Erick un antiguo detective retirado es una persona obsecionada con un caso de desapricion del pasado resibe una misteriosa llamada anonima que lo llevara a volver al caso, el inicio que comenzo con esta llamada lo metera a los planes de una organizacion que nos dice que el secuestro de laura no es tan simple como parece
La historia está hecha para que te preguntes si hubieras seguido las decisiones que Erick toma a lo largo de la historia
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Los contactos de mi padre
Las horas se suceden en mi apartamento, un tic-tac constante en el silencio que solo mis obsesiones parecen romper. El humo del cigarrillo danza en la penumbra, un reflejo fugaz de la confusión que me envuelve. El auto de María, aunque cerca de la casa de huéspedes, no necesariamente nos incrimina directamente. La evidencia circunstancial se desvanece ante la magnitud de la conspiración. El caso, lo sé, está estancado. Un muro de silencio, de mentiras bien tejidas, se alza ante mí. Pero hay algo, una única chispa que se resiste a apagarse: el anillo. El anillo de la figura misteriosa, ese detalle fugaz que me perforó la memoria.
La imagen del anillo vuelve una y otra vez a mi mente, una espiral de metal oscuro con una extraña inscripción. Sacando un viejo cuaderno de bocetos, un hábito adquirido de mis días como detective, comienzo a dibujar. El trazo de mi lápiz es preciso, casi compulsivo, guiado por la memoria fotográfica que he cultivado durante años. La forma del anillo, la textura del metal, los detalles de la inscripción... todo va tomando forma en el papel. Es un símbolo complejo, una mezcla de líneas geométricas y símbolos que no reconozco.
Pero algo en él resuena, una sensación de familiaridad que se aferra a las profundidades de mi mente. Con el dibujo frente a mí, reviso mentalmente las antiguas bases de datos, los archivos que alguna vez fueron mi segunda piel. No es la insignia de ninguna organización conocida, ningún gremio secreto o sociedad secreta que haya registrado jamás. Sin embargo, la sensación de familiaridad persiste, como un eco lejano, casi inaudible.
La frustración me roe, una sensación conocida y desagradable que se anida en mi estómago. El tiempo se agota y la red que se cierra a mi alrededor es cada vez más asfixiante. Dejo el cuaderno sobre la mesa, la imagen del anillo grabada en mi retina. Miro por la ventana, hacia las luces de la ciudad, y un nombre, un susurro, brota de mi subconsciente: Sociedad Aurea. Nunca había oído hablar de ella, pero la sensación que se apodera de mí es que Sociedad Aurea es la llave para desbloquear el enigma que me atormenta. La sensación es opresiva, la certeza de que he dado con algo importante me invade.
Mis dedos, con una precisión casi mecánica, buscan entre los papeles esparcidos sobre mi mesa. El diario rescatado del sótano, con su portada desgastada y sus páginas amarillentas, está allí, junto a los restos de mis otras investigaciones. Lo abro con cuidado, mis ojos recorriendo las entradas apresuradas, la caligrafía temblorosa que revela la angustia de su autor. Y allí está, más clara ahora que la primera vez, escrita con sangre, una frase que se graba en mi memoria: "Muerte a la Sociedad Áurea". La revelación me golpea con la fuerza de un puñetazo. La Sociedad Áurea. El nombre, antes un susurro en el borde de mi conciencia, ahora resuena con una claridad escalofriante.
Las piezas dispersas del rompecabezas, de alguna manera, comienzan a encajar. El anillo, el símbolo enigmático, la casa de huéspedes, la explosión... todo apunta a esta oscura organización. Saco mi teléfono, el número de mi padre, o mejor dicho, el número de un viejo contacto suyo, aparece en la pantalla. Un hombre de negocios, un magnate de la información con dedos metidos en lugares que la mayoría prefiere ignorar. Este no es un hombre al que se llame por ligereza. La llamada suena durante una eternidad, una tensión palpable en el silencio de mi apartamento.
Finalmente, una voz ronca contesta, un tono áspero que denota años de experiencia en las sombras. Le explico la situación, mostrando mi dibujo del anillo, describiendo las recientes muertes y la extraña inscripción en el diario. Hay una pausa, un silencio en el otro extremo de la línea que se siente más pesado que la muerte misma. Luego, una respuesta, escueta y fría, que me deja con más preguntas que respuestas. Me da una dirección, un lugar y una hora. No hay garantías. Nada de eso.
Sólo una oportunidad, una pequeña ventana abierta en un mundo de secretos. La oscuridad fuera de mi ventana parece haberse vuelto más profunda, el silencio más amenazante.
La imagen de mi padre, un hombre imponente en su uniforme, se materializa en mi mente. La rectitud era su escudo, la justicia su espada. Recuerdo sus historias, contadas con una voz calmada, historias de un trabajo arduo y sacrificios silenciosos. Y luego, el vacío. El silencio que siguió a su asesinato, un vacío que nunca se ha llenado por completo. Un caso sin resolver, un dolor que se aferra a mí con la tenacidad de un parásito.
Un solo nombre surge entre los recuerdos: Evan Olsen, su amigo mas cercano. El único que, en medio de la corrupción y las traiciones que plagaban la fuerza policial, me ayudó a encontrar al asesino que le quitó la vida. Fue un caso brutal, una investigación que nos sumergió en las entrañas podridas de una organización farmacéutica mundial. Un asesino en serie, un engranaje minúsculo dentro de una vasta red de crímenes. La conexión, hasta ahora incierta, ahora cobra una resonancia perturbadora. Esa investigación de mi padre… ¿podría estar conectada con la Sociedad Áurea?
La idea se instala en mi mente como una semilla oscura que comienza a crecer. El símbolo del anillo, tan complejo y enigmático, podría ser un enlace entre dos mundos que creí separados por un abismo. El recuerdo de aquel caso resurge con una nueva intensidad, el eco de las mentiras, de la corrupción, de los cuerpos sin vida. La red de conexiones entre mi pasado, el presente, y la búsqueda de justicia para Laura se vuelve intrincada y casi insoportable. Me siento atrapado en una espiral de sombras, perseguido por los fantasmas de mi pasado mientras la amenaza presente se cierne cada vez más cerca. La llamada de mi contacto permanece latente, la promesa de una respuesta, la posibilidad de descubrir la verdad.
Pero también hay algo nuevo, algo que antes no veía, un puente que conecta la tragedia de mi padre con la desaparición de Laura y la Sociedad Áurea. El peso del conocimiento y la carga emocional de mi pasado me abruman. La búsqueda de la verdad, antes un objetivo casi obsesivo, se convierte ahora en una necesidad primordial, en una cuestión de supervivencia.