Alice Crawford, una exitosa pero ciega CEO de Crawford Holdings Tecnológico en Nueva York, enfrenta desafíos diarios no solo en el competitivo mundo empresarial sino también en su vida personal debido a su discapacidad. Después de sobrevivir a un intento de secuestro, decide contratar a Aristóteles, el hombre que la salvó, como su guardaespaldas personal.
Aristóteles Dimitrakos, un ex militar griego, busca un trabajo estable y bien remunerado para cubrir las necesidades médicas de su hija enferma. Aunque inicialmente reacio a volver a un entorno potencialmente peligroso, la oferta de Alice es demasiado buena para rechazarla.
Mientras trabajan juntos, la tensión y la cercanía diaria encienden una chispa entre ellos, llevando a un romance complicado por sus mundos muy diferentes y los peligros que aún acechan a Alice.
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Capítulo 15 Rastros
Un par de días después, Aristoteles se acercó a la oficina de James, quien estaba absorto en la revisión de algunos documentos. La oficina, organizada y funcional, reflejaba la precisión con la que James gestionaba cada aspecto de los asuntos de Alice.
Aristoteles llamó a la puerta, y James levantó la vista, invitándolo a entrar con un gesto de la mano.
—¿Algo nuevo sobre la investigación de los secuestradores? —preguntó Aristoteles, cruzando los brazos mientras mantenía una mirada atenta en James.
James negó con la cabeza, su expresión se tornó pensativa.
—El congresista Fairfax es quien se encarga de coordinar ese asunto —respondió James, con cierto tono de resignación—. Hasta ahora no he recibido ningún informe nuevo.
Aristoteles hizo una pausa, sopesando cómo abordar el siguiente tema.
—Hace unos días, cuando llevé a la señora Crawford, alguien nos siguió. —Su tono era bajo, pero lleno de seriedad—. Logré esquivarlos, pero no me siento cómodo con el hecho de que estén tan cerca.
James lo miró, claramente preocupado, pero trató de mantener una actitud profesional.
—Es bueno saberlo, Aristoteles. Quizá deba mencionar esto al congresista, aunque… ya sabes cómo es con los temas de seguridad.
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Mientras ellos conversaban, en el despacho del congresista Jonathan Fairfax, la atmósfera era distinta. Jonathan estaba sentado, recostado en su silla de cuero, con la mirada fija en algún punto mientras Jessica, su joven asistente, estaba detrás de él, dándole un masaje en los hombros. Sus manos se movían con una mezcla de suavidad y precisión, buscando relajar la tensión que se había acumulado en él durante los últimos días.
Jessica se inclinó hacia adelante, acercando sus labios a su oído, y en un susurro, le habló en tono suave.
—Deberías relajarte más a menudo, Jonathan —murmuró, con una sonrisa—. Todo este estrés no te hace bien.
Jonathan cerró los ojos, disfrutando del contacto de las manos de Jessica mientras ella seguía trabajando con dedicación. Sin embargo, el momento se vio interrumpido por un golpe en la puerta.
—¿Congresista? —dijo Hartford desde el otro lado—. La policía está aquí.
Jonathan abrió los ojos de inmediato, su expresión cambió al instante mientras se enderezaba en la silla y se acomodaba el saco, recobrando su actitud profesional.
—Hazlos pasar, Hartford —respondió, enderezándose y lanzando una última mirada a Jessica, quien retrocedió con una expresión de indiferencia bien ensayada.
La puerta se abrió, y Hartford entró, seguido del oficial Cortes, quien llevaba una expresión seria. Cortes se acercó al escritorio y saludó al congresista con una ligera inclinación de cabeza.
—Oficial Cortes, bienvenido —dijo Jonathan con tono cordial pero directo—. ¿Qué novedades tenemos?
Cortes se acomodó y, tras un momento de pausa, tomó la palabra.
—Congresista, vengo a informarle sobre el avance en la investigación de los secuestradores de su esposa. Como sabrá, yo estoy encargado de este caso. —Su tono era grave y profesional—. Hemos descubierto que los cuatro hombres que intentaron secuestrar a la señora Crawford no eran las cabezas de la operación.
Hartford intervino, lanzando una mirada inquisitiva.
—Eso era obvio. ¿Tienen algo concreto?
Cortes asintió con paciencia, manteniendo su tono firme.
—Sí. Hemos determinado que los secuestradores formaban parte de un grupo organizado que opera en la dark web. Se dedican a realizar trabajos de secuestro y otros delitos para sujetos que los contratan a través de pagos anónimos.
Jonathan frunció el ceño, claramente frustrado.
—¿Y quién los contrató en esta ocasión?
Cortes consultó su libreta antes de continuar.
—No lo sabemos. Alguien les hizo un pago específico para que secuestraran a la señora Crawford y la trasladaran a un almacén abandonado en 356 South River Road, Jersey City. Fuimos al lugar, pero lamentablemente, no encontramos ningún rastro alli.
Jonathan suspiró, lanzando una mirada a Hartford antes de volver al oficial.
—¿Qué saben sobre ese pago? ¿No pueden rastrearlo?
Cortes asintió, aunque su expresión mostró un atisbo de frustración.
—El pago fue realizado en criptomonedas, proveniente de un servidor con una IP registrada en Malasia. —Se detuvo un momento, estudiando la reacción de Jonathan—. Nos llevará tiempo rastrear los detalles adicionales, pero seguimos trabajando en ello.
Jonathan dejó escapar una maldición entre dientes, sin disimular su exasperación. Desde el otro lado del escritorio, Hartford intercambió una mirada con Jessica, que permanecía en el fondo de la sala. Una sonrisa apenas perceptible cruzó sus labios, como si el desarrollo de los eventos fuera un alivio.
Mientras el oficial Cortes continuaba hablando, Hartford dirigió una última mirada significativa a Jessica, una advertencia silenciosa que ella captó al instante. Sabían que aquel intento había fallado, pero Hartford podía ver en la mirada de Jessica que no tenía intención de rendirse tan fácilmente.
sugiero que coloques imágenes de tus personajes. gracias, ánimo