El está enamorado de su mejor amiga. Ella está a punto de casarse. El día de su boda tiene un accidente y "muere" un año después el se encuentra con una chica que es idéntica a ella.
¿Será la misma mujer o una prima lejada muy parecida.?
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Parece una buena chica.
...Nicolás....
¿Qué le habrá dicho mi suegra a Cristina.? Se ve muy preocupada. ¿Porqué está así.? Tengo un poco de miedo. Pero es mejor preguntarle que no salir de dudas.
— Amor, ¿estás bien.? — No me gusta verla triste.
— Si. — Respondió ella pero no sentí sinceridad en sus palabras.
— ¿Tú madre dijo algo malo.? — Esperó que no. Me tendrá de enemigo si lo hace.
— No amor. Ella no dijo nada malo.
— ¿Porqué estás mal entonces.?
— No estoy mal, ya te lo dije..
— Amor no me mientas.
— No estoy mintiendo. De verdad estoy bien. — Forzó una sonrisa. Suegrita esperó que no la esté poniendo en mi contra. Puedo ser peligroso si lo haces.
...Cristina....
¿Para que preocupar a Nicolás con tonterías. Mejor que se quede así. En el camino no pude dejar de pensar en lo que mi padre me dijo. Siempre será mi padre y siempre será mi casa. ¿Porqué decir algo así.?
— Amor no me gusta cómo lucen tus ojos. Dime qué pasó. — Nicolás insistía en que yo estaba mal. Y tenía un poco de razón en eso.
— Mi mamá apoya tu idea de no querer niños. Estoy molesta. — Fue lo único que se me ocurrió para calmar su actitud paranoica .
— ¿Era eso.? — Funcionó y se calmó.
— Si.
— Amor ya te he dicho que sí quiero hijos contigo...
— Pero no ahora ya lo sé. — Interrumpí.
— Te juro que vamos a tenerlos. Los que tú quieras.
— Quiero seis. — A ver si no lo espantó. En estos tiempos casi nadie tiene más de tres hijos.
— Si tú quieres te hago ocho. Estaré encantado.
— Ya dijiste, no te puedes retractar.
— No lo haré.
Me puse feliz y decidí olvidar lo que mis padres dijeron. Nicolás es un buen tipo y me ama. Mientras su corazón me pertenezca no me importa lo demás.
— Amor tengo algo para ti. — Tomó una caja del asiento trasero y me la puso en las manos. — Ábrelo.
— ¿Qué es.? — Traté de escuchar algún sonido pero no lo logré.
— Te va gustar. — Destapé el regalo y si que me gustó.
— Muchas gracias amor. — Lo abracé. — ¿Cuándo nos vamos.? — Eran boletos de avión para Miami.
— En dos semanas. Se que tienes una vacaciones así que decidí aprovechar ese tiempo.
— Yo feliz de aprovecharlo contigo. — Lo abracé y besé. — Te amo.
— Y yo. Pero mejor te lo demuestro arriba. — Salimos del auto y en el elevador parecía que nuestra ropa iba a desaparecer. Pero logramos contenernos hasta llegar al departamento. Todas nuestras prendas quedaron regadas por la sala y no nos aguantamos hasta la habitación, lo hicimos ahí mismo.
El me cargó en sus brazos y se ayudó de la pared para darme en**stidas fuertes y placenteras. Por mucho que intentaba no gemir fuerte no podía, me tenía loca del placer. Quería más y más. Lo pedía a gritos.
Tuvimos el orgasmo y paramos pero luego el me acostó sobre la mesa y abrió mis piernas tanto que sentía el aire, después sentí algo más duro. Algo que me llevó al cielo.
— Aaaa, aaa. — Nicolás no dejaba de en**stirme y yo no dejaba de anhelar cada vez más. Tuve un segundo orgasmo y me llevó a la habitación. Me puso en cuatro sobre la cama y siguió dándome ese placer que a mí tanto me gusta.
Nos cansamos y el me acostó sobre la cama para meterse dentro de mi una vez más.
— Te amo. — Dije con la respiración muy agitada.
— Yo también. — Nos vinimos en el otro y me quedé dormida.
Al día siguiente desperté en sus brazos. Y no tienen idea lo que me encanta despertar así con el.
— Hola. — Le saludé.
— Hola. — Saludó el y me dió un beso en la frente. — ¿Cómo dormiste.?
— Exelente. — Le sonreí. — Siempre quiero dormir así.
— No es difícil cumplir tú deseó.
— Te amo. — Puse un brazo alrededor de su cintura y lo besé. — Te amo cómo no tienes idea.
— ¿Siempre me amarás de esa forma.?
— Si. — Mencioné sin siquiera pensarlo.— Yo quiero que tú seas el papá de nuestros seis hijos.
— Lo seré. Tenlweo por seguro. — También sonrió.
— Voy a preparar el desayuno. — Me iba a levantar pero el me detuvo.
— Ya hay alguien encargándose.
— ¿Quién.?
— Cámbiate y lo verás.
— Me daré un baño. — Salí de la cama cómo Dios me trajo al mundo. No me da pena estar así delante de él, ni siquiera la primera vez que lo hice me dió pena. Tal vez un poquito, pero muy poquito. Nicolás siempre hace que me sienta segura con el, exepto en la parte de otras mujeres, ahí si soy muy insegura.
— ¿Ya casi sales.? — Nicolás tocó la puerta del baño.
— En un minuto. — Terminé de bañarme y me puse mi bata.
— Me bañó y te presentó a la cocinera. No salgas hasta entonces.
— ¿Porqué tanto misterio.?
— No es misterio. Sólo no quiero que te vea desnuda. Cámbiate.
— Okay. — Le dí un beso en sus hermosos labios y fuí a cambiarme. El salió unos minutos después y también se cambió. Luego fuimos a la cocina y me dí cuenta de que todo el desastre que habíamos hecho anoche estaba limpió. Sentí un poco de pena pero desapareció con rapidez. Somos esposos. ¿Qué tiene de malo que ella sepa lo que hacemos.?
— Amor ella es Gema, la nueva cocinera. Gema ella es Cristina, mi esposa.
— Buenos días señora Brown. — Ese señora Brown sonó muy lindo.
— Buenos días. Me gusta mucho el apellido de mi esposo pero prefiero que sólo me diga Cristina
— Pero...
— Házle caso, es muy obstinada. — Intervino Nicolás.
— Bueno. Es un gusto señora Cristina. — Me dió la mano.
— El gusto es mío. — También se la di. Esta bella señora también me resulta familiar.
...Nicolás....
Mi Nana no mostró su asombró al verla. Me alegra que no lo haya hecho.
— El desayuno está listo, siéntense.
— ¿Quiere que la ayudé.? — Preguntó Cristina.
— No señora. No es necesario.
— Por favor. Usted ya hizo el desayuno dejé que la ayudé a servir. — Insistió y fue a la cocina.
— Enserio es obstinada. — Me dijo en voz baja. Yo sólo asentí con la cabeza.
Cristina le ayudó a poner la mesa y la invitó a desayunar con nosotros.
— Gracias señora. Ya desayuné.
— ¿Está segura.?
— Si. No sé preocupe.
— Está bien. — Desayunamos y ella se fue a cepillar los dientes y recoger su mochila.
— ¿Qué opinas.? — Le pregunté a mi Nana.
— Es idéntica a la señorita Lucrecia. Físicamente.
— ¿Verdad que sí.? ¿Creés que sean parientes.?
— No lo sé señor.
— ¿Cómo te cayó.?
— Bien. Parece una buena chica.
— Lo es. Te aseguro que lo es.