Tras el entierro de su hermano mayor, Kate busca cumplir su sueño de ser doctora en una sociedad que la desafía por ser mujer. En su camino se cruza con Keith, quien busca respuestas sobre el hermano de Kate. A medida que crece la atracción entre ellos, deberán enfrentar los obstáculos de un pasado que los une de manera inesperada desafiando su futuro juntos.
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EQUIPO (parte 2)
El quinto día llegó en un parpadeo, todos estábamos en el salón de clases con el ambiente tenso a cada segundo y cargado de expectativa cuando el doctor Wren, con una expresión seria y decidida, ingresó y se detuvo frente a los tres grupos de alumnos. El doctor Wren aclaró su garganta antes de dirigirse a todos, y su voz resonó con autoridad y seriedad.
—Buenas tardes a todos. Como saben, hoy es el día de su examen final para este grupo y quiero recordarles que, si alguno de ustedes no se siente preparado o no desea continuar, puede retirarse ahora mismo sin consecuencias. —anunció, escudriñando las expresiones de los estudiantes.
Algunos intercambiaron miradas inciertas, pero nadie se movió. El doctor Wren continuó y su tono era aún más grave.
—Sin embargo, quiero hacer una última advertencia. Estoy profundamente decepcionado por los resultados de los exámenes anteriores. Solo un grupo de los que han rendido hasta ahora ha aprobado. ¡Esto no es aceptable!
Esas palabras hicieron que aumentara la presión sobre nosotros que ya de antemano estábamos ansiosos. Todos volvieron a intercambiar miradas preocupadas entre ellos, conscientes de la importancia del examen y del severo tono del doctor Wren.
—No puedo enfatizar lo suficiente con la cantidad de desaprobados. Quiero ver un mejor desempeño esta vez. Demuestren que han estado prestando atención y estudiando diligentemente. ¡El futuro de sus carreras está en juego! —concluyó y su voz fue una mezcla de desafío y expectativa.
De pronto él me observó con una mirada penetrante, como si me evaluara o juzgara. Sus ojos escudriñaron cada gesto que yo hacía, me hizo sentir incómoda y de lo que no estaba nerviosa, sentí un pequeño temblor en mi cuerpo y lo oculté bajo una máscara de serenidad. Miedo, me hizo sentir miedo, tragué saliva y respiré lentamente.
El doctor Wren apartó su vista hacia mí y se dirigió al grupo en general, su tono ahora era más compasivo, pero firme.
—Recuerden, confíen en lo que han aprendido. No se dejen llevar por los nervios. Ustedes están aquí porque han demostrado capacidad y dedicación. Solo necesitan demostrarlo una vez más —aconsejó.
Luego, indicó al grupo que lo siguiéramos hacia el lugar designado para la prueba final. Los estudiantes se pusieron de pie, algunos con expresiones de determinación como Henry y otros con nerviosismo evidente. Al ingresar al lugar asignado para la prueba, los estudiantes fuimos guiados por el doctor Wren hacia una habitación de regular tamaño donde encontramos al joven asistente de la vez anterior. La habitación estaba iluminada por tenues velas y poca ventilación.
En el centro de la sala, tres personas adultas yacían recostadas en camas de madera. Dos hombres y una mujer, cada uno con diferentes expresiones. El asistente, con un gesto serio pero respetuoso, procedió a distribuir los expedientes médicos a cada grupo de estudiantes asegurándose de que cada uno tuviera la información necesaria para abordar el caso asignado. Todos los estudiantes recibimos los documentos con atención, conscientes de que la precisión en el análisis de los expedientes era crucial para llegar a un diagnóstico certero.
Abrí el expediente y dentro encontré poca información sobre los pacientes asignados, incluyendo su historial médico, síntomas actuales, resultados de exámenes y cualquier tratamiento previo recibido. Miré a Henry y Marian, ellos lucían igual de atónitos que yo. Mientras tanto, los otros grupos también se sumergían en la lectura de los expedientes. El doctor Wren nos observaba con interés mientras nos sumergíamos en la tarea, evaluando nuestra capacidad para analizar la información médica incompleta y aplicar nuestros conocimientos teóricos en un entorno práctico.
—Estos son nuestros pacientes para la prueba de hoy. Cada grupo tendrá la oportunidad de diagnosticar y proponer un plan de tratamiento para cada uno de ellos —explicó el doctor Wren—. En sus manos tienen un expediente incompleto como ya se habrán dado cuenta. Se les pide que investiguen y diagnostiquen a cada paciente. Tienen dos días para analizar la información y presentar sus conclusiones.
Todos asentimos con seriedad, conscientes de la importancia de la tarea que se nos había encomendado.
—Además, para abordar este enigma de manera efectiva, les recuerdo que trabajen en sus respectivos equipos y ante cualquier intento de plagio, serán expulsados y nunca podrán ejercer esta carrera. Buena suerte a todos. —concluyó el doctor Wren, retirándose de allí.
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Examinando un pergamino con el ceño fruncido, Henry volvía y volvía a releer el expediente médico del primer paciente al igual que nosotras. El asistente del doctor Wren, nos asignó tiempos para revisar a los pacientes y mientras esperamos que sea nuestro turno estamos afuera sentados en las gradas de piedra.
—Hombre de 45 años perteneciente a la plebe, —leo en voz alta— síntomas: fatiga, debilidad, mareos y respiración acelerada. Hombre de 57 años de clase media, síntomas: dolor articular, fatiga y pérdida de apetito. Y, por último, mujer de 30 años de clase media, síntomas: fatiga, debilidad, dolores de cabeza y problemas digestivos.
—¿Qué creen que sea? —pregunta Henry.
—Son muchas enfermedades con síntomas parecidos, —explico— debemos entrar ahí y ver por nosotros mismos.
—Lo mismo digo. —responde Henry— Hay ciertas cosas que creo que es, pero antes debemos confirmarlo.
Henry y yo intercambiamos palabras con posibles casos que habíamos leído en algunos libros y Marian permanecía en silencio. Luego sacó una pequeña libreta del tamaño de la palma de su mano y comenzó a escribir.
Minutos después, el grupo de Octavio salió y con una sonrisa triunfante, su mirada me dio a entender que ya había resuelto los casos.
—Tienen quince minutos. —indicó el asistente y antes de que pueda retirarse, me acerqué a él para preguntarle algo.
Después de que me respondiera, me acerque a mi grupo.
—¿Qué fue lo que le preguntaste? —me preguntó Marian.
—Ah, le pregunté si nos asignarían otras visitas cuando quisiéramos o esta era la única.
—Supongo que sí, ¿no? —dijo Marian.
—Me dijo que soy la primera en preguntarle eso, ya que los dos grupos anteriores ya determinaron las enfermedades y se fueron solo para escribir el tratamiento.
—¡¿Qué?! No creo que esto sea así de fácil, bueno… eso creo. —expresó Marian.
—Ajá. Y si queremos hacer otra visita, somos libres de hacerlo, pero debemos avisarle con anticipación. —continué.