En el reino nórdico de Valakay, donde las tradiciones dictan el destino de todos, el joven príncipe omega Leif Bjornsson lleva sobre sus hombros el peso de un futuro predeterminado. Destinado a liderar con sabiduría y fortaleza, su posición lo encierra en un mundo de deberes y apariencias, ocultando los verdaderos deseos de su corazón.
Cuando el imponente y misterioso caballero alfa Einar Sigurdsson se convierte en su guardián tras vencer en el Torneo del Hielo, Leif descubre una chispa de algo prohibido pero irresistible. Einar, leal hasta la médula y marcado por un pasado lleno de secretos, se encuentra dividido entre el deber que juró cumplir y la conexión magnética que comienza a surgir entre él y el príncipe.
En un mundo donde los lazos entre omegas y alfas están regidos por estrictas normas, Leif y Einar desafiarán las barreras de la tradición para encontrar un amor que podría romperlos o unirlos para siempre.
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Sueños
Presente.
El aire en la habitación estaba cargado de una calma inquietante cuando me retiré de la cama de Leif. Había logrado calmar la fiebre, su respiración era más estable, pero la medicina que le habían administrado lo mantenía profundamente dormido. Todo parecía estar volviendo a su lugar, pero mis pensamientos no dejaban de atormentarme. Cada vez que observaba a Leif, no podía evitar recordar lo que había sido, lo que sentía por él, y lo que había sucedido entre nosotros antes de todo esto.
El peso de la realidad me aplastaba. Astrid estaba allí, como su esposa, como la persona que ahora debía velar por él, y yo... Yo seguía siendo solo el guardián de su sufrimiento. Pero, incluso con la paz de ver a Leif descansar, las emociones en mi pecho no podían calmarse. El amor que sentía por él era una tormenta que no podía controlar. Había sido mío en muchos sentidos, y aunque todo estaba cambiando, mi corazón seguía siendo suyo, aunque él ni siquiera lo supiera.
No quería pensar más en eso, al menos no por el momento. Necesitaba despejar mi mente, alejarme de esos pensamientos oscuros que me ahogaban. Salí al pasillo, respirando profundamente para intentar calmar la confusión en mi interior, cuando la voz de Astrid me alcanzó.
—Einer... —me llamó suavemente.
Me giré hacia ella, sintiendo una mezcla de sorpresa y agotamiento. Astrid estaba de pie al final del pasillo, su figura recortada en la luz tenue que se filtraba desde la habitación de Leif. Su rostro estaba serio, pero había algo más en sus ojos, algo que no podía leer con facilidad. Sentí que mi pulso se aceleraba, como si presintiera que esta conversación no iba a ser fácil.
—Quiero hablar contigo —dijo, con una firmeza tranquila, pero suficiente para que supiera que no podría eludirla.
Me detuve en seco. Había algo en la forma en que lo decía, como si esta conversación fuera inevitable, como si tuviera que ocurrir de todos modos. Pero yo no quería hablar. No quería enfrentarlo, no quería verbalizar lo que había en mi interior. Sin embargo, algo en sus ojos me decía que no podía escapar. Astrid no era alguien que se quedara con las dudas.
—¿Sobre qué? —pregunté, tratando de que mi voz sonara indiferente, aunque sabía que no podía ocultar lo que sentía.
Ella dio un paso hacia mí, sus pasos resonando suavemente en el suelo de piedra del pasillo. Cuando estuvo cerca, me miró directamente, sin apartar la vista, como si intentara leer mis pensamientos. Algo en su mirada me hizo vacilar, y por un momento, me sentí como si fuera el niño que era antes de que todo esto comenzara.
—Sé que algo sucedió entre tú y Leif antes de que se casara conmigo. —Astrid respiró hondo, su voz suave pero decidida—. Quiero saber por qué lo impregnaste, Einer.
El golpe de sus palabras me hizo retroceder mentalmente, como si me hubieran dado un golpe en el pecho. Mi garganta se cerró, y por un momento, el aire me faltó. ¿Por qué lo había impregnado? ¿Por qué? La pregunta me hirió de una manera que no había anticipado. No era que no lo supiera; era que no podía encontrar una respuesta sencilla, porque mi respuesta estaba llena de emociones y recuerdos que aún no podía procesar completamente.
Astrid no esperaba una respuesta inmediata. La miraba a los ojos, con un brillo que no sabía si era de tristeza, furia o algo más. Ella había escuchado rumores, no solo sobre lo que había sucedido entre Leif y yo, sino también sobre lo que significaba la impregnación, lo que eso implicaba. Ella lo había notado. Sabía que algo estaba entre nosotros, pero lo que no sabía era cómo había llegado a suceder.
—No fue algo planeado —dije, las palabras saliendo de mis labios con una rapidez que me sorprendió. Sabía que no estaba dándole toda la verdad, pero no podía revelarle toda la complejidad de lo que había sentido. Había sido más que un simple acto físico. Era... algo más profundo.
Astrid frunció el ceño, pero no me interrumpió. Ella seguía esperando, y aunque mi cuerpo deseaba darme la vuelta y salir corriendo, me quedé allí, atrapado en su mirada.
—Leif... —continué, mi voz quebrándose por un momento—, Leif es mi Omega. Mi alma está unida a él de una manera que ni siquiera puedo describir. Cuando estábamos juntos, todo se sintió... inevitable. Como si el destino nos hubiera unido de alguna forma que no podíamos evitar. La impregnación... no fue solo un acto. Fue mi forma de... de unirnos aún más. No se trataba solo de un deseo físico. Fue un impulso profundo que sentí en mi ser, como si mi propia existencia dependiera de él.
Mis palabras fueron saliendo lentamente, como si cada una de ellas me costara más y más. Astrid no decía nada, pero podía ver en sus ojos que las palabras la tocaban, la herían, pero también la hacían entender algo. Quizás nunca lo comprendería por completo, y quizá yo tampoco lo entendiera. Pero era la verdad, mi verdad. Lo que había sucedido entre Leif y yo no podía deshacerse simplemente con palabras.
Astrid miró hacia abajo por un momento, como si estuviera procesando todo lo que le acababa de decir. Yo esperaba que me odiara, que me rechazara, que me apartara de su vida. Después de todo, ¿qué lugar tenía yo en su mundo ahora? Leif era su esposo, y yo solo era un testigo de un amor que nunca podría ser el mío. Pero, en lugar de eso, cuando levantó la vista, había algo en su rostro que no pude leer de inmediato.
—Así que no lo hiciste por venganza ni para separarnos —dijo finalmente, su tono más suave, aunque todavía marcado por una tristeza palpable.
—No. —Negué con la cabeza, incapaz de mirar sus ojos por más tiempo—. Nunca fue mi intención hacerle daño a nadie. Lo que siento por Leif... no tiene nada que ver con su matrimonio. Yo solo... solo no pude evitarlo.
Astrid permaneció en silencio por unos segundos, evaluando mis palabras, luego asintió lentamente.
—Ya veo... —murmuró, y luego añadió—: Gracias por ser honesto conmigo, Einer.
No sabía si ella me creía por completo, pero al menos parecía entender algo de lo que había dicho. La tensión entre nosotros no desapareció, pero había algo en su mirada, algo más comprensivo. Era difícil de definir, pero algo me decía que este no sería el último enfrentamiento entre nosotros. Sin embargo, en ese momento, sentí que al menos una pequeña parte de mí había encontrado algo de paz. No por haber contado todo, sino porque, por primera vez, alguien escuchaba lo que yo sentía.
Astrid se dio media vuelta, sin decir más, y se dirigió hacia la habitación donde Leif descansaba, sin mirar atrás. Yo me quedé allí, en medio del pasillo, sintiendo una mezcla de alivio y pesar.