Encuentro Improbable II "Vísperas Del Ocaso"

Otra vez la habitación, ese hospital, nuevamente aquella cama, pero esta vez... solo esta vez... había un ambiente diferente, como más armonioso, más pacífico por decirlo así. Al voltear en busca de un vaso con agua, Yoriko quedó muy sorprendida. Allí, en esa mesa, se encontraba aquel collar con el símbolo de la espada que le había dado Zander en sueños. Se sorprendió ya que no recordaba tenerlo consigo cuando se puso a limpiar esa mañana... ¿Cómo había llegado allí entonces? No creía que fuera una coincidencia.

La sensación de confusión la invadió, un torbellino de dudas se agolpaban en su mente. ¿Habría soñado con el collar o era real? ¿Cómo había llegado a sus manos? ¿Era una señal de Zander?

Yoriko tomó el collar con sus manos temblorosas, la sensación de frío metal la hizo estremecer. Observó el símbolo de la espada con atención, un símbolo que la llenaba de esperanza. ¿Era posible que Zander estuviera con ella, de alguna manera? ¿Era posible que él la estuviera protegiendo?

Las preguntas se agolpaban en su mente, como un torbellino de pensamientos que la hacía sentir perdida e indefensa. Pero a pesar de la incertidumbre, una pequeña chispa de esperanza se encendió en su corazón.

Tal vez Zander estuviera con ella, de alguna manera. Tal vez él la estuviera guiando. Tal vez él la estuviera protegiendo.

Entre tanto pensamiento y confusión por un simple collar, la situación cambió cuando entró el médico. En su cara se notaba que había descubierto algo, pero lo intentó disimular al principio. Se le acercó lentamente pues ya la notó preocupada.

- ¡Buenos días, señorita Yoriko! ¿Cómo se siente usted hoy? - El doctor preguntó con un tono de voz tranquilizador, sus palabras fueron como un bálsamo para su alma aturdida.

- ¡Buenos días, doctor! Hoy ya me siento un poco mejor. - Yoriko respondió con un tono de voz débil, sus palabras se escapaban de sus labios como un susurro.

- Me alegra escucharlo, aunque los resultados dicen otra cosa. - El doctor dijo con un tono de voz serio, sus palabras fueron como un rayo que atravesó el silencio.

- No entiendo, ¿A qué se refiere? - Yoriko preguntó con un tono de voz inseguro, la sensación de que algo iba mal la atormentaba.

- Creo que ya lo sabes. Los golpes y hematomas que tienes fueron provocados por puños. ¿Hay algo que quieras decirme? - El doctor dijo con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un trueno que la hizo estremecer.

- No debería, usted no lo entiende. - Yoriko respondió con un tono de voz tembloroso, sus palabras se escapaban de sus labios como un susurro.

- Puedes confiar en mí. No le diré a nadie. - El doctor dijo con un tono de voz tranquilizador, sus palabras fueron como un bálsamo para su alma aturdida.

- No, doctor, solo quiero saber cuándo puedo volver a mi casa. - Yoriko respondió con un tono de voz débil, sus palabras se escapaban de sus labios como un susurro.

- ¡Está bien! Mañana ya estarás nuevamente en tu hogar. Solo déjame que se lo comunique a tu prometido. - El doctor dijo con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un rayo que atravesó el silencio.

A Yoriko se le cambió rápidamente las expresiones de su rostro al escuchar eso, ¡Claro! Había olvidado completamente que Haruki estaba aún en el hospital.

El doctor se dirigió a la sala de espera para hablar con Haruki, indirectamente intentaría sacarle la verdad sobre lo que había pasado.

- Señor Haruki, buenos días ¿Podemos hablar un momento?-

- Si doctor dígame qué sucede ¿Cuando podremos irnos?-

-Los resultados de los exámenes han llegado-

- Okey, y ¿cuando nos iremos?-

- Mire, voy a ser franco con usted, ambos sabemos que esos golpes y esas lesiones no las provocó una simple caída en casa-

- ¿Usted está insinuando que yo golpeé a mi mujer?-

- No se haga el sorprendido-

- Sería mejor que se meta en sus asuntos y deje de andar husmeando en la vida de los demás con acusaciones absurdas-

- No lo estoy acusando a usted, solo digo que los exámenes arrojaron resultados, y no fallan, los golpes no fueron accidentales y usted lo sabe, no dije que fue el que los provocó-

- Bien, si usted lo dice, solo tenga cuidado, desconoce totalmente con quién está hablando, solo dígame cuando nos largamos de aquí-

- ¿Me está amenazando?-

- No es una amenaza, solo digo-

- Mañana se irán -

La charla había Sido bastante cortante y calurosa hasta que Haruki abandonó la sala.

El doctor ya no tenía dudas de que algo tenía que ver con los golpes, entonces decidió ir a investigarlo, tal vez más allá del límite de sus funciones pero no podía ignorarlo, lo más acertado que pudo hacer fue contactarse con un viejo amigo de la policía.

Mientras tanto, Haruki se metió de golpe a la habitación donde descansaba Yoriko. La charla lo había alterado demasiado. Tal vez el sentirse acorralado había hecho que perdiera los estribos. Sus ojos se tornaron rojos de furia, sus puños se cerraron con fuerza.

- ¿Qué mierda le dijiste, maldita desagradecida? - Haruki gritó con un tono de voz amenazante, sus palabras fueron como un trueno que la hizo estremecer.

- ¿Qué dices? Yo no le dije nada a nadie, lo juro. - Yoriko respondió con un tono de voz tembloroso, sus palabras se escapaban de sus labios como un susurro.

- No me vengas con excusas. Sé que abriste la boca y fuiste a contarle todo a ese doctor que anda haciendo preguntas. - Haruki dijo evidentemente enojado.

- ¡Claro que no! Yo no dije nada. - Yoriko respondió con un tono de voz desesperado.

A Yoriko se le vinieron de golpe las ganas de llorar. Ella conocía de lo violento que podía llegar a ser él y estaba aterrada por su familia y lo que podría pasarles.

- Ya no puedo confiar en ti. Cualquier cosa que pase de aquí en adelante será culpa tuya - sus palabras fueron como un trueno que la hizo estremecer.

Haruki se retiró de la habitación, dejando en ella una sensación de peligro y terror. ¿Qué haría? ¿Se desquitaría con ella o con su familia?

La incertidumbre la invadió, un torbellino de dudas se agolpaban en su mente. ¿Cómo podía salir de esa situación? ¿Cómo podía proteger a su familia?

Las preguntas se agolpaban en su mente, como un torbellino de pensamientos que la hacía sentir perdida e indefensa.