Krasa Y Georgeus

El príncipe Georgeus se acercó al conde de Sharaf, le hizo una reverencia formal.

- "Permítame presentarme, soy el príncipe Georgeus, de la familia real de Joneon, duque de Reviere", expreso Georgeus con solemnidad.

- "No lo había conocido personalmente, pero claro que sé que es el príncipe heredero de la corona de Fontana", respondió el conde de Sharaf, con una extraña sensación de alejarse del joven que tenía una mirada que parecía traspasar su ser.

- "Lady Karoly, es una gran amiga mía, tuve la oportunidad de conocer mejor a Lady Krasa, a través de ella. Me gustaría darle un obsequio a usted", dijo Georgeus.

El príncipe de Fontana sacó un cofre, abriéndolo le mostró al conde unas caracolas de colores; eran muy extrañas porque había que adentrarse mar adentro para obtenerlas de unas islas despiertas; eran un lujo tenerlas como adorno en casa.

- "En mi última misión en el ejército de Fontana tuve que recorrer algunas islas adentrándonos en el profundo mar; me encantaría que las aceptara", expresó el príncipe Georgeus.

El conde de Sharaf miró fijamente las caracolas, como si lo llamaran a tomarlas, agarró con cuidado una de ellas, de pronto se pegó tanto en su piel que empezó a sangrar, mientras Georgeus recitaba "la maldad no prevalece, si el interior se fortalece".

Todos se quedaron mirando con asombro, cuando dejó de sangrar toda la caracola se tornó de un verde oliva, que luego cayó en el piso, brotando un humo que el príncipe Sago extinguió. El conde de Sharaf había quedado como en un trance, hasta que recuperó sus sentidos. Krasa ayudó a su padre a tomar asiento.

Cuando por fin pudo ser consciente de todas las acciones que había tomado durante el último año descubrió que algo no estaba bien. Luego tomó la mano de su hija, y se sintió terrible por la forma en que la había tratado; sin embargo, ella lo miraba preocupado, intentando encontrar al padre justo que siempre había tenido.

- "¿Qué es lo que he hecho?, lo siento mucho cariño", dijo el conde abrazando a su hija.

- "Estuvo bajo un hechizo de control mental, sigo sin entender a qué nos estamos enfrentando, parecen aparecer y desaparecer cuando nos estamos acercando a ellos", dijo el príncipe Sago preocupado, "¿puede recordar algo extraño que haya sucedido hace un año?", insistió Sago.

- "No lo sé su Alteza Real, solo recuerdo que luego del viaje organizado por la prima de su madre, Lady Lurina, he tenido bastantes eventos de perdida de memoria", respondió el conde de Sharaf.

El príncipe se quedó pensando, si había notado el cambio de Lady Lurina, pero había estudiado a su tía y no había encontrado algún hechizo de control mental. Lo que no sabía el príncipe de Urtesi, es que su verdadera tía había muerto, y que un ser antiguo y maligno había tomado control de su cuerpo, y vivía dentro de ella, hasta que le fuera útil.

Cuando el conde pudo recuperarse de tan gran descubrimiento participó con mayor ánimo de la reunión, sin sospechar aún el pedido que venía a continuación.

- "Conde ante los acontecimientos ocurridos, nos vemos en la necesidad de hacer un requerimiento muy especial fuera de su territorio; agradezco la presencia del príncipe Sago para ser testigo y darle la formalidad del caso al pedido", dijo el rey de Fontana.

- "¿A qué se refiere, Su Majestad?", preguntó el conde de Sharaf.

- "Este es un pergamino de pedido oficial de matrimonio, mi hijo, el príncipe Georgeus desea contraer matrimonio con su hija, Lady Krasa D' Luxe, sería un altísimo honor para nosotros que aceptara este requerimiento", expresó con solemnidad el rey de Fontana.

El conde de Sharaf se quedó impresionado, miró a su hija que lo veía nerviosa, tomando con sus manos el hermoso vestido que tenía puesto.

El conde tomó el pergamino, leyó con detenimiento cada párrafo, miró al príncipe Georgeus, quien por primera vez si sentía cierto temor por el conde, sabía que el hombre frente a él, ya no estaba hechizado, y si hacía algún rechazo correspondía a su propia voluntad.

- "Me corresponde mandar la respuesta con un pergamino con nuestro requerimiento, luego de lo cual los esperaré en Urtesi", dijo el conde de Sharaf.

Georgeus estaba confundido, eso no era ninguna aceptación, aunque tampoco ninguna negativa; se sorprendió aún más con la sonrisa que dibujó Krasa.

La jovencita recordaba que su padre le había hecho lo mismo al príncipe Carpio, lo que significaba que su padre había aceptado el matrimonio, pero no se lo iba a poner fácil al príncipe Georgeus; aunque le aliviaba saber que su padre había vuelto a ser él mismo, y que solo sería cuestión de esperar un poco para casarse con el amor de su vida.

- "Con el respeto que me merecen Sus Majestades, Sus Altezas Reales, Duques de Husag, debemos retirarnos, agradezco la amabilidad, también me honra el requerimiento formulado. Con su permiso", dijo el conde poniéndose de pie.

Los reyes de Fontana dieron el permiso para retirarse, y el conde y su hija se dirigieron al patio para subir a su carruaje, Georgeus caminaba tras ellos, queriendo entender lo que estaba pasando.

- "Ve a despedirte de tu novio, hija", dijo el conde de Sharaf antes de que se subieran al carruaje, tan bajo que solo Krasa pudo escuchar.

Krasa se dio la vuelta y fue corriendo a abrazar a Georgeus colgándose de su cuello, cuando se soltaron ella lo quedó mirando con una sonrisa.

- "Trataré de que mi padre no ponga tantas exigencias en el pergamino de respuesta, no te preocupes si requiere más tiempo para la boda, voy a esperarte todo lo que haga falta", dijo Krasa emocionada.

- "¿Eso quiere decir que él aceptó?", preguntó Georgeus.

- "No oficialmente, pero me dijo que me despidiera de mi novio. Te veo en Urtesi, prepararé el dulce de fresa que te gusta", respondió emocionada Krasa.

El corazón de Georgeus por fin pudo tener paz, había estado nervioso todo ese tiempo temiendo que algo pudiese salir mal, pero ahora brillaba con intensidad el amor. Le dió un beso en la mano a Krasa, ante la mirada seria de su padre, para luego agitar sus manos despidiendose rogando que el tiempo pase rápido para volverse a ver.