Damian Dufort, un empresario con un gusto a las prácticas del BDSM, en una salida conocerá a una mujer que cambiará su mundo, sin embargo en el camino deberán atravesar dificultades, pero las pasiones prohibidas los unirán, enseñando que hay fuerzas más fuertes que la maldad.
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Capítulo 14.
Capítulo 14:
Zaidymar:
Cuando Marbel preguntó si él se enojaria por el vestido que ella llevaba, mi rostro se tenso, en estos momentos no se que tenía y que no tenía que hacer, de ese hombre no se escucha nada bueno, así que no se que sería de mi vida de ahora en adelante, pero como él mismo dijo, debía seguir con mi vida.
Me detuve frente al espejo que había en la salida del apartamento para hacer un último ajuste a mi vestido. Era un vestido hermoso y lo acompañe con una chaqueta de color blanco, combinaba todo perfectamente y un par de zapatos de tacón bajo.
Salimos del apartamento, cerré y tomé una respiración profunda y me recordé a mí misma que esta era una oportunidad que no podía dejar escapar. Mi ídolo empresarial, el señor Damian Dufort, era una de los hombres más influyentes en el sector empresarial y yo había estado estudiando su carrera y estrategias durante años, esperando esta oportunidad.
Al salir del apartamento tomamos un taxi para dirigirnos al edificio donde se encontraban las oficinas. El tráfico en la ciudad ese dia era intenso, y la reacción de la droga ocasionó que tuviéramos mareos, pero había planeado con anticipación esta entrevista para estar preparada el día de la exposición.
Al llegar y entrar en el lobby, me sentí impresionada por la elegancia y la modernidad del espacio. Una recepcionista amable nos recibió y nos acompañó al ascensor, que nos llevó al piso 23, donde se encontraban las oficinas presidenciales.
Al salir del ascensor, nos encontramos con una mujer joven pero elegante, con un uniforme pulcro.
Cuando nos vio llegar pregunto ¿que si era zaidymar Ortiz?.
Asentí y la mujer amablemente se disculpó, porque su jefe había tenido un inconveniente y no iba a poder atendernos, y el vicepresidente tampoco se encontraba, dijo que estuvo llamándome para cancelar la cita pero nunca contesté.
Cuando dijo eso busqué en mi bolso, y no encontré mi celular lo había olvidado.
Sin embargo ella se ofreció a responder cualquier inquietud que tuviera.
No quisimos perder la oportunidad, así que le hicimos unas preguntas rutinarias, pero importantes para la entrevista.
Al ver que se encontraba muy ocupada llamando a cambiar la agenda de su jefe, no le quitamos mucho tiempo y salimos de las oficinas.
Cuando bajamos de en el lobby pudimos observar a la distancia que él cliente de anoche, que desapareció de repente iba entrando a la oficina y miró un instante hacia nosotros.
No podía creerlo y en ese momento agradezco las reglas del club, en mantener nuestra identidad oculta.
Marbel que había permanecido todo este tiempo en silencio cuando lo vio tomó mi brazo y exclamó — papasito rico.
La mire y le di una palmada.
—¿Qué? si están buenotes, estan como se les da la gana, ¿qué harán aquí?, ¿serán familiares de Damian Dufort?, parecen jefes, dijo, Marbel, —¡oh!!! Como no lo reconocí anoche, es Andres Davis, el Ceo, vicepresidente de las empresas Dufort, dijo muy rápido.
No pude evitar no mirar y volteé mi rostro y me encontré con su mirada fija en nosotras.
Volteé al instante y jale a marbel de ese lugar.
Marbel se encontraba muy feliz por estar aquí, nuestro sueño es algún día trabajar en este lugar.
Duramos unos minutos parada al frente del edificio, ella solo hacía hablar de Andres y yo quería huir de este lugar, no me sentía bien, de repente vimos un auto negro pararse en frente de nosotras.
Bajo el vidrio polarizado encontrándonos con esa máscara, era Vicenzo Olivieri, no era un sueño, era real, esos ojos oscuros hacían ver más aterradora esa máscara, con esos penetrantes ojos me observó de arriba abajo, y dijo —Te ves hermosa mi pasiflora.
Su presencia me hizo quedar paralizada y por primera vez en mi vida no daba para omitir palabra, con solo su presencia, su mirada tubo el poder de tener el control de mi cuerpo enteró.
—Señor Vicenzo, me disculpo si se molesto por tomar de los regalos que le hizo a mi amiga, dijo Marbel sacándome del estado de aturdimiento en el que entré.
—Todo es de ella, y ella puede disponer de ello como quiera, dijo subiendo el vidrio desapareciendo, de la misma manera que llegó.
Cuando el auto desapareció dando vueltas en uno de los edificios, mi respiración volvió a mí.
—No está enojado, dijo Marbel como si no acabáramos de ver al mismísimo jefe de la mafia.
—¿Es enserio?, pregunte mirándola seria.
—¿Que?, yo solo decía, tiene una hermosa voz debe ser wapo con tatuajes, ¿viste esos músculos?, si así es el infierno, pues que nos quemen, dijo riendo, haciéndome reír a mi también.
—Tranquila se te fue la sangre del cuerpo, es un hombre, ¡el hombre!!!, que más da, no te encerró en una cueva, él dijo, sigue tu vida, así que deja de armar drama, ¡si te hizo venir con una pluma, que no hará con sus manos!, dijo y yo corrí a cerrarle la boca, me ruboriza solo de recordar aquellos momentos la noche anterior.
Salimos de ese lugar a organizar la información ofrecida por la secretaria, al llegar al apartamento.
Fui a mi habitación, entre al baño, quite mi ropa, quedando desnuda, entre a la regadera y deje el agua caer por toda mi piel y las palabras de Marbel junto a aquella imagen de esa pluma recorriendo mi piel llegó a mi, ocasionando una extraña sensación en mi entrepierna, la máscara en el auto llegó a mi mente y recordé su aliento en mi oído y esos ojos oscuros que me dicen de todo y a la vez no dice nada, todas esas imágenes llegaron a mi mente.
Con mis manos acaricié mi senos instintivamente y sentí o deseé algo que no había pensado, sacudí mi cabeza y me recriminé por mis pensamientos, indecentes.
Respire profundamente, dejando de tocar mi cuerpo, termine de bañarme enojada conmigo misma, no se que me hizo ese hombre, que me tiene loca.
Salí de la habitación busqué una pijama de short y tiras, almenos compro ropa cómoda, me sentía una muñeca en su casa de juguete.
Saque todos mis absurdos pensamientos, y enojada con mi comportamiento empecé a organizar la información dada por la secretaria del señor Damian Dufort.
Pero algo había cambiado, me sentía extraña, como si la sombra de él aún estuviera a mi lado.