Arabela es una adolescente que la mayor parte del tiempo se la pasa perdida en sus pensamientos, tratando de entender el interés que despertó en una de sus compañeras de salón, cuando antes de jugar botella ambas eran invisibles en la vida de la otra.
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CAP 16. INSEGURA
—Toma asiento —me señaló la maestra cuando estuvimos en su cubículo, ella también se sentó—. Me sorprendió mucho la descripción que diste en el salón sobre tu personaje, ¿todo eso lo improvisaste?
La miré y con una corriente estrépita yendo y viniendo de mi estómago a mi pecho, asentí.
—No estaba segura de integrarte al concurso de escritura que será en unas semanas. Con lo que acabo de oír me lo dejas claro. Eres la candidata perfecta para representar a la escuela el concurso. ¿Te gustaría?
—No sé, no soy tan buena como usted dice. Lo improvisé, no creo que me vuelva a salir algo así.
—Si lo hiciste una vez, claro que podrás una vez más. Confía en ti. Yo confío en ti —Sonreí con los labios temblorosos.
Demasiada responsabilidad había en mis hombros. La maestra Lucía pensaba que yo era una niña prodigio en eso de la escritura. No era así, esas palabras salieron porque estaba enamorada de la chica Rebelde, de la que me habían advertido que no era buena para mí.
—Arabela, sé que puedes sentirte insegura. No te preocupes, yo te apoyaré. Creo firmemente que si pudiste improvisar tan bonitas palabras, no me imagino qué escritos inspiradores lograrías estando concentrada.
—Nada.
—¿Cómo?
—Digo, nada, nada —agité las manos para que la maestra no le tomara importancia.
—Bien, entonces en las próximas semanas te estaré viendo en mi cubículo para checar los avances de tu escrito. Por ahora te entrego las bases de la convocatoria —Me dio una hoja saturada de letras. Me agobié.
—¿Tienes alguna duda? Te noto indiferente.
—Maestra, no me siento capaz, creo que usted está viendo a una Arabela que no es, yo no escribo cosas bonitas, ni inspiradoras, solo soy yo, una simple estudiante con muchas cosas en mi cabeza que no puedo resolver —me levanté haciendo rechinar la silla—. Lo siento pero no creo ser la indicada —me dirigí a la puerta.
La maestra Lucía se paró y se puso frente a mí cuando yo tenía la mano en la puerta entreabierta.
—Entiendo que te sientas abrumada. Tu edad es una etapa un poco compleja. Estás experimentando muchas cosas a la vez y no sabes dónde descargar esa energía.
—¿Cómo lo sabe?
—A las adolescentes se les olvida que nosotras las adultas también tuvimos su edad —me puso la mano en el hombro—. Arabela, yo sé de lo que eres capaz, te he visto en cada una de mis clases. Yo confío en ti.
Jugué un poco con mis labios y miré al suelo antes de verla de nuevo.
—Está bien lo haré —dije entusiasmada. La maestra me sonrió y me dio un ligero apretón en el hombro.
—Bien, ya puedes ir a tu clase, nos vemos luego.
Volví al salón un poco distraida por la plática con la maestra. Cuando crucé el umbral mi mente retrocedió a la misión de hablar con Rebeca. Su lugar estaba vacío. ¿A dónde había ido? No me tardé más de 10 minutos y nos tocaba educación física.
Me acerqué a Marlen y le pregunté por ella. No supo decirme. No estaba segura de hacerlo, pero ya no tenía más alternativas. Me acerqué a Cuky con el temor de recibir burlas de su bolita de amigas mientras jujaban cartas.
—¿Has visto a Rebeca?
Alzó los hombros y negó con la cabeza sin dejar de poner atención a su juego.
Volteé una vez más a su asiento y no se me ocurría dónde pudo haber ido. César tampoco estaba y eso me provocó una punzada en la mitad del estómago. No quería pensar lo peor.
—¿Sabes si salió con César?
—No sé, no soy Cúpido.
Suspiré y vi entrar a César, lo que me hizo sentir aliviada de que no estuviera con ella. Se apresuró a llegar con Selene en los últimos lugares de la penúltima fila.
—Oye, ¿sabes dónde revelan rollos? —le preguntó sentándose en la paleta de su butaca.
—Ni idea, bájate de mi banca —lo empujó y César se quitó. El aprovechado puso su trasero en la butaca del compañero de a lado.
—Y ¿tú nerd? Porque lo sabes todo ¿no?
Le puse mala cara, él solo agitó la cámara entre sus manos.
En eso llegó Rebeca. César saltó de donde estaba, empujando la banca junto con el compañero ahí sentado. Julio le reclamó, pero César ni lo peló, se apresuró tanto por llegar hasta ella que parecía que se le iba a caer una jarra de vidrio con agua.
—¡Ey! ¡Rebe! Qué te parece si nos tomamos unas fotos para el recuerdo, la abrazó por el cuello. Rebeca giro su rostro hacia mí.
—Claro, ¿por qué no? y se volvió hacia él. ¿De dónde sacaste una cámara?
—¡Es un secreto! —exclamó.
—Quizá si lo dices más bajo pueda serlo —dije regresando a mi lugar. Él y Rebeca me miraron.
—¿A ti quién te habló, nerd? —me reclamó César.
—¡Ya! ¡Déjala! —lo empujó Rebeca.
—¿Por qué la defiendes?
—A veces eres muy molesto. Eso es.
—Bueno, pero ¿qué dice de las fotos?
¿Fotos? ¿Qué clase de fotos? ¡Ah! ¡lo odio!
—Luego.
—¿Por la tarde?, ¿en mi casa?, ¿como siempre?
¡Como siempre! ¿Cómo que como siempre?
—Sí, sí ya guarda eso.
—Vamos a la cancha —indicó el maestro al llegar.