Prisionera Del Sultán

Mientras el avión cobraba impulso por la pista, Aziza se aferraba al reposabrazos con fuerza, sintiendo el corazón latir desbocado en su pecho. A pesar del alivio de haber escapado del palacio, una oleada de angustia y miedo la invadió. ¿Habrían sido lo suficientemente cautelosas al evadir a los guardias? ¿Qué pasaría si las descubrían? ¿Y si su intento de escape fracasaba?

El ruido ensordecedor de los motores parecía resonar con sus propios pensamientos tumultuosos, mientras el avión ganaba altura. Aziza cerró los ojos con fuerza, tratando de controlar las lágrimas que amenazaban con escapar. La incertidumbre del futuro se cernía sobre ella como una sombra ominosa, oscureciendo cualquier destello de esperanza que intentara vislumbrar.

A su lado, Bahiya colocó una mano reconfortante sobre la de Aziza, ofreciendo un gesto de apoyo silencioso. A pesar de su propia aprensión, Bahiya irradiaba una calma serena, como un faro en la tormenta que envolvía a Aziza.

El avión finalmente despegó, elevándose hacia el cielo despejado. Aziza sintió un nudo en la garganta mientras observaba cómo Marambit se alejaba bajo ella, una tierra que amaba profundamente pensar que nunca podría regresar le rompia el corazón, ahora reducida a una mancha borrosa en el horizonte.

A medida que el avión se estabilizaba en el aire, Aziza se esforzaba por encontrar un destello de esperanza entre las sombras de su temor. Recordaba las palabras de Nazira, "Estaremos bien, Aziza. Juntas enfrentaremos cualquier desafío que el destino nos depare no debes preocuparte".

Con ese pensamiento como un faro de esperanza en la oscuridad, Aziza respiró profundamente, dispuesta a enfrentar lo que fuera que les esperara en su nuevo destino. Aunque el miedo aún latía en su corazón, no estaría a salvo hasta que no estuviera en Brasil junto a su hermana.

Cuando el avión aterrizó en el bullicioso aeropuerto de Londres, Aziza sintió un escalofrío recorrer su espalda. El aire fresco y la energía vibrante de la ciudad eran un marcado contraste con el opresivo ambiente del palacio de Marambit. Mientras bajaban del avión, Aziza buscó ansiosamente entre la multitud a la persona que les esperaba: el amigo del esposo de Nazira.

Finalmente, divisaron a un hombre alto con un cartel con su nombre, quien les recibió con una sonrisa de alivio. Aziza se sintió momentáneamente reconfortada por su presencia, sabiendo que no estaban solas en este nuevo y desconocido territorio.

— Hemos acordado con tu cuñado que lo mejor es que no quede rastro alguno aquí en Londres de adonde te diriges eso te dará tiempo. Te llevaré a París y de ahí volarás a Estados Unidos ya ahí te espera Nazira.

— ¿ Nazira esta en Estados Unidos?, pregunto Aziza

— Sí con su esposo, te esperan ahí dijo Marcus.

El amigo del esposo de Nazira las guió hacia la estación de trenes, donde abordaron un vagón que se dirigía hacia Paris. A medida que el tren se deslizaba por los paisajes urbanos y rurales de Inglaterra, Aziza observaba el mundo exterior con ojos ávidos, maravillada por la libertad que ahora tenía ante ella.

Sin embargo, la sombra de la incertidumbre seguía acechando en los rincones de su mente. ¿Qué pasaría cuando cruzaran la frontera? ¿Estarían a salvo? ¿O serían perseguidas por el pasado que habían dejado atrás en Marambit?

A su lado, Bahiya permanecía en silencio, pero su presencia era reconfortante. Habían atravesado tantos obstáculos juntas, y Aziza confiaba en que, pase lo que pase, su amistad sería su ancla en tiempos de turbulencia.

Con el vaivén del tren como telón de fondo, Aziza cerró los ojos por un momento, respirando profundamente el aire fresco y renovador. Estaban en movimiento, rumbo a un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Y mientras el paisaje pasaba velozmente ante sus ojos, Aziza se aferraba a la esperanza de que, al otro lado de la frontera, encontrarían la libertad y la felicidad que tanto ansiaban.

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Habían pasado varias horas hasta que los guardias notaron que Aziza no se encontraba en el palacio.

Akram estaba furioso y voló inmediatamente a Marambit.

Los guardia salieron a buscarla por los diferentes palacios.

Veinticuatro horas después de su desaparición Akram obtuvo la información su esposa se había ido en un vuelo hacia Londres, preparó todo y se dirigió a Londres. La haría azotar en la puerta del palacio, estaba furioso y él había decidido cerrar el harén por complacerla e intentar que las cosas volvieran a su cause.

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El paisaje que se deslizaba más allá de la ventana del tren tenía un encanto hipnótico que cautivaba a Aziza. A medida que el tren se aproximaba a París, las suaves colinas y los pintorescos pueblos se convertían en una sinfonía de colores y formas. Aziza se encontraba absorta en la belleza del paisaje, dejando que la tranquilidad del momento disipara temporalmente las preocupaciones que habían pesado sobre ella durante días.

Mientras el tren avanzaba con suavidad por los campos franceses, el amigo del esposo de Nazira les ofreció un refrigerio. Aziza aceptó con gratitud, consciente de que era la primera vez en días que podía comer sin la sombra del peligro acechando a su alrededor. Tomó un bocado delicioso de un croissant recién horneado y sintió cómo la tensión en sus hombros se disipaba lentamente.

Por un momento, todo parecía estar en calma. Aziza compartió una mirada de complicidad con Bahiya, un destello de esperanza brillando en sus ojos cansados. A pesar de las incertidumbres que aún les aguardaban en el horizonte, este pequeño momento de paz y normalidad les recordaba que seguían avanzando hacia un futuro lleno de posibilidades.

Con cada kilómetro que dejaban atrás, Aziza se sentía más ligera, liberada de las cadenas que habían atado su espíritu durante tanto tiempo. París se acercaba rápidamente, y con ella, la promesa de un nuevo comienzo.

El resplandor de las luces de París iluminaba el cielo nocturno mientras Aziza y Bahiya se dirigían al aeropuerto, acompañadas por Marcus, el amigo del esposo de Nazira.

El plan meticulosamente elaborado se desenvolvía sin contratiempos. Marcus había sido un aliado valioso, guiándolas con destreza a través de las complejas redes de transporte y seguridad. Ahora, mientras se dirigían al aeropuerto, Aziza no pudo evitar sentir un nudo de emoción en el estómago. El siguiente paso en su travesía hacia la libertad estaba a punto de comenzar.

En el aeropuerto, el bullicio de la terminal contrastaba con la calma que había experimentado en el tren. Sin embargo, Aziza se aferraba a la sensación de control que les había permitido llegar hasta ese punto.

Abordaron el vuelo con determinación, con los latidos de sus corazones sincronizados con el zumbido de los motores mientras el avión se preparaba para despegar. Aziza miró por la ventana mientras la ciudad de París se alejaba bajo ella, un mosaico de luces brillantes que se desvanecía en la distancia.

El vuelo a Nueva York representaba un nuevo capítulo en su historia, una oportunidad para dejar atrás el pasado y abrazar un futuro lleno de posibilidades. Con cada milla que recorrían en el cielo, Aziza sentía cómo se desvanecían las últimas cadenas que la habían mantenido al borde del abismo desde comprender como era todo con Akram.

Y así, con el corazón lleno de determinación y los ojos puestos en el horizonte, Aziza se preparó para enfrentar lo que fuera que el destino le tuviera reservado.