Milena es una hermosa joven, buena hija, que sueña con un futuro prometedor en Italia. Las cosas no fueron fáciles al inicio pero salió adelante de la mano de un encantador piloto que la supo enamorar. Luego de cinco años de feliz matrimonio y dos hijos, un día ella descubre que su amado esposo le ha sido infiel desde el noviazgo. Luego de los primeros caóticos días, después de enterarse de las infidelidades, ella planea con mucha frialdad la manera de salir fortalecida de su divorcio. Ella le enseñará a Gabriele su esposo, la importancia de la fidelidad en un matrimonio. Le hará pagar el engaño que sufrió y lo hará vivir en la tristeza, el arrepentimiento y la soledad. No le quedarán más ganas a Gabriele de volver a burlarse de una mujer. Cuando quiera volver a recuperar a su esposa, ya ella no estará ahí más para él. Ella ahora le pertenece a otro que sí la hizo única y especial. ¿Podrá Gabriele recuperar su mujer algún día? ¿Fue domado el infiel? ¿Lo amará aún Milena?
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CAPÍTULO QUINCE. VIDA DE CASADOS
Después de una plácida y reconfortante noche en lo que ahora era nuestro hogar, llegó nuestro primer amanecer como esposos. Mi hermoso amado me llenó de nuevo de besos, caricias y mucho sexo. Luego de ducharnos bajé a la cocina a preparar nuestro desayuno. Él debía salir de casa a las once de la mañana, pues a la una debía volar.
Durante el desayuno le manifesté a mi amado esposo mi deseo de ir a la universidad para hacer el año que me faltaba para homologar mi título en arquitectura. Me dio varias razones para no hacerlo.
“No necesitas trabajar”. Él se iba a hacer cargo de todos mis gastos, nada me faltará “Cuando llegue a casa te quiero para mi, solo para mi. No para que estés ocupada haciendo otras cosas”. “No quiero que estés mucho en contacto con otros hombres, soy muy celoso”.
Después de mucho deliberar sobre este asunto, quedó descartada la idea de estudiar y validar mi título en Italia. No me agradó mucho la idea pero como recién casada y muy enamorada que estaba, acepté su decisión.
Para ayudarme un poco con los oficios de casa íbamos a conseguir una señora, pero ella debería solamente venir de ocho de la mañana hasta las tres de la tres de la tarde. Y no debía venir los fines de semana.
Esto con el fin de poder sentirnos solos, sin extraños merodeando por la casa. Por supuesto, mi madre, Andrés y Omaira podían venir y quedarse todo el tiempo que quisieran.
Luego de esta y otras reglas, nos abrazamos. Ayudé a vestir a Gabriele y él se marchó. Era mi primer día como esposa. Toda la mansión estaba a mi disposición. Estrené mi lavadora, lavé la ropa que habíamos usado en la luna de miel.
Gabriele regresaría al día siguiente hacia las cuatro de la tarde, así que llamé a mi madre para compartir con ella ese tarde que iba a estar sola.
Mamá me contó que a Andrés le estaba yendo muy bien en la universidad. Con el idioma no había tenido problema, él es muy inteligente y ya se defendía lo suficientemente bien. A mi madre no le iba tan bien con el idioma porque no tenía con quien practicarlo, todo su entorno es español.
Para mantener mi cuerpo en buen estado físico, encontré un excelente gimnasio bastante cerca de casa. Tenía todo lo que necesitaba: equipamiento moderno y variado, personal calificado, clases grupales innovadoras, zona de fitness, zona de musculatura con máquinas y pesos libres. Una Inmensa piscina. Todo excelente. Me inscribí.
Cuando llegó mi madre nos dedicamos a admirar mejor la casa. Ella le daba las gracias a Dios por la dicha de que yo hubiera encontrado un buen esposo. ¡Ojalá papá y mi abuela estuvieran vivos para que ellos también vieran lo que yo ahora estaba viviendo!
Cocinamos, embotellamos algunos encurtidos que le gustan a Gabriele, preparamos tortas y un quesillo. Congelamos otras alimentos así no tenía que estar todos los días metida de cabeza en la cocina. Preparé una deliciosa salsa de tomate con mucha albahaca y la dejé lista para cuando llegara al día siguiente Gabriele.
Al día siguiente hacia las cuatro no dejaba de ver el reloj. Ya mi Gabriele debería estar por llegar. Durante toda la mañana me había preparado. Tuve rollos en mi pelo, me hice mascarillas para embellecer no solo mi cara, sino mis senos, mis piernas, mis pies, en general, toda completica.
Me hice un maquillaje sencillo, me vestí muy sexy, empezando por la ropa interior. Un agradable perfume. Una suave música de fondo. Y una botella de vino lista para descorchar.
En cuanto sentí que Gabriele se estaba estacionando, salí de la mansión, corrí a sus brazos y me lancé encima. El dejó su maletín y su gorra en el piso y me comió a besos. Me cargó estilo princesa, llegamos a nuestra habitación y nos amamos como si hiciera años que no nos veíamos.
Rato después Gabriele recordó que había dejado afuera su maletin y su gorra. Cuando regresó me puse su gorra y le pregunté
—¿Mi amor, de qué me sirvió estar demasiado sexy hoy, bien peinada, maquillada si tú ni te tomaste el tiempo de apreciar esos pequeños detalles jajajajaja?
—Te ves hermosa con mi gorra capitana. Cuando corriste a mis brazos, en fracción de segundos aprecié todo eso mi principessa. ¡Estabas más linda que nunca! Tu piel y tu cabello brillan, tus ojitos color café destellan más luz que el sol. Tus senos, tu intimidad, tus glúteos cada días están más provocativos!
Me estás volviendo loco Milena, todo el tiempo te tengo en mi mente y solo deseo estar encima de ti. Menos mal que ahora todo esto es mío, solo mío… ummm qué deliciosa es mi esposa bella. Ven acá principessa….
Estábamos viviendo momentos demasiado intensos y apasionantes. Pero, como siempre sucede, en uno de esos días que Gabriele estaba de vuelo, vinieron sin avisar mis queridos suegros. Querían ver con sus propios ojos como yo estaba tratando a su hijito.
Mi suegro dijo “esta casa parece un establo, ¿tú nunca limpias?”. Mi suegra me dijo “debes tener cuidado con las camisas blancas de Gabriele, el otro día le vi una mancha, además están tomando un color amarillento” “Ya que no haces nada todo el día en esta casa, deberías venir a la mía. Yo si te voy a enseñar cómo se lava bien la ropa. Porque a mi si me enseñaron muy bien mis padres”
“Y qué le estás dando de comer a mi hijo, no serán esos amasijos que comen ustedes”. Abrió nevera y gabinetes para curiosear. “Tienes que aprender a cocinar comida italiana, eso es lo que él está acostumbrado a comer, no esto que tienes acá. Mira esto, esto no es comida”
Yo pude haber respondido a sus frases ofensivas e hirientes de muchas maneras. Pero por amor a mi Gabriele decidí callar. En este tipo de trato si yo respondía con dureza y exigía respeto, iba a conseguir en nuestra convivencia con ellos lo que se llama “el efecto bola de nieve ”.
Esa metáfora enseña que cualquier acción o evento en nuestras vidas que comienza siendo pequeño, poco a poco se hace más grande y significativo. Al final es como una bola de nieve que baja de una montaña.
Esa situación que yo mantenía con mis suegros, si yo respondía de acuerdo con mi mal carácter, empeoraría todo a un ritmo cada vez más rápido. Ya nada nos detendria. Se perdería el respeto, fomentaría el odio y crearía una enorme grieta entre nosotros difícil de cerrar.
Por amor a mi Gabriele no le di Importancia nunca a sus intentos de humillarme o querer hacerme sentir mal. Hacía como si me entrara por un oído y me saliera por el otro y eso los enojaba peor.
Al final, quien le estaba dando amor, felicidad y placer a su hijito, era yo. La mayor parte del tiempo estaba conmigo, no con ellos. Quien disfrutaba más de sus atenciones era yo. Les temía, por supuesto, pues sabía que yo no era de su gusto. Y en efecto, al pasar los años su mala influencia seguramente hizo mella en la vida de mi adorado esposo.