesta....
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CAPITULO 16
¿NADA CAMBIA, SIN UNA RAZÓN APARENTE?
NARRADOR.
A medida que transcurrían los días, Fabricio se fue integrando de a poco al grupo de trabajo de la editorial. Colaboraba con todos sin problemas, pero cada dia que pasaba se daba cuenta de que Donna resultaba ser más cautivadora de lo que inicialmente había pensado. Ella sobresalía entre todos por su capacidad de generar ideas frescas y su tendencia a expresar abiertamente sus opiniones. En una ocasión, cuando Fabricio intentó hacerle un piropo, ella le lanzó una mirada helada y lo dejó en silencio. Esa situación le generó incomodidad, pero al mismo tiempo avivó aún más su interés. No estaba habituado a un rechazo tan contundente.
Por su parte, Donna apenas se percataba de los intentos de acercamiento de Fabricio, ya que su mente giraba en torno a otros problemas, especialmente a la noticia que Billy le había compartido la noche anterior. Su marido viajaría en dos días y, como era habitual, esa información la descolocó. La incertidumbre sobre su destino la llenaba de ansiedad, ya que no podía evitar pensar que se reuniría con su otra familia. Sin embargo, optó por ocultar sus emociones tras una sonrisa.
El día que Billy partía, Donna lo llevó al aeropuerto. La atmósfera entre ambos era extraña; un cóctel de melancolía y resignación. Él se mostró cariñoso, abrazándola fuerte antes de despedirse.
—Te llamaré cada día, lo prometo —le dijo mientras acariciaba su rostro con ternura.
—Sí, lo sé —respondió ella con una sonrisa forzada. No quería parecer frágil, aunque sentía que su corazón se oprimía con cada uno de sus adioses.
Billy se inclinó para besarla, y ella correspondió con suavidad a su gesto, aunque por dentro sintió una punzada de tristeza. Luego, se agachó para abrazar a Fernanda, quien lo miraba con sus grandes ojos inocentes.
—Papi regresa pronto, ¿verdad? —preguntó la niña con un tono suplicante.
—Claro que sí, mi princesa —respondió Billy, besando su frente—. Cuida de tu mamá, ¿de acuerdo?
Fernanda ascendió, aunque se aferró al cuello de su padre, como si no quisiera separarse de él. Donna sintió un nudo en su garganta al observar la escena, pero decidió controlar sus emociones. Finalmente, Billy tomó su maleta y se perdió entre la multitud de pasajeros. Ella lo vigiló hasta que se desvaneció, sintiendo la pérdida más intensa que nunca.
Suspiro y, tomando la mano de Fernanda, regresó a casa con la mente fija en la próxima cita con Frida. Sin Billy en casa, tendría más espacio para pensar en cómo obtener información sobre su competidora.
Ese fin de semana, con Billy ausente y sin ganas de quedarse en casa, decidió salir a cenar. Le pidió a Sofía que se preparara y que arreglara a Fernanda. Las tres se dirigieron a una encantadora pizzería en la ciudad, conocida por ser el lugar de rodaje de una película. Aunque la cola para entrar era muy larga, la espera valdría la pena. Cuando finalmente lograron tomar una mesa, compartieron risas y buena comida.
Lo que Donna no se percató fue que, en una mesa alejada, Fabricio también estaba cenando solo. Su madre le había sugerido que saliera un poco, ya que pasaba demasiado tiempo trabajando. No sospechaba que terminaría en el mismo restaurante que Donna. Al verla, sintió una mezcla de sorpresa y curiosidad. La observada detenidamente interactúa con la niña y Sofía. La dulzura con la que se dirigía a Fernanda, cómo le limpiaba los dedos llenos de salsa y cómo le acomodaba el cabello con delicadeza, lo dejó fascinado.
Se cuestionó si quizás había interpretado mal su actitud en la editorial, pensando que tal vez no era la mujer fría y distante que había creído. Al oír a la niña llamándola "mami", entendió que Fernanda era su hija. Por algún motivo, esa revelación le impactó más de lo que había anticipado. En ese instante, su interés por Donna se tornó en algo más profundo que un simple capricho. Ahora tenía aún más motivos para intentar conocerla mejor.
Mientras Donna reía con Sofía y disfrutaba de su cena, Fabricio la observaba en silencio, sintiéndose cada vez más atraído por esa mujer que, sin esfuerzo, había captado su atención como ninguna otra antes.