Segundo libro de- UNA MUJER EN LA MAFIA. Aclarando solo dudas del primer libro. No es que es una historia larga. Solo hice esta breve historia para aclarar algunas dudas.
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Una mujer en la mafia
El ambiente en el hotel estaba cargado de tensión. Los pasillos oscuros parecían no tener fin, y cada paso que dábamos se sentía más pesado que el anterior. Scott, con la furia y la ansiedad reflejadas en su rostro, no dejaba de moverse de un lado a otro, buscando respuestas que no parecían llegar. James y yo lo seguimos en silencio, hasta que, finalmente, nos detuvimos frente a una puerta cerrada.
Scott golpeó la puerta con fuerza, sin paciencia, y la abrió de un golpe, como si estuviera dispuesto a destrozar cualquier obstáculo en su camino.
De repente, la voz de James me sacó de mis pensamientos, baja y seria, como un susurro en medio de la tormenta.
—¿Qué pasa, Adeline? Estás muy callada —me dijo, mirándome con una intensidad que hizo que me tensara un poco. Su mirada se notaba preocupada, pero también firme, como si quisiera asegurarse de que yo estuviera bien.
Lo miré por un momento antes de responder. No sabía qué pensar, cómo sentirme, pero las palabras salieron solas.
—¿Y si ella está viva? —pregunté, sin pensar realmente en lo que estaba diciendo.
James soltó un suspiro, un suspiro tan profundo que me hizo sentir que llevaba una carga mucho más pesada que la que yo podía imaginar. Caminó hacia mí, con la mirada fija y la expresión grave. Tomó mi mano con firmeza, como si quisiera transmitir toda su fuerza a través de ese gesto.
—No lo está, Adeline —me dijo suavemente, con un tono de voz bajo, pero lleno de dolor—. Yo vi cómo la llevaban, cómo sus hombres se la llevaron… ella estaba… toda muerta. No hay esperanza de que esté viva.
El nudo en mi estómago se apretó, y mis piernas se sintieron más débiles que nunca. No sabía qué pensar, cómo reaccionar ante esas palabras.
James, viéndome perdida en mis pensamientos, apretó mi mano con más fuerza y me miró a los ojos, como si quisiera asegurarme de que lo entendiera.
—Ella no se llevaría a Amelia, Adeline. Te buscaría a ti. Y yo no dejaré que eso pase —dijo, con una determinación que me sorprendió. Era como si sus palabras tuvieran poder sobre mí, como si estuviera dispuesto a arriesgarlo todo por protegerme.
—Gracias, James —dije en un susurro.
Scott, que había estado buscando entre las cosas de la habitación sin encontrar nada, se acercó a nosotros con una expresión de frustración.
—Nada. No hay señales de ella. Pero sé que alguien tiene que saber algo. Nadie desaparece así sin dejar rastro. —Su voz era áspera, como si estuviera a punto de explotar.
James asintió, sin soltarme la mano, pero su expresión se endureció.
—Eso es lo que me preocupa, Scott. Si alguien la está escondiendo, no será fácil encontrarla. Pero no vamos a parar hasta que la tengamos.
Scott resopló, frustrado, mientras se pasaba la mano por el cabello, claramente al borde de perder la paciencia. Sus ojos se posaron en nosotros por un instante, y luego se giró hacia la ventana de la habitación, mirando hacia la ciudad iluminada que se extendía ante nosotros.
—Esto no tiene sentido —murmuró—. Si alguien la tomó, ¿por qué no han pedido nada? ¿Por qué no ha habido un maldito movimiento?
—Porque esto no es un secuestro cualquiera —respondió James, dejando mi mano para cruzarse de brazos. Su mirada estaba clavada en Scott, como si intentara que entendiera algo que estaba viendo con claridad—. Esto es más grande de lo que parece. Y si Amelia está involucrada, entonces… puede que ya no estemos hablando solo de encontrarla.
Scott se giró bruscamente hacia James, con el rostro endurecido y los puños apretados.
—¿Qué estás insinuando? —preguntó, con un tono que era más amenaza que curiosidad.
James no retrocedió. Se mantuvo firme, con la misma calma peligrosa que siempre lo caracterizaba.
—Estoy diciendo que tal vez esto no sea una coincidencia. No sabemos qué pasa.
El ambiente se tensó aún más. Yo sentía que apenas podía respirar entre ellos. Scott dio un paso hacia James, claramente enfurecido, pero intervine antes de que las cosas se salieran de control.
—¡Basta ya! —dije, poniéndome entre ambos y levantando las manos—. Esto no nos está llevando a ningún lado. Lo importante ahora es encontrar a Amelia, no pelearnos entre nosotros.
Scott me miró, aún con las manos en puños, pero dio un paso atrás. James soltó un suspiro y desvió la mirada, como si estuviera tratando de controlar su temperamento.
—Estás tan tranquilo, se nota que ni te importa.
James se detuvo en seco, sus ojos se oscurecieron de rabia. Antes de que pudiera pensar o contenerse, lanzó un puñetazo directo al rostro de Scott. El impacto resonó en la habitación, y Scott tropezó hacia atrás, llevándose la mano a la mandíbula con sorpresa.
—¡Basta, James! —grité, mientras intentaba interponerme entre ellos.
James no me escuchó. Avanzó hacia Scott, señalándolo con el dedo mientras su voz se alzaba con furia.
—¡Es mi hija, maldita sea! —dijo, con los dientes apretados—. Puedo ser un imbécil, un idiota y lo que quieras, pero Amelia es mi sangre. Y me importa demasiado ¡Porque ella es mi hija!
Scott se irguió, limpiándose el labio con la manga de su camisa, su mirada fija en James, pero no dijo nada. Solo escuchó mientras James continuaba, su tono bajando pero no perdiendo la intensidad.
—Si realmente quieres encontrarla, si de verdad te importa aunque sea un poco, entonces deja de actuar como un loco. Necesitamos estar tranquilos, pensar con claridad y trabajar juntos. Si seguimos así, no vamos a llegar a ninguna parte.
La tensión en el aire era tan espesa que apenas podía respirar. Ambos se miraron fijamente durante unos largos segundos, como si estuvieran evaluándose mutuamente.
Finalmente, Scott suspiró, dejando caer los hombros, y apartó la mirada.
—Tienes razón… —murmuró, aunque claramente le costaba admitirlo—. Pero no me pidas que actúe como si esto no me estuviera matando.
James asintió, cruzándose de brazos, pero su mirada se suavizó ligeramente.
—A mí también me está matando, Scott. Pero no vamos a encontrarla si no dejamos nuestras diferencias a un lado.
El silencio se alargó por un momento antes de que Scott volviera a mirar a James.
—¿Y cuál es el plan entonces, sabio cuñado?
James soltó un suspiro y se giró hacia mí.
—Primero, conseguimos la información que necesitamos. Y luego, si es necesario, hacemos todo el ruido que haga falta para sacarla de donde la tengan.
Miré a ambos, aún sintiendo el peso de la tensión, pero al menos parecía que estaban en el mismo bando por ahora.
—Entonces movámonos —dije, tratando de mantener la calma—. Cada segundo cuenta.
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