Ivonne Bellarose, una joven con el don —o maldición— de ver las auras, busca una vida tranquila tras la muerte de su madre. Se muda a un remoto pueblo en el bosque de Northumberland, donde comparte piso con Violeta, una bruja con un pasado doloroso.
Su intento de llevar una vida pacífica se desmorona al conocer a Jarlen Blade y Claus Northam, dos hombres lobo que despiertab su interes por la magia, alianzas rotas y oscuros secretos que su madre intentó proteger.
Mientras espíritus vengativos la acechan y un peligroso hechicero, Jerico Carrion, se acerca, Ivonne deberá enfrentar la verdad sobre su pasado y el poder que lleva dentro… antes de que la oscuridad lo consuma todo.
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Capítulo 15
Jerico hizo un movimiento rápido con sus manos, transformándose en un humo negro. De inmediato, una sensación de confusión y mareo invadió al pequeño grupo, que aún no sabía de dónde vendría el ataque.
—¡Rodeémosla! —ordenó Claus con voz firme, logrando que todos reaccionaran y se colocaran alrededor de Ivonne, quien yacía desmayada en el suelo—. No sabemos por dónde atacará —susurró con tensión.
Una risa escalofriante se deslizó por el aire, envolviéndolos como un eco inquietante.
—Qué tiernos... ¿De verdad creen que pueden detenerme? —la voz de Jerico se escuchó burlona, flotando en el viento con una despreocupación cruel.
—Violeta —dijo Claus, apretando los dientes—, ¿puedes levantar un campo de fuerza?
Violeta asintió en silencio, preparándose.
Pero antes de que pudiera moverse, un cuervo de gran tamaño emergió de la oscuridad, surgiendo entre ellos con un batir de alas imponente. Se abalanzó sobre Ivonne, envolviéndola en un manto negro. Su silueta se desvaneció en medio del campo, dejando tras de sí solo un cascarón vacío envuelto en cenizas.
Dentro de su mente, Ivonne sintió un vértigo repentino. Un frío gélido la invadió, su respiración se volvió errática y su corazón palpitó con fuerza, cada latido retumbando en sus oídos como un tambor de guerra. Antes de darse cuenta, se encontró en un lugar oscuro y vasto, donde el tiempo y el espacio parecían disolverse en la nada. La oscuridad era densa y sofocante, como una niebla espesa que se enroscaba en su piel, impidiéndole moverse con facilidad. Sus pies no tocaron el suelo; parecía suspendida en un vacío sin fin.
Un murmullo espeluznante la rodeó, como si muchas voces susurraran a la vez desde la nada. Algunas eran lejanas, como ecos de recuerdos olvidados, mientras otras se colaban justo al lado de su oído, helando su sangre. La sensación de estar atrapada en una pesadilla viva la envolvió por completo.
Entonces, de entre las sombras, emergió una figura. Jerico apareció frente a ella con una sonrisa tranquila, su rostro iluminado solo por el resplandor de sus ojos. La mirada de Ivonne se encontró con la de él, y una sensación de inquietud se arraigó en su pecho, tan densa como el propio vacío que la rodeaba.
—No tengas miedo, hija —dijo Jerico con un tono dulce, casi paternal, pero cargado de veneno disfrazado de afecto.
Ivonne sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sus palabras, a pesar de su suavidad, llevaban un peso siniestro, como cadenas invisibles que intentaban sujetarla.
—¿Dónde estoy? ¿Qué hiciste? —preguntó con voz firme, pero su respiración entrecortada la traicionó.
Jerico extendió una mano hacia ella, con la relajada arrogancia de alguien que sabía que, tarde o temprano, su presa cedería.
—Solo quiero protegerte de todos ellos. En este mundo, todos pueden traicionarte. Quiero enseñarte lo que realmente eres. Eres parte de mí, Ivonne. —Su figura se acercaba, con la mano extendida como una promesa envenenada.
Ivonne dio un paso atrás, pero las palabras de Jerico parecían envolverla como un manto de terciopelo oscuro, suave pero asfixiante. Entonces, sin previo aviso, un tirón invisible la jaló desde dentro del pecho, haciéndola tambalear. Un susurro—¿la voz de su madre?—rozó su mente, confuso y lejano, como un eco de amor perdido.
Una parte de ella, oculta y temblorosa, quería creerle. La oscuridad la tentaba con la promesa de descanso, de soltar el dolor. Su cuerpo se detuvo por reflejo, la sensación era casi reconfortante... hasta que se transformó en puro terror.
Su corazón gritó por liberarse de esa influencia. Un destello de recuerdos: el abrazo cálido de su madre, la risa de Violeta, la mirada protectora de Jarlen. Esa chispa de luz rompió la ilusión.
—No —susurró Ivonne, con una furia que comenzaba a despertar desde lo más profundo de su ser.
Mientras tanto, en el mundo real, sus amigos enfrentaban un peligro creciente. El campo estaba sumido en el caos, envuelto en una oscuridad densa que parecía devorar la luz. Criaturas sombrías emergieron del suelo como espectros de pesadilla, retorciéndose con movimientos antinaturales. Tenían garras como cuchillas y colmillos que destilaban veneno, moviéndose con gran velocidad y golpeando con fuerza inhumana.
Jarlen y Claus no dudaron. Sus cuerpos se transformaron en imponentes lobos, liberando un rugido que resonó como un trueno. Jarlen saltó sobre la primera criatura con furia pura, sus garras desgarraron la carne oscura mientras un aullido de desafío rompía el aire. Claus, a su lado, destrozó a otro espectro de un zarpazo brutal, pero cada sombra destruida se deshacía en humo solo para regenerarse segundos después.
—¡Maldita sea, no se detienen! —gruñó Claus, sus ojos brillaban con rabia.
—¡No importa cuántas caigan, siguen viniendo! —Jarlen, aturdido, lanzó otro ataque feroz.
Violeta, con el rostro bañado en sudor, alzó las manos y conjuró un círculo mágico que explotó en un estallido azul, incinerando a varias sombras a la vez. A su lado, Erasmos canalizaba un torrente de energía que derribaba a las criaturas en oleadas, pero la marea oscura parecía interminable.
—¡Debemos sacar a Ivonne de aquí! —La voz de Jarlen sonó grave, cargada de urgencia.
—¡Están bloqueando el paso a propósito! —respondió Erasmos mientras una ráfaga mágica arrasaba a tres espectros—. No nos dejarán alcanzarla.
—¡Esto es inútil! —espetó Claus, lanzando un zarpazo que partió en dos a una criatura—. ¡Debemos romper el hechizo de ese loco o estaremos perdidos!
Violeta cerró los ojos por un instante, buscando una solución en medio del caos. Su mente encontró una respuesta peligrosa: un hechizo de luz pura. Sabía que drenaría su energía por completo. La magia de luz no era compatible con su naturaleza nocturna, pero era la única manera de cortar el vínculo oscuro que atrapaba a Ivonne.
—No hay otra opción —susurró para sí misma, y con un destello de determinación, se adelantó.
Erasmos detuvo su paso hasta Ivonne, su preocupación reflejada en sus ojos.
—¿Estás segura? Podría... destruirte —dijo con voz tensa.
—Voy a traerla de vuelta—afirmó ella, apartándolo.
Él asintió y decidió cubrir su espalda mientras ella se abría paso hasta el cuerpo inmóvil de Ivonne.
Mientras tanto, una Ivonne perdida en su mente se retorcía con voces gritando en su cabeza, mientras Jerico seguía manipulándola con palabras dulces pero venenosas.
—Tu madre te odiaba, te traicionó. Nos traicionó. Como todos a nuestro alrededor —susurró con una voz cargada de resentimiento.
Ivonne sintió un escalofrío recorrer su piel, como si un manto de hielo la envolviera.
—No, ella no lo hizo... deja de intentar meterte en mi cabeza —susurró, pero su voz se quebró, temblorosa y débil.
Las sombras en su mente susurraron más fuerte. Voces de su pasado emergieron con crudeza, como cuchillas que rasgaban su alma.
—Te dejó con ese estúpido humano. Murió y te abandonó. Él te golpeó al descubrir que eras mi sangre —la voz de Jerico retumbó como un trueno—. ¿No ves que solo quiero que vuelvas? El mundo está contaminado por la traición. Solo conmigo serás feliz.
De repente, imágenes de su infancia inundaron su mente. Todas las veces que fue golpeada, todas las veces que lloró en la oscuridad, todas las veces que sintió que no pertenecía a ese mundo. Cada recuerdo la golpeaba con una fuerza brutal. Se encogió sobre sí misma, atrapada en su propio dolor.
—¡Para! —gritó, sintiendo que el peso del pasado la aplastaba, cada recuerdo tan real que casi podía sentir los golpes frescos en su piel.
—¡Eres solo mía! ¡Solo yo puedo cuidarte!— Las voces se intensificaban, los recuerdos se volvían más nítidos. Moretones aparecían en el cuerpo de Ivonne, como si cada golpe fuese reciente, desgarrando tanto su carne como su espíritu.
El cuerpo de Ivonne se retorcía con dolor en el vacío.
—¡Ya basta!
Como si sus palabras fueran un conjuro, todo se detuvo. Solo quedaron los susurros, ligeros y persistentes, como un eco lejano que aún amenazaba con volver.
Jerico se acercó a ella, levantando su rostro con una mano tan fría que parecía la de un muerto. Sus ojos, de un azul grisáceo idéntico a los de Ivonne, parecían pozos sin fondo llenos de locura.
—Tienes mi sangre, Ivonne. Eres especial. Ven conmigo y no sufrirás nunca. Ellos pueden traicionarte. Esos malditos perros y esa bruja podrían traicionarte, pero yo... jamás —sus palabras fueron seductoras, envueltas en una ternura envenenada.
Ivonne sintió la tentación de rendirse. El dolor, la soledad, la desesperanza... todo parecía empujarla hacia él. Pero entonces, una chispa de duda nació en su interior.
De repente, una voz susurró en su mente, serena y firme.
—No confíes en él.
Su respiración se agitó. Los recuerdos de su madre protegiéndola, sus cuentos sobre un hombre maldito, las cadenas que había puesto en ella, el miedo en sus ojos cuando hablaba de él... Todo cobró sentido.
Jerico no quería protegerla.
Quería poseerla.
Con una mirada desafiante, Ivonne se apartó bruscamente de su toque, el rechazo fue como un latigazo de fuego.
—No. No soy como tú. No viviré mi vida con miedo a que todos me traicionen.
Jerico frunció el ceño, su expresión se torció en una mueca monstruosa mientras extendía la mano para atraparla. Pero en ese momento...
Un resplandor blanco, puro e intenso, explotó en medio de la oscuridad. La sombra retrocedió, chillando en agonía.
Ivonne sintió un calor reconfortante envolverla, como si manos invisibles la protegieran. La presión en su pecho desapareció. Sus sentidos regresaron a la realidad.
En el mundo real, Violeta había usado toda su magia para romper el lazo de Jerico. Un aura de luz pura la rodeaba, iluminando el campo de batalla por un instante. Su cuerpo tembló, su energía casi agotada. Con la última fuerza que le quedaba, tomó la mano de Ivonne.
En el mundo real, Violeta había usado toda su magia para romper el lazo de Jerico. Su cuerpo tembló, su energía casi agotada. Con la última fuerza que le quedó, tomó la mano de Ivonne.
Ambas cayeron al suelo, débiles, pero libres.
Jarlen y Claus eliminaron las últimas sombras con una furia desatada. Sus ojos, encendidos por la rabia y la preocupación, se clavaron en los cuerpos inertes de Ivonne y Violeta.
Sin perder un segundo, corrieron hacia ellas. No hicieron falta palabras; el vínculo que compartían hablaba por sí solo. Cada uno cargó a una de las chicas sobre su lomo, sintiendo el peso no solo de sus cuerpos, sino del sacrificio que acababan de hacer.
Erasmos, en su forma imponente de dragón, desplegó sus alas con un rugido que resonó por todo el campo de batalla. Voló en círculos sobre ellos, su aliento ardiente creando una barrera protectora que mantenía a raya cualquier amenaza que pudiera quedar. Cada batir de sus alas era un recordatorio del poder que aún protegía a los suyos.
Su destino era claro: la manada. Solo allí estarían a salvo. Solamente allí podrían sanar, tanto en cuerpo como en espíritu. Y allí, entre aliados y verdades ineludibles, Ivonne tendría que enfrentar la oscura herencia que corría por su sangre... y el destino que la aguardaba.
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...Hola florecitas....
...Les aviso que la próxima semana les estaré dejando un maratón de 5 capítulos (quizás más)....
...Para Celebrar que casi termino de redactar mi primero libro...o sea este. ...
...Espero que los disfruten y que me sigan dando todo su apoyo....
Por cierto, les agradecería mucho si al terminar el libro comentaran si les quedó alguna duda de la historia en general, o si ahora mismo tienen alguna duda.
...Y bueno mucho amor para ustedes y besitos en el miocardio....
felicidades me encantó 😘😘