LA VETERANA: ¡NO ERES MI TIPO! ALÉJATE
María Teresa Andrade, dueña de una pequeña tienda de esencias naturales y exóticas para postres, lleva una vida tranquila tras diez años de viudez. A sus 45 años, parece que el amor es un capítulo cerrado...
Hasta que Marcello Dosantos, un carismático repostero diez años menor, entra en su vida. Él es todo lo que ella intenta evitar: extrovertido, apasionado, arrogante y obstinado. Lo opuesto a lo que considera "su tipo".
Es un juego de gato y ratón.
¿Logrará Marcello abrirse paso hasta su corazón?
María Teresa deberá enfrentar sus propios miedos y prejuicios. ¿Será capaz de rendirse a la tentación de unos labios más jóvenes?
¿Dejará de ser "LA VETERANA" para entregarse al amor sin reservas? O, como insiste en repetir: “¡No eres mi tipo! ALÉJATE”
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15. Detectar gusanos.
Narrador Omnipresente
La hora de la recepción llegó, y Marcello Dosantos se colocó frente al listón dorado, listo para dar inicio al evento. Con un elegante corte ceremonioso, declaró inaugurado Dulce Inspiración.
El lugar esta abarrotado de figuras destacadas de la política y la farándula. Cada invitado parece haber acudido vestido para una ceremonia de los premios Oscar; nadie quiso perderse la oportunidad de estar presente en la apertura del proyecto más ambicioso de Marcello.
En casa de María Teresa
Roqui, al enterarse de la exclusividad del evento, no perdió el tiempo. Movió todas sus influencias hasta conseguir dos entradas, convencido de que asistir será una vitrina perfecta para relanzarse en este país. No se conforma con cualquier atuendo: pide a uno de sus empleados dos vestidos de su más reciente colección.
—Amigo, ¿no te parece que este vestido es demasiado juvenil para mí? —se queja María Teresa mientras tira de la tela con cierta incomodidad.
Roqui, visiblemente agotado de discutir sobre el asunto, se cruza de brazos, respira profundamente y cierra los ojos en un intento de mantener la calma.
—Dime algo, amiga: ¿quién es el diseñador, tú o yo?
María Teresa bufa, con los brazos cruzados y haciendo un gesto incómodo en su rostro. Luego, suelta un suspiro de resignación.
—Tú.
—Entonces deja de quejarte. —Roqui hace una pausa, esbozando una sonrisa triunfal antes de continuar—. No sabes cuántas mujeres darían lo que fuera por lucir uno de mis diseños. Este vestido que llevas es una obra maestra: elegante y sofisticado al mismo tiempo.
Tomándola de la mano, la hace girar suavemente frente al espejo.
María Teresa vuelve a sentirse como Cenicienta vestida por su hada madrina. El vestido realmente es espectacular.
Roqui se acerca lentamente y, con un gesto lleno de seguridad, le levanta el mentón para que se mire sin pena en el espejo.
—El tono verde esmeralda realza maravillosamente el color de tu piel y de tus ojos. Yo mataría por tener esos bellos ojos, lúcelos, mi amor —dice con firmeza, dejando que sus palabras la envuelvan.
Hace una breve pausa, permitiéndole relajarse y asimilar sus halagos. Entonces, con entusiasmo, señala los detalles:
—La caída en línea A y los boleros a los costados le aportan un toque de elegancia, mientras que la falda corta al centro añade un aire Sensual y moderno. Este diseño solo necesita una mujer hermosa para brillar... y tú lo eres.
María Teresa sonríe mientras se mira al espejo. Jamás se había maquillado de esa manera. Los tonos sutiles elegidos buscan realzar su mirada con delicadeza.
Acostumbrada siempre a su fiel delineador negro, ahora observa con asombro cómo Roqui ha optado por un verde que ilumina su mirada y resalta el color de sus ojos miel, haciéndolos lucir más claros y vibrantes.
Roqui sonríe con satisfacción al ver que ella comienza a sentirse más segura y añade, como quien conoce bien su obra:
—El cuello halter... —chasquea los labios con orgullo— le imprime ese toque de poder que toda mujer debe exhibir. Es absolutamente perfecto.
Ella respira hondo, sonríe y lo abraza con gratitud.
—Gracias —alterna su mirada entre su prima y su amigo—. Sin ustedes, nunca me habría atrevido a vestirme así.
—De eso no tengo dudas. —Roqui suelta una risa traviesa mientras señala el centro de María T—. Y esa cosita de en medio seguiría llena de telarañas, sin conocer los placeres de la vida.
Ella se sonroja y Marla quien ya estaba completamente vestida y mirándose en el espejo, se gira sobre sí misma con una sonrisa deslumbrante.
—Prima, hazle caso al experto. ¡Te ves divina! Mírame a mí. —Con una risa ligera.
Da vueltas con su vestido rojo satinado, ceñido al cuerpo, mostrando una pierna que sale por la abertura a un lado, complementando con cuello halter y sus brazos descubiertos. Luce espléndida, y lo sabe.
Minutos después
Fermín llega a la casa de María Teresa justo a tiempo para recogerla. Al verla descender por las escaleras, se queda sin aliento. Está deslumbrante: tan bella, elegante y distinta parece una diosa caída de los cielos. Su corazón comienza a latir con fuerza.
El amor que ha guardado en silencio durante años, esa pasión contenida que siempre ha ocultado bajo una máscara de amistad, amenaza con salir en ese instante.
—Te ves increíblemente hermosa —murmura mientras camina hacia ella para tomarla del brazo.
Marla, quien baja junto a María Teresa, rueda los ojos y hace una mueca de disgusto. Nunca ha soportado a Fermín; lo considera un hombre baboso y sin gracia.
—Cierra la boca, Fermín. Se te van a caer las babas, y creo que estás demasiado viejo para andar con babero —le suelta sin ningún remordimiento, acompañando sus palabras con una sonrisa fingida.
Roqui, siempre observador, analiza a Fermín de arriba abajo y siente una punzada de incomodidad.
—Amiga, ya veo por qué te vestías como una anciana... —dice, haciendo un gesto irónico mientras le señala—. Ese sastre café con corbatín y zapatos de charol... ¡Santo cielo—, respira—, creo que era de su tataraabuelo!
Antes de que Fermín pueda replicar, Marla se adelanta y suelta a María Teresa de su brazo con un aire decidido.
—María Teresa viene con nosotros. Te alcanzamos allá.
—Pero... —María Teresa intenta protestar.
—¡Pero nada! ¿Acaso me vas a abandonar? Soy tu prima, la que vino desde lejos solo para visitarte —añade Marla, dramatizando con un puchero exagerado.
—Nos vemos en la entrada —interviene Fermín finalmente, en un intento de imponer control, como si le diera permiso a María Teresa. Ese gesto irrita aún más a Marla, quien lo mira con rabia mientras gira para subir al auto con su prima.
Fermín sale de la casa maldiciendo por lo bajo. Su frustración y celos lo carcomen. Es evidente que esos dos intrusos están interfiriendo en sus planes. Pero no va a permitir que todo se arruine. Su negocio está a punto de quebrar, y María Teresa debe ser suya. Es hora de actuar. Toma su teléfono y llama.
—Martín, es momento de actuar. Ya sabes qué hacer —dice Fermín con determinación, sin esperar ninguna respuesta mientras cierra el teléfono.
***
En el coche de Marla, el ambiente es tenso.
—No sé por qué aún conservas la amistad de ese hombre. No me gusta. Tan solo estar cerca de él me hizo sentir una energía... —Marla se encoge de hombros y dramatiza un temblor por todo su cuerpo—. Fermín nunca me ha caído bien.
—Concuerdo con Marla, ese hombre no es lo que parece —interviene Roqui, ajustándose uno de sus anillos mientras alza la barbilla—. Y mira que tengo ojo clínico para detectar gusanos. Puedo decirte que ese es una larva de las peores.
—¡No pueden hablar de Fermín así! —replica María Teresa, molesta. Su mirada se endurece, y cruza los brazos en un gesto de disgusto—. Por si lo han olvidado, él es el padrino de Adrián, era el mejor amigo de Rodrigo y ha sido mi apoyo durante todos estos años.
—¿Estás segura de que ha sido tu apoyo? —pregunta Marla con seriedad, su mirada fija en la de María Teresa, dejando el aire cargado de incertidumbre.
María Teresa no responde. Se limita a mirar por la ventana, incómoda por el rumbo de la conversación.
El coche finalmente llega al lugar de la inauguración. Desde fuera, "Dolce Ispirazione" resplandece como una joya bajo las luces doradas que decoran la entrada. El bullicio de los invitados y las cámaras crea una atmósfera de expectación y glamour. Que promete…
Vestido de María Teresa
Vestido de Marla
Fermín Zúñiga.