Bruja Imperial

— Buen día, Su Majestad —saluda el apuesto hombre con seriedad, mostrando un respeto evidente hacia el Emperador. Luego, dirige su atención hacia mí y su rostro se ilumina con una expresión amable—. Buen día, princesa.

Su tono de voz es suave y educado, transmitiendo una cordialidad genuina. Sus ojos azules, profundos y cautivadores, reflejan un brillo amistoso mientras sus labios esbozan una ligera sonrisa. Su gesto de saludo denota cortesía y consideración, generando una sensación de bienvenida y comodidad en medio de la tensión existente en el comedor.

La presencia del apuesto hombre aporta un contraste notable con la actitud de Alessio, quien ha demostrado abiertamente su disgusto hacia mi persona. En cambio, este caballero desconocido irradia una calidez que resulta reconfortante en medio de la hostilidad sutil pero palpable en el ambiente.

El encuentro con el duque, en combinación con su impecable apariencia y amabilidad, despierta mi curiosidad y me hace preguntarme quién es realmente. Además, sus modales refinados y su capacidad para mantener la compostura en esta tensa situación le otorgan una presencia distintiva que no puedo ignorar.

— Buen día, duque. Siempre es un honor tener su presencia en el palacio —expresa el Emperador con una genuina alegría en su rostro, irradiando una profunda admiración por el hombre que tiene frente a él—. Sabes que para mí eres como un preciado hijo.

El príncipe Alessio toma asiento frente a mí, justo en la posición que parecía ansioso por ocupar desde que llegó al comedor. Su mirada se encuentra con la mía y puedo percibir una chispa de desdén en sus ojos. Mientras que el duque se acomoda en el asiento contiguo al del príncipe, lo que significa que también está prácticamente frente a mí.

En ese instante, siento cómo el calor invade mi rostro y mis mejillas adquieren un tono rosado, para mí esto es extraño, pues no es la primera vez que me encuentro frente a un hombre tan apuesto, pero sí es la primera vez que experimento un interés tan profundo y palpable.

— ¿No lo conoces, verdad? —me pregunta amablemente el Emperador, notando mi expresión de sorpresa—. Permíteme presentarte al gran duque del imperio, Gunther Roth. Es un hombre de noble linaje y lealtad inquebrantable hacia nuestro reino. Además, puedo decir con orgullo que es como un hijo para mí.

Asiento con respeto y asombro mientras dirijo mi mirada hacia el duque Gunther. Su porte distinguido y su presencia imponente no dejan lugar a dudas sobre su posición en la jerarquía del imperio.

— Es un honor conocerlo, duque Gunther —expreso con cortesía, intentando ocultar mi fascinación—. Su reputación y dedicación son ampliamente reconocidas en todo el reino. Agradezco su servicio al imperio.

El duque Gunther me observa con calma, me saluda con una sonrisa caballerosa y hace una elegante reverencia. Siento cómo mis mejillas se encienden aún más y un ligero nerviosismo se apodera de mí. Sus modales refinados y su presencia imponente solo intensifican la atracción que siento hacia él. Sin embargo, debo recordarme a mí misma que esto es solo una fascinación momentánea, no un enamoramiento completo.

Mientras tanto, Alessio, al percatarse de mi reacción, suelta una risita burlona, como si finalmente hubiera encontrado una manera de incomodarme. Pero él es tan ingenuo como siempre, pues no entiende que mi interés por el duque Gunther no implica que esté perdidamente enamorada de él. Es solo una atracción superficial y pasajera, nada más.

Intento mantener la compostura y desviar mi atención hacia mi plato, evitando el contacto visual con Alessio y el duque. Sé que debo ser cautelosa en este entorno lleno de intrigas y expectativas, y no permitir que mis emociones me lleven por caminos inciertos.

A medida que continúo con mi desayuno, una inquietud empieza a crecer en mí: el momento de rezar. El Emperador ha estado conversando conmigo, impidiéndome encontrar un instante de tranquilidad para dedicar mis pensamientos a la oración. Ahora, con la presencia del duque Gunther y Alessio, siento que no es el momento adecuado para hacerlo, ya que no deseo llamar más la atención sobre mí.

Doy otro bocado a mi crema de champiñones, pero mi mente está en otro lugar. Me invade una sensación de culpa por no haber encontrado el momento propicio para conectarme con lo divino y elevar mis plegarias. Me preocupo incluso por los pobres champiñones que han sido sacrificados para este plato, y siento la necesidad de pedir perdón y encontrar un momento para rezar.

Dinalmemte me lleno de determinación, sintiendo un impulso irrefrenable. Me disculpo con educación ante el Emperador, dejando mi plato a un lado y dejándome caer de rodillas en el suelo. Ante la mirada sorprendida de los presentes, levanto mis manos hacia el cielo y comienzo a orar con fervor y humildad.

Imploro al cielo que trate con benevolencia las almas de los champiñones, que dieron su vida para nutrirnos y llenarnos de sustento. Reconozco mi falta al no haber rezado antes de consumir los champiñones. En mis palabras, expreso gratitud y respeto por la vida en todas sus formas, reconociendo la interconexión de todas las criaturas y la importancia de honrar ese vínculo sagrado.

Una vez que he terminado mi oración y siento que he expresado todo lo que necesitaba, me incorporo lentamente y vuelvo a tomar mi asiento en la mesa. Al levantar la mirada, noto que el príncipe Alessio me observa con desconcierto, mientras que el duque Gunther parece estar absorto en sus propios pensamientos, sin percatarse de mi gesto.

— ¿Es parte de tu acto? – Pregunta Alessio muy molesto. – ¿Finges ser buena o ser una tonta?

— No. –Respondo con firmeza. – Es...

— Es costumbre de las brujas rezar antes de comer. – Interviene el duque Gunther, hablando en mi lugar. – Comer puede resultar tedioso para ellas, pero también es una necesidad básica para sobrevivir. Por eso, rezan como una forma de agradecer y pedir por el bienestar de las almas que han sido sacrificadas para nuestro sustento... Es un acto de respeto y consciencia hacia la naturaleza y los ciclos de la vida.

El duque me mira directamente a los ojos, buscando confirmación de sus palabras. Asiento suavemente, reconociendo la veracidad de sus afirmaciones. Aunque su intervención puede resultar inesperada, agradezco que haya intervenido para brindar una explicación que, aunque simplificada, expresa de alguna manera mi conexión con la espiritualidad y el respeto que mantengo hacia todo ser vivo.