No quería vender mi hotel, era un regalo de mi madre los terrenos y paisajes, pero su constructora era su vida. Ahora tendré que venderlo a un Hombre hermosamente arrogante, con un atractivo que me deja con muchas ganas de mas. Sin saber que nos depara el destino
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CAPITULO 14
Arnold se pregunta una y otra vez, si ella le podrá corresponder como él lo desea. Se pregunta, con cada mirada.
Al llegar a la orilla del río Amazonas
La sorpresa de Arnold fue infinita. Ver aquel paraíso le impresiono mucho.
El no dejaría pasar la oportunidad de que aquel lugar fuera suyo a cualquier precio. Incluyendo a Alis, la quería tener entre sus brazos y que fuese suya aunque fuera una vez. Miró de reojo a Alis e imaginó cuánto tiempo y con quien pudo haber compartido un sitio tan hermoso, si alguna vez había hecho el amor allí y con quién.
Su mandíbula se tensó al imaginar aquello de tal forma que Alis lo notó y le pregunto:
-¿Te ocurre algo? Te noto algo tensó.
No me digas que temes al agua.
Arnold inmediatamente sonrió y respondió.
-No, no le tengo miedo al agua, solo imaginaba este lugar menos hermoso de lo que es. Me ha sorprendido verdaderamente este sitio, es maravilloso, Igual que tú Alis.
Las mejillas de Alis se sonrojaron tanto y sus ojos tomaron un brillo excepcional en el que Arnold notó la magia de su mirada sublime. Sus ojos brillaban como dos hermosas esmeraldas.
Se acercó a ella, tocó sus manos. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Alis de forma que ella jamás había sentido. Un deseo se apoderó de su piel, deseando que él tocará cada rincón de su cuerpo y alma.
Los cantos de las aves hacían que el río se llenará de magia y encanto. Había una armonia con el correr del río que era armonioso a los oídos. Como invitándolos a hacer aquel momento especial.
Arnold no perdió tiempo, se acercó lentamente y con cuidado para no espantarla. Acercó sus labios, mientras Alis se perdía en sus ojos Ámbar que se iluminaban en cada acercamiento encendido por el deseo y las ganas de devorar sus labios color Rubí.
Sin percatarse del peligro sigilosamente se acercaba una mapanare que no advirtieron antes, casi tocan sus labios mutuamente, cuando un quejido interrumpió aquel deseo de besarse. Alis se sobresaltó, mientras Arnold se removía del dolor.
Alis observó aquel animal el cual no abandono el sitio y seguía allí a la defensiva. Erguida tirando zarpazos para seguir su ataque, Alis no perdió la compostura. Había hecho eso en su adolescencia y había visto la manera de lidiar con aquella situación. Sacando de su mochila una venda. Hizo un torniquete más arriba de la mordedura rasgando el pantalón que tan adorablemente rodeaba su cuerpo. No tenía mente para pensar en deseos. Sus deseos se convirtieron en miedo, no quería que le ocurriera nada malo a aquel apuesto hombre, creía que no importaba si perdía el interés en el hotel después de esto, solo deseaba que siguiera con vida. Pero guardaba la calma.
Tomo una navaja y rasgo la piel de Arnold, que comenzaba a perder el sentido. No perdió tiempo, en esos momentos el tiempo era valioso. Succiono un poco su pierna, para sacar un poco del veneno, se giro buscando en el morral el antídoto. Le coloco una vía endovenosa y le iba administrando el suero antiofídico, aquellos momentos eran cruciales, la demora podía costarle la vida al hombre que ella consideraba había entrado en su corazón y penetrado en el de una forma inimaginable y sin pedir permiso. Raramente, se veían por esos lugares serpientes de ese tipo. Siempre estaban selva adentro.
Mientras él recibía la dosis. Ella tomó un saco especial que siempre tenía en su morral por sí casualidad las veía, cosa que allí era difícil. Capturo la serpiente y le dejó a un lado reviso a Arnold se veía ya delirante aún no surtía efecto el antídoto, miró el reloj. Cada segundo contaba. El hablaba incoherencias. Ella dejó la serpiente a un lado.
Eso serviría para hacer más antídotos, podía aportar un granito para la conservación de la misma y no matarlas como la mayoría hacía, sin pensar, que en un futuro se podía salvar la vida de alguien más con su propio veneno, que irónico penso, lo que puede matartetambién puede salvarte. Algunas personas no tenían conocimiento de ello, Su tamaño sobrepasaba el metro 80, Arnold fue recuperando sus fuerzas y su sentido común, Alis amaba a ese hombre no creyó que el amor fuese tan duro de enfrentar. Jamás creyó que llegaría el momento y no podría decir lo que su corazón le gritaba.
Arnold al verla distante e hida en su mente, suponía que pensaba en algún hombre, que la hizo feliz allí. Deseando ser él, él protagonista de esos pensamientos.
-¿En que piensas?_ Pregunto Arnold. Hace rato notó que estás en otro mundo.
Ella le responde con amable sonrisa,
-Nada importante.
Tú dime ¿Como te sientes?
-Ya ha pasado, me siento mucho mejor, eres muy buen médico. Bromeó y sonrío, ¿por qué no estudiantes medicina? Alis, serias muy buena.
Las risas de Alis hacen eco y responde de manera divertida.
-No es lo mío, aunque aprendí a como defenderme en la selva amazónica, no es lo que me apasiona.
¿Crees que te sientes bien para irnos? Pronto oscurece y aunque no sé cómo vino a parar esta amiguita por acá, ya que este sitio, es muy poco transitable para ellas, no podemos quedarnos a acampar.
No vine preparada para eso, solo me gusta estar preparada con mi botiquín y algunos pasapalos.
-A mí me encantaría pasar la noche aquí contigo. No le tendría miedo a la oscuridad, ni a ninguna criatura mientras estés conmigo Alis.
Los ojos de Alis se tornaron como dos platos su expresión fue excesiva.
Arnold miró con gracia su rostro y pasó su mano sobre su cabello sonriendo, haciendo notar esos hermosos hoyuelos en sus mejillas respondiendo.
-No te preocupes Alis creo que me siento muy bien. Además no estamos tan lejos del hotel.
-Así es, respondió Alis, pero es mejor darnos prisa.
Tomo a Arnold y le ayudó sujetándose de la cintura mientras él posaba su mano en su hombro. Los escalofríos no se hicieron esperar, Alis estaba incómoda y su panti se humedecía con el brazo de Arnold en su cuello. El calor que emanaba aquel hombre le calentaba por completo.