Um Filho De Presente Para O CEO

Diana

En cuanto entramos en mi piso, Louis evitó mirar los muebles viejos y las paredes que ya necesitaban una mano de pintura, fue un caballero al no hacerlo para avergonzarme.

Incluso antes, cuando ya era de día, en cuanto nos hubimos duchado todos y tomado un café rápido, nos fuimos a una clínica que me podía permitir, por supuesto no creía que necesitara ser hospitalizado, pero mi padre dijo que esto aceleraría el proceso, y encontré una clínica en la que tendría varias actividades y que sería muy buena para él. No podía ser orgullosa ahora e ir a devolver el dinero cuando mi familia realmente necesitaba este paso, así que mientras pueda luchar por ellos lo haré.

- ¿por qué llorabas? - va directo al grano antes incluso de sentarse, me mira fijamente y parece tan cercano, recuerdo que cuando lo encontré preocupado en la puerta de mi piso me pregunté si era así por mí o sólo por su abuela - ¿dónde estabas?

- asuntos de familia", digo, sin querer hablar de mi padre, "por cierto, ese es mi hermano.

- No sé en qué momento se me acercó, pero es ahora cuando me doy cuenta de que estamos cerca, muy cerca el uno del otro, me mira a los ojos como si esperara que mintiera y está a punto de regañarme.

- Estaré bien - admito sin ganas de mentir, él me evalúa un poco más y asiente, luego se da cuenta de que está cerca y se aleja, negándome su aroma, que podría decir que es el perfume más varonil y delicioso que he olido nunca.

Veintiocho días sin verle, sigue empeñado en evitarme, y ahora sin la sombra de la preocupación su semblante está completamente cerrado. Me gustaría preguntarle a qué se dedica, es una de las cosas de las que la señora Abby no quiere hablarme, pero lo único que dice es que teme por la seguridad de su nieto y que tiene que hacer algo para que se haga cargo del negocio familiar.

- ¿quieres un café? - le pregunto y me dice que no, sin dejar de mirarme, empiezo a abrir y cerrar las manos varias veces porque me sudan, estoy nerviosa, su presencia me pone nerviosa.

- no, llama a mi madre, está preocupada por ti -me dice y se va sin mirarme una segunda vez, no cierra la puerta y yo sigo allí de pie intentando entender qué acaba de pasar y por qué me ha hablado como si me estuviera dando una orden... - No puedo irme sin decirte algunas cosas - vuelve a decir de la misma manera tormentosa que se fue y yo sigo parada en el mismo lugar ahora con los ojos bien abiertos - fuiste inconsecuente e irresponsable, dejaste a una señora de ochenta años preocupada, ¿tenías que decirle que tenías problemas familiares que atender? Si no puedes con el más mínimo trabajo, tienes que dejarlo.

Lo suelta todo de golpe y se va, dejándome con un sentimiento de culpa por no haber pensado en la dulce señora Abby, debería habérselo dicho, pero mientras se lo decía, no había tiempo y mi móvil se apagó.

Dejo correr unas lágrimas más por mis mejillas y me dirijo a la puerta y la cierro. Cuando pienso en ir a ver a mi hermano, está de pie en el pasillo mirándome fijamente.

- tiene razón, ¿verdad? - dice, y yo se lo confirmo-, pero así eres tú, que siempre antepones la familia a todo lo demás.

- porque te quiero y eres todo lo que tengo", le digo y él sonríe y se acerca más.

- "Creo que esa ropa nueva tuya vale una fortuna", bromeó, refiriéndose a la ropa que me había comprado la señora Abby. Al principio, en cuanto llegué a casa con varias bolsas, mi mente empezó a teorizar que quizá le daría vergüenza pasear a mi lado con mi sencilla ropa. Pero rápidamente traté de desechar este ridículo pensamiento, porque se trataba de una mujer a la que le encantaba ayudar a su prójimo.

La llamé y realmente estaba preocupada, pero le expliqué lo que realmente había sucedido, me dijo que me tomara el resto del día libre, mencioné que también quería hablar sobre el dinero que recibí de más, ella dijo que me mostraría que esas son las cosas que las amigas pagan a sus "damas de compañía", entendí que ella encontrará una manera de hacerme creer eso.

- pero ¿estás bien? ¿No sientes nada diferente? - pregunta cuando estoy a punto de colgar la llamada, en un mes ya la conozco lo suficiente para notar un tono ansioso en su voz.

- además de que parece que me siento una traidora por no haberte avisado y preocuparte? - pregunto y ella se ríe.

- Warren debe haberte contado tonterías, ¿verdad, hija? - pregunta y sonrío incómoda.

- Louis solo me dijo la verdad - afirmo.

- Louis? - pregunta y escucho una maliciosa sonrisa en su voz, o al menos eso es lo que entiendo.

- perdón, el señor Warren - me corrigo y la señora se ríe.

- ay, hija, ustedes los jóvenes no ven ni un palmo ante sus narices - dice y se despide todavía riendo, y al final de cuentas sonrío también aliviada por no haber sido reprendida, en realidad por ella, que es la que me importa, Louis Warren no me interesa en lo más mínimo.

Tal vez si repito esto un par de veces más puedo creer en mis propias palabras.

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