En un mundo devastado por el apocalipsis zombi, la supervivencia es una guerra constante. Ayanokouji Kiyotaka, un joven calculador y frío, escapa de la opresiva Sala Blanca solo para encontrar un mundo aún más brutal. Ahora, atrapado en el instituto Fujimi, debe usar su inteligencia y habilidades estratégicas para liderar a un grupo de estudiantes en medio del caos.
A medida que las hordas de muertos vivientes se acercan, Ayanokouji se enfrenta a una amenaza aún mayor: la traición y la desconfianza dentro de su propio grupo.
Mientras los aliados se vuelven enemigos y la violencia alcanza su punto álgido, Ayanokouji debe tomar decisiones drásticas para proteger a a los suyos. Entre la lucha por los suministros y la constante amenaza de los zombis, cada día se convierte en una prueba de ingenio y fuerza.
¿Podrá Ayanokouji mantener la unidad y liderar a su grupo hacia un futuro incierto, o caerá ante las fuerzas que buscan destruirlo?
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Capítulo 14: Los Recuerdos de Alice
El amanecer bañaba la casa fortificada con una luz tenue mientras el grupo comenzaba otro día de tareas y vigilancia. La tensión de la reciente traición aún pesaba en el aire, pero la necesidad de mantenerse unidos y enfocados era más fuerte que nunca.
Mientras Shizuka preparaba el desayuno, Ayanokouji convocó a una reunión en la sala de estar para discutir sus próximos pasos. Los documentos encontrados en la oficina industrial habían revelado información valiosa sobre posibles rutas de evacuación y refugios seguros, y era hora de planificar cómo usarlas a su favor.
Alice, la más joven del grupo, observaba en silencio. La niña había mostrado una notable resiliencia y valentía desde que se unió al grupo, pero hoy su expresión estaba ensombrecida por la melancolía.
—Alice, ¿estás bien? —preguntó Shizuka, notando su estado de ánimo. La enfermera se agachó a su nivel y le sonrió amablemente.
Alice asintió, pero sus ojos reflejaban una tristeza profunda. —Estaba pensando en mi papá —dijo en voz baja.
El grupo guardó silencio, comprendiendo que incluso los miembros más jóvenes llevaban cargas pesadas en sus corazones. Ayanokouji, siempre observador, decidió que este era un buen momento para que Alice compartiera su historia. Quizás, al hacerlo, encontraría algo de consuelo.
—Alice, ¿quieres contarnos dónde estabas antes de que comenzara todo esto? —preguntó Ayanokouji suavemente, invitándola a compartir sin presión.
Alice respiró hondo y comenzó a hablar, su voz temblorosa al principio pero ganando firmeza a medida que continuaba. —Mi papá y yo vivíamos en un pequeño apartamento cerca del centro de la ciudad. Mamá murió cuando yo era pequeña, así que solo éramos nosotros dos. Papá trabajaba mucho, pero siempre encontraba tiempo para jugar conmigo y contarme historias antes de dormir.
Los recuerdos de su vida anterior parecían traer una mezcla de consuelo y dolor. El grupo escuchaba atentamente, sintiendo la importancia de estos momentos para Alice.
—El día que todo comenzó, papá me llevó al parque. Era nuestro lugar favorito, especialmente porque siempre había otros niños con los que podía jugar. Estábamos en los columpios cuando escuchamos los primeros gritos. Papá me agarró de la mano y corrimos hacia casa. En el camino, vimos cosas horribles... personas atacándose entre sí. Papá me dijo que no mirara, pero no pude evitarlo.
Alice hizo una pausa, sus ojos llenos de lágrimas. Shizuka la abrazó con ternura, brindándole el consuelo que tanto necesitaba.
—Cuando llegamos a casa, papá trató de llamarle a sus amigos para pedir ayuda, pero nadie contestaba. Esa noche, nos escondimos en el apartamento, pero los zombies encontraron una forma de entrar. Papá luchó para mantenerme a salvo. Me escondió en un armario y me dijo que no saliera hasta que él viniera a buscarme. Pero... él nunca volvió.
El grupo sintió el dolor de Alice como si fuera propio. La pérdida de su padre y la soledad que había experimentado eran devastadoras.
—Después de eso, me quedé sola hasta que los encontré a ustedes. Pensé que no sobreviviría, pero papá siempre me decía que debía ser fuerte, que debía seguir adelante sin importar qué.
Ayanokouji asintió, comprendiendo la profundidad de la fortaleza que Alice había mostrado. —Tu padre estaría muy orgulloso de ti, Alice. Has demostrado una valentía increíble y te has convertido en una parte invaluable de este grupo.
Alice sonrió débilmente, sintiéndose reconfortada por las palabras de Ayanokouji. El grupo, renovado por su historia, se sintió aún más unido y determinado a protegerse unos a otros.
—Vamos a superar esto juntos —dijo Takashi, colocando una mano en el hombro de Alice. —Todos hemos perdido algo, pero mientras estemos unidos, encontraremos una manera de seguir adelante.
La reunión terminó con un sentido de renovación y propósito compartido. Ayanokouji sabía que cada historia, cada recuerdo, fortalecía su determinación para sobrevivir y encontrar un futuro en medio del caos.
Shizuka noto que en una esquina, estaba sentada Alice, notando la tristeza en los ojos de la niña, se acercó y se sentó a su lado.
—Alice, ¿puedo sentarme contigo? —preguntó Shizuka con suavidad.
Alice asintió en silencio, mirando a Shizuka con ojos llenos de melancolía.
Shizuka puso una mano reconfortante sobre el hombro de Alice.
—Sé que es muy doloroso perder a alguien que amas tanto —dijo Shizuka—. Quiero contarte una historia, Alice. Tal vez te ayude a sentirte un poco mejor.
Alice la miró con curiosidad, limpiándose las lágrimas de las mejillas.
—Hace muchos años —comenzó Shizuka—, yo también perdí a alguien muy especial. Mi madre. Ella era una doctora increíble y siempre estaba ocupada, pero siempre encontraba tiempo para mí. Me enseñó muchas cosas, especialmente sobre cómo cuidar a los demás.
Alice escuchaba atentamente, sus grandes ojos fijos en Shizuka.
—Un día, mi madre se enfermó gravemente —continuó Shizuka, su voz temblando un poco—. Hice todo lo que pude para cuidarla, pero finalmente, ella... —Shizuka hizo una pausa, tomando aire para calmarse—. Finalmente, ella se fue.
—¿Y cómo te sentiste? —preguntó Alice en voz baja.
—Estaba devastada —admitió Shizuka—. Sentí que mi mundo se derrumbaba. Pero con el tiempo, me di cuenta de que podía honrar la memoria de mi madre ayudando a otros. Así fue como decidí convertirme en enfermera.
Alice asimiló las palabras de Shizuka, un destello de comprensión en sus ojos.
—¿Así que, aunque tu madre ya no esté, sigues sintiendo su amor? —preguntó Alice.
Shizuka sonrió y asintió.
—Exactamente, Alice. El amor de las personas que hemos perdido siempre permanece con nosotros, en nuestros corazones y en nuestras acciones. Mi madre sigue viva en cada persona a la que ayudo. Y tú puedes mantener vivo el amor de tu padre al recordarlo y ser fuerte, como él querría que fueras.
Alice tomó la mano de Shizuka y la apretó con fuerza.
—Gracias, Shizuka. Intentaré ser fuerte. Para papá.
Shizuka la abrazó, brindándole consuelo.
—Estoy aquí para ti, Alice. Siempre estaré aquí para ayudarte. Juntas, superaremos esto.
Alice sonrió por primera vez en días, sintiendo una chispa de esperanza en su corazón.
—Gracias, Shizuka. Te quiero mucho.
—Y yo a ti, Alice —respondió Shizuka, abrazándola con ternura—. Y siempre estaré aquí para ti.
Con el día avanzando, el grupo se dispuso a sus tareas con una energía renovada, consciente de que su mayor fortaleza residía en su unidad y en la esperanza que compartían de un mañana mejor.