El Imperio De Las Rosas

Esta era la primera vez que el emperador pudo notar la indecisión en los ojos de su hijo. Richard no estaba seguro si quería entregar su libertad solo por cumplir su objetivo; destruir a la emperatriz.

No iba a poder divorciarse nunca, ante los ojos de toda la nación el divorcio era considerado un tabú y una pena de muerte. Nada lo justificaba, el valor de la mujer quedaba manchado y el hombre no tenía permitido volver a contraer matrimonio con otra mujer.

En su mente no se había planteado la idea sobre casarse con alguien, su destino era destruir a la emperatriz y así vengar la muerte de su madre. ¿Qué pasaría con él después de esto?

“Lo tomaré en cuenta, padre”. A pesar de la clara indecisión reflejada en sus ojos las palabras de Richard salieron de su boca con determinación y seriedad, dejando ver la madurez que le había proporcionado el campo de batalla.

Salió de la habitación de su padre de inmediato y camino sin rumbo. ¿Qué le diría su madre en estos momentos? ¿Su madre estaría orgullosa de él?

Pensamientos inútiles, pensó Richard. Mientras más pensaba en su madre sentía que se volvía más débil, la muerte de ella marcó un antes y un después en la vida de Richard; dejándolo muerto en vida ante tal evento desafortunado.

Sin darse cuenta estaba en el jardín del palacio, observó las preciosas flores y lo primero en que pensó fue en su madre; a ella le fascinaba este lugar.

Y ahí se encontraba ella, Ellie, la flor más hermosa de todo el imperio. Un encuentro tan casual solo podría ser obra del destino, ninguno de los dos se había percatado de la presencia del otro, sumidos en sus pensamientos más profundos.

De repente, Richard percibió el poder de Ellie y pensando que quien se encontraba realmente era el enemigo blandió su espada; sorpresa. ¿Cómo una mujer que parecía tan frágil a la vista podía tener esa aura tan oscura?

Todo lo contrario a ella, su aura se asemejaba a la oscuridad; como si ella fuera a devorarte. Richard solo observó, pero estaba claro quien estaba mirando, a la que podría ser su prometida.

Sus ojos se cruzaron por primera vez y fue el primero en notar la tristeza que destacaba en estos, unos ojos cansados de vivir; parecidos a los de su madre en sus últimos días de vida.

Ellie le sonrió, dejando ver su personalidad dócil; una máscara que fue inmediatamente descubierta por el príncipe. ¿Qué era lo que escondía esta dama? ¿Por qué siendo tan joven parecía ser tan miserable?

Al contrario de Richard, Ellie no le prestó atención en lo absoluto. Su objetivo es el príncipe heredero aunque ella no sabía que esa tarde él nunca se presentaría porque estaba siendo castigado por sus errores.

.........

¿Realmente podría volver a casa? No había visto al príncipe heredero en ningún momento, el miedo no tardó en llegar. Estuvo deambulando en el palacio y en ningún momento lo encontró, cuando preguntó la información le fue negada.

El archiduque estaría decepcionado si llegaba sin ningún avance para su plan. Se sentía asqueada de haber pasado tanto tiempo en un lugar como el palacio del emperador, pero debía obedecer a su padre.

“Señorita Bellefleur, veo que aún no se ha ido”. Una joven de cabellos rojizos apareció en frente de Ellie con una sonrisa acompañada con su tono de voz burlesco, para la rubia no era secreto quien era ella. La amante de quien sería su futuro esposo, Arthur; al menos debería ser más cuidadoso.

Al contrario de su hermano, Arthur tenía una personalidad coqueta y era conocido por mujeriego. A Ellie le generaba asco pensar que alguna vez tendría que tocarla.

Someterla y humillarla, ese es el plan de Ámbar; quería que Ellie se sintiera humillada y reconociera su lugar. En la mente de la pelirroja ella se consideraba a sí misma el amor verdadero de Arthur, quien no podía amarse más que a sí mismo.

Ellie simplemente la ignoró, pero esto no podría pasar desapercibido por Ámbar quien era conocida en el imperio por su mal carácter y prepotencia desde que se había vuelto una de las tantas amantes del príncipe Arthur, este ponía la excusa de vivir su vida antes de estar casado; ridículo.

“¡¿CÓMO TE ATREVES A IGNORARME?!”. Cansado, esta escena parecía tan repetitiva en la mente de Ellie. ¿Cuentas veces tendría que lidiar con amantes como estas por el comportamiento inadecuado de Arthur? Sin duda su marido era un incompetente.

El rostro de Ámbar brillaba de lo rojo que estaba, los celos y la ira estaban dominando por completo sus acciones volviéndola más impulsiva. Esto no estaba mal para Ellie, si no fuera porque le estaba afectando directamente al ser tomada del brazo por ella con tanta brusquedad.

La rubia no pudo resistirse más e hizo que Ámbar no pudiera ver nada, rodeada por completo de las sombras. La luz del sol empezaba a ocultarse, Ellie empezó a sentir aún más que el poder; por un momento, casi pierde el control.

“¿Qué le hiciste?”. Exigieron una respuesta las acompañantes de Ámbar, Ellie solo tomó el brazo de esta y lo apartó para luego salir de allí; su voz la había hecho entrar en razón. La pelirroja entró en razón al instante, sin saber que había pasado decidió que lo mejor era no culpar Ellie; eso significaría un golpe para su orgullo.

Richard que solo espectaba de lejos, sonrió fascinado; Ellie cada vez más le resultaba más fascinante; decidió acercarse a ella. Se teletransportó a unos metros delante de ella, la rubia estaba tan sumida en sus pensamientos que no lo notó.

“Richard J’Echtkighern, segundo príncipe”. Se presentó con una leve reverencia a Ellie, esto hizo que la rubia saliera de sus pensamientos; una esperanza. El pelinegro no lo sabía, pero había "salvado" a Ellie.

La mirada de Ellie era intimidante y pudo notarlo de inmediato, su aura aún más; ella lo observaba con atención y esto lo emocionó. Ojos plateados, símbolo de su legitimidad comoo príncipe a pesar de ser hijo de una concubina.

“Ellie Bellefleur, heredera del archiducado”. La rubia sabía que era un título vacío, porque el archiducado pasaría a ser parte del imperio cuando ella se volviera emperatriz, pero al no haber oficializado aún el compromiso no quería quedar en ridículo.

Ellie a los ojos de Richard era astuta, si fuera igual que los nobles con los que solía toparse a diario no duraría en usar el título de princesa heredera. Esto hizo que se interesará aún más en ella.

“Mi hermano no podrá presentarse así que vine en su lugar, una disculpa si la hice esperar tanto señorita Belleflur”. Ellie negó, realmente esto era mejor que el príncipe heredero. Su padre estaría orgulloso de ella.

“No se preocupe, podemos tomar un breve paseo si así gusta príncipe”. Era la primera vez que lo llamaban así, solamente "príncipe" generalmente recalcaban el segundo como si esto lo hiciera de menor valor.

Richard se había interesado en Ellie, pero al igual que la rubia su concepto del amor estaba retorcido. Quería no solo poseerla, someterla a él; ser lo que más amaba.

Él haría lo que fuera si Ellie se lo pedía con tal de tener su atención. La inocente rubia no lo sabía pero había conseguido a un perro fiel sin querer y a uno poderoso que sería capaz de cumplir sus objetivos.