Sofía es una joven que ha crecido en la soledad de la orfandad, enfrentándose a una serie de tormentos internos que la han marcado desde su infancia. En su búsqueda de pertenencia y amor, se cruza con Lucius, un enigmático hombre que posee una esencia sombría y que, a lo largo de su vida, jamás ha experimentado la calidez de los sentimientos. A medida que sus caminos se entrelazan, Sofía se enfrenta al desafío de luchar contra la atracción que siente hacia él y las sombras que parecen rodearlo. ¿Podrá encontrar la fuerza necesaria para resistirse a su cautivadora belleza y, al mismo tiempo, desentrañar los misterios de su alma oscura, o sucumbirá a su hechizo, perdiéndose en el abismo de su atracción?
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dudas
¡Esta es la habitación!, exclamó la empleada al entrar justo después de Sofía.
Era imposible no dejarse llevar por la belleza del lugar; la habitación era realmente maravillosa y desprendía una calidez que la hacía muy acogedora.
Las empleadas se acercaron amablemente a Sofía para ayudarla a quitarse el vestido, realizando su tarea con delicadeza.
Sofía, aún un poco nerviosa, comentó: ¿Y el duque dormirá aquí también?. Su voz denotaba la mezcla de nervios y ansiedad que sentía.
Así es, no se preocupe, todo está preparado para esta noche, respondió la empleada con una sonrisa, consciente de que durante la luna de miel, los esposos suelen pasar el tiempo juntos en la cama.
A la hora de la comida, Sofía se sentó a la mesa y comió sola. El lugar que había frente a ella ya estaba dispuesto con platos y cubiertos, pero Lucius aún no había llegado.
Al llegar la noche, Sofía se retiró a su habitación. Se acomodó en la cama, abrigada hasta el cuello, sintiendo una mezcla de nervios y ansiedad mientras esperaba la llegada de Lucius. Sin embargo, tras haber pasado un par de horas en esa expectante , sus ojos comenzaron a cerrarse, y finalmente, se dejó llevar por el sueño, quedando completamente dormida.
A la mañana siguiente, el sol brillaba intensamente en lo alto del cielo, iluminando cada rincón del paisaje. El ambiente era tan tranquilo y sereno que Sofía se había dejado llevar por el sueño, aprovechando así la calma del lugar para descansar un poco más durante la mañana.
El sonido de la puerta la sacó de su sueño.
—¡Buenos días, duquesa! —anunció una de las empleadas mientras entraba en la habitación, llevando una bandeja repleta de deliciosos manjares. La criada sonreía, segura de que el duque había pasado la noche junto a ella, y por eso se tomaba la libertad de hacerle entrega del desayuno tan temprano, pues sabía que tendrían hambre.
Al abrir la puerta, se dio cuenta de que Sofía estaba sola en la cama, mientras que el lado del duque permanecía intacta, indicando que él aún no había regresado.
“¡Buenos días! Disculpa, me quedé dormida, pero de inmediato me levanto a hacer los deberes,” comentó Sofía al incorporarse en la cama, mientras se pasaba una mano por el cabello revuelto.
“Para nada, mi señora. No hay ningún deber que deba atender en este momento. Recuerde que está disfrutando de su luna de miel,” respondió la empleada con una sonrisa, mientras colocaba la comida en una pequeña mesa cerca de la ventana, dejando que la luz del sol iluminara el espacio.
A continuación, se acercó a Sofía con amabilidad y comenzó a ayudarla a ponerse la bata, asegurándose de que estuviera cómoda y lista para el día.
Así transcurrieron las mañanas de Sofía: durante las siguientes dos semanas, le permitieron que la peinaran y la bañaran a diario. Aunque ella mostraba resistencia a vestirse con los elegantes vestidos que le ofrecían, prefería ponerse sus propias prendas o algunas más simples que le resultaban mucho más cómodas.
Agobiada por la situación en la que se encontraba, y sin ninguna actividad que la distrajera debido a que no le permitían salir de la mansión, decidió comenzar a plantar numerosas rosas justo al pie de su ventana. Su rostro y su vestido estaban manchados de lodo, resultado del trabajo que estaba realizando. A pesar de que los empleados de la mansión intentaban ofrecerle su ayuda, ella se negaba a aceptarla, prefiriendo trabajar sola en su actividad.
Señora, ¿le gustaría algo? ¿Quizás un té? preguntó una de las empleadas, observando a Sofía, quien estaba profundamente sumida en sus pensamientos.
Sofía, en ese momento, se encontraba pensando sobre la ausencia de Lucius, preguntándose si era normal que él no hubiera hecho acto de presencia después de la boda. La inquietud la invadía mientras su mente daba vueltas en torno a esa situación.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Sofía, dirigiendo su mirada a la empleada.
—¡Por supuesto, señora! —respondió la empleada con un tono servicial.
—Primero, te ruego que me llames Sofi —interrumpió la joven, con una sonrisa que buscaba romper la formalidad. Y en segundo lugar, ¿alguien sabe algo del duque? Ya lleva semanas sin aparecer. —Sofía observó atentamente a la mujer, quien parecía dudosa y no sabía qué responder ante la inquietud que la joven había expresado.