El Hijo Del Alfa Es Mio

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DULCE

—Máximo ya me había llevado a mi edificio. Es loco, pero siento que ya lo conozco de algún lugar… aunque no recuerdo de dónde.

Salgo de su camioneta, le doy las gracias y me despido.

Cuando estoy entrando al edificio, mis amigas salen corriendo y me abrazan, preguntando dónde estaba.

Ya en mi habitación, les cuento todo.

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ANDREA

—Y dime, Dulce, ¿al menos tienes su número? Porque ajá… ¿quién es ese chico que hizo que tu tristeza desapareciera, aunque sea un poco?

—En verdad olvidé pedirle el número… pero conocí a su madre, y ella sí tomó el mío. No sé si me ha escrito, porque mi teléfono está apagado.

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LUCIA

—Y no te escabullas, Dulce.

Dinos cómo te sientes después de todo eso que supiste sobre tu mamá.

—La verdad… me duele mucho.

Saber que todo lo malo que me ha pasado ha sido a causa de mi madre, que no le ha importado hacerme daño…

Pero lo peor fue escucharla decirlo con sus propias palabras. Saber que intentó tirarme por las escaleras… no puedo creer que una mujer así sea mi madre.

Por más que quisiera, no puedo odiarla.

Lo que más me duele no es que haya intentado matarme, sino que me quitó a mi hija, creyendo que yo le quité la posibilidad de ser madre… cuando yo apenas era una niña.

Mi madre nunca me dio amor.

Si no fuera por el parecido físico, juraría que ni siquiera es mi madre. No entiendo cómo una mujer puede querer hacerle tanto daño a su propia hija.

(Sin darme cuenta, me dormí. Ya no podía más. Fue un día demasiado agotador…)

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MÁXIMO

Después de verla alejarse, bajé del coche y la seguí.

Sentí la necesidad de saber en qué departamento vivía… y así lo hice.

Después de eso, necesitaba pensar.

Me fui al parque. Todo esto es tan confuso.

Digo que debo alejarme de ella… pero no lo hago.

Y sinceramente no entiendo por qué.

Debería alejarme. Su aroma me va a llevar a la perdición.

Aunque esta vez… huele igual, pero también diferente.

Sigue siendo menta y lavanda, pero hay otro aroma que no logro identificar.

Y me tiene como me tiene.

Ya es tarde. Decido regresar a la manada. Solo espero que todos estén dormidos…

Pero me equivoqué.

Parece que hay una reunión o algo, porque todos están en la sala.

Rompe el silencio mi padre.

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MAXIMILIANO

—Ahora sí, hijo… dinos, ¿quién es esa chica?

—Papá, ella no es nadie.

Simplemente era una desconocida que estaba perdida en el bosque y se lastimó el tobillo. No podía dejarla ahí tirada… se la habrían comido los lobos.

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VICTORIA

—Hijo, no te engañes ni a ti, ni a nosotros.

Algo en ti cambió desde que viste a esa chica, y sabemos por qué: por lo parecida que es su voz a la de Emely.

Y por ese aroma singular que tiene… tan parecido.

Solo espero que no estés usando a esa chica como reemplazo, pensando que es Emely.

Ella no se lo merece.

Y por más que quieras negarlo, sé que no fue la primera vez que la viste.

Nos puedes engañar a nosotros… pero no a ti mismo.

Puedes darte la oportunidad de volver a amar, ya sea con ella o con otra persona.

No te cierres al amor.

Sabemos que ahora lo único en lo que piensas es en encontrar a tu hija…

Y sí, tanto como a ti, a nosotros también nos duele que se hayan llevado a Amy.

Pero por tu bien, deja de actuar así.

Te estás haciendo daño.

Y no podemos seguir sedándote para siempre.

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(No dije nada. Solo salí de la mansión y me fui al bosque.)

Necesito pensar.

Ya en el lago, donde vi a Dulce por primera vez, me siento y empiezo a reflexionar.

Tal vez… mi madre tiene razón.

Tal vez siento todo esto por Dulce porque me recuerda a Emely… y en parte a Amy.

Pero no entiendo por qué reaccioné de esa manera la primera vez que la vi.

Ella no es mi mate.

Yo ya tuve a mi mate… y ella murió.

No es posible.

Necesito encontrar a la bruja Doris.

Ella es la única que puede decirme qué está pasando.

Pero… ¿quién sabe dónde diablos está?

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