En una sociedad machista nuestra protagonista, Johanna Mendieta deberá elegir entre el amor y cumplir las expectativas de la sociedad. Conocerá a un hombre que le demostrará qué para el amor no hay edad.
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Capítulo 17
Llego al restaurante, Antonio ya me espera en la mesa.
- Buenos días, bonita- saluda y se levanta para retirar la silla caballerosamente.
- Buenos días, gracias.
Una voz conocida resuena a mis espaldas.
- Johanna, hija. ¿Qué gusto verte?
Giro para encontrarme a los padres de Enrique llegando a nuestra mesa.
- Señora Catalina, don Silvano. Buenos días- en mi cabeza intento encontrar la respuesta a la pregunta que seguramente harán.
- Johanna, buenos días- saluda don Silvano. ¿El señor es?
- Disculpen la tardanza- dice Daniela a mis espaldas- Señores Torres, tanto tiempo sin verlos.
- Daniela, que gusto verte- expresa la señora Catalina.
- Les presento a mi colega, Antonio Bianchi.
- Señor Bianchi, mucho gusto- dicen ambos.
- El gusto es mío, Señores Torres.
- Mi hijo y los niños, ¿en dónde están?- cuestiona Catalina.
- Este fin de semana los niños la pasaron con Enrique.
- Ay hija, esperamos qué pronto resuelvan sus problemas y vuelvan a estar juntos como la familia que son- manifiesta Silvano- los dejamos desayunar.
Se despiden y se van, mi amiga llegó en el momento preciso.
- ¿Cómo sabías qué estábamos aquí?- le pregunto.
- Antonio tuvo la fabulosa idea de invitarme.
- Pensé que te sentirías más cómoda si estábamos acompañados.
- Ay Antonio, de verdad eres sumamente considerado y en esta ocasión no pudo ser más acertado.
- Por lo visto Enrique no les ha informado a sus padres sobre el divorcio- comenta Daniela.
- Aparentemente, no.
- Pues lamento tener que fungir como chaperona y hacerles mal tercio, pero dadas las circunstancias creo que es lo mejor.
Ordenamos el desayuno, los padres de Enrique no nos pierden de vista. No puedo creer hasta donde puede llegar en su afán de manipular la situación. Seguramente, tendré que ser yo quien les hable a sus padres sobre nuestro inminente divorcio.
Daniela, como siempre hace que la situación se torne agradable y hasta graciosa. No paramos de reír con sus ocurrencias.
Es cierto que me habría gustado que fuésemos únicamente Antonio y yo, sin embargo, fue bueno compartir con nuestra amiga.
Al finalizar el desayuno pasamos junto a la mesa de Catalina y Silvano, amablemente, nos despedimos de ellos y seguimos nuestro camino.
Evitamos cualquier maestra de afecto al despedirnos para no alimentar rumores.
El día de la Audiencia ha llegado, me presento 20 minutos antes. Mi abogada ya me espera.
Enrique llega y hace un último intento para convencerme de desistir. Obviamente, no lo consigue.
Tal y como lo dijo mi abogada, el juez me concede el divorcio y lo asombroso es que la Audiencia duró apenas 20 minutos.
El enfado de Enrique es evidente y se desquita con su abogado. Me marchó de ahí siendo una mujer libre.
En la cafetería me espera una hermosa sorpresa.
- Jefa, le enviaron algo y lo dejamos en su oficina- me informa Eduardo.
- Gracias, ya vengo chicos.
En mi escritorio hay un maravilloso y colorido ramo de flores.
✉️ Por el inicio de una nueva etapa en tu vida y la posibilidad de que me permitas compartirla contigo. Antonio.
El mensaje me hace sonreír y de inmediato le agradezco con un mensaje.
No quiero dejar estas flores hermosas ocultas en mi oficina, guardo la tarjeta y las llevo al mostrador. Quiero poder admirarlas durante el día.
Hoy hemos tenido poco trabajo y Daniela me ha invitado a comer para "festejar mi divorcio". No es un secreto qué Enrique nunca fue de su agrado.
Voy por mi bolso para reunirme con mi amiga cuando veo a los padres de Enrique cruzar la puerta.
- Hola, que gusto verlos aquí.
- No es una visita social, Johanna- dice Silvano.
- Pasemos a mi oficina.
Una vez ahí les pido que tomen asiento.
- Ustedes dirán.
- Queremos una explicación, ¿por qué le pediste el divorcio a nuestro hijo?- exige Catalina.
- Es evidente, llevábamos separados más de tres años y entre nosotros ya no hay amor.
- El matrimonio exige sacrificios, no es un lazo qué pueda o deba romperse con esa facilidad.
- Le aclaro don Silvano qué no fue una decisión fácil de tomar, más sí fue la correcta.
- Estás destruyendo a tu familia, Johanna.
- Se equivoca señora Catalina, el hecho de que su hijo y yo estemos divorciados no destruye a nuestra familia. Siempre tendremos un lazo qué nos una, Mariela y Luisito y separados podemos seguir siendo buenos padres y educar a nuestros hijos. Ellos siempre contarán con nuestro apoyo.
- Difiero totalmente contigo- continua Catalina- Esto dista mucho de los valores qué pensé tus padres te habían inculcado.
- Esta rebasando los límites, señora. Mis padres me inculcaron valores y me demostraron lo que es un matrimonio en donde el amor es lo más importante. Entre Enrique y yo ya no hay amor. ¿Pregúntele por la mujer con la que lo vi hace unas semanas?- Sé que fue un golpe bajo, más no me dejaron opción.
- ¿De qué mujer hablas?
- Ese es un tema que deben de discutir con su hijo don Silvano y si me disculpan debo reunirme con Daniela para comer y ya voy tarde.
Me levanto y con un gesto los invito a salir. Ambos se marchan muy molestos y sé muy bien que después de esto tendré una discusión con Enrique.
Daniela me recibe curiosa, entiende que mi retraso y mi semblante tienen un motivo.
- Esos señores son increíbles- expresa molesta- siempre han sido machistas y en está ocasión se te fueron a la yugular.
- No debí decir nada sobre la mujer con la que vi a Enrique.
- Te equivocas, estuvo perfecto. No pueden achacarte toda la responsabilidad sobre el divorcio.
- Esto va a traerme muchas discusiones.
- No si sabes ponerle un alto a cada uno. No le debes explicaciones a nadie.
- Es fácil para ti decirlo.
- Créeme que comprendo tu situación, pero en algún momento debes dejar de ser tan diplomática y defender tus razones.
- Sabes que no me gusta crear conflictos.
- El conflicto lo crean ellos al meterse en lo que no les importa.
- Claro que les importa, ser trata de su hijo.
- Que es un adulto y debe asumir las consecuencias de sus acciones.
La comida pasó de ser un momento agradable a uno tenso, ya que, la conversación giro en torno a mi exmarido y sus padres.
De camino a la cafetería recibí la llamada de Enrique, obviamente, para reclamarme por lo que le dije a sus padres.
Estaba tan ofuscado qué terminé por cortar la llamada, no voy a tolerar gritos, ni más ofensas.
Siento un deseo enorme de ver a Antonio, hablar con él y refugiarme en sus brazos.
Mi deseo se hace realidad cuando al entrar en mi negocio lo veo ahí.
- Hola, bonita. ¿Qué sucede?
- Vamos a mi oficina y te cuento.
En cuanto cierro la puerta me abraza fuerte, siento mucha frustración y coraje por lo que ha sucedido este día.
- ¿Estás más tranquila?
- Sí- me separo de él y apoyo mi cuerpo en el escritorio, él se sienta en la silla que está enfrente. Le platico lo que pasó.
- Debes de aprender a que no te afecte la opinión de otras personas. Entiendo que son los abuelos de tus hijos, pero aun así no tienen derecho a cuestionarte o criticarte de esa manera.
- Lo sé y por eso me siento más enojada.
- Yo conozco la manera de hacerte olvidar ese momento desagradable.
- ¿De verdad?
Se levanta y me besa, sus besos tienen un poderoso efecto en mí. Me quitan la capacidad de razonar.
Me entrego a ese beso apasionado. Ya no estoy enojada ni frustrada, lo único que quiero es disfrutar de este instante y que se extienda el mayor tiempo posible.
Deslizo mis manos por su pecho, puedo sentir los músculos qué se ocultan debajo de esa camisa. Continuo acariciando hasta el borde de su pantalón.
Su reacción es inmediata, intensifica el beso, devora y muerde mis labios con desesperación.
Mis instintos más primitivos se hacen presentes, separo mis piernas y me acerco peligrosamente a la parte baja de su cuerpo.
Su excitación es tan evidente que puedo sentirla a través de la ropa.
Nuestro momento de pasión se ve interrumpido por unos discretos golpes en la puerta.