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Alana

Alana

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Diferencia de edad
Popularitas:3.7k
Nilai: 5
nombre de autor: NELSI BLANCO

Alana Alvarado Blanco solía sentarse en un rincón de su pequeño cuarto en el orfanato y contar los huecos visibles en la pared, cada uno representando un día más sin la compañía de sus padres. En su mente infantil, imaginaba que cada uno de esos agujeros era un recuerdo de los buenos momentos que había compartido con ellos. Recordaba con cariño aquellos cinco años en los que su vida había sido casi perfecta, entre risas y promesas. La melodía de la risa de Ana Blanco, su madre, resonaba en su corazón, y la voz firme de Vicente Alvarado, su padre, aún ecoaba en su mente: “Volveremos por ti en cuanto tengamos el dinero, pequeña”. Sin embargo, ese consuelo se había transformado en una amarga mentira, la última vez que le repetían esas palabras había sido poco antes de que la pesada puerta de madera del Hogar de San Judas se cerrara tras ella, sellando a la fuerza su destino y dejando su vida marcada por la ausencia. En ese instante, la esperanza que una vez brilló en sus ojos comenzó a de

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capítulo 13

El Comienzo de la Caza

​Fernando activó el protocolo de emergencia de la familia Fuente. No podía arriesgarse a una investigación corporativa. Era un daño que el apellido no toleraría.

Rastreando el Coche:

Fernando y su equipo de seguridad lograron rastrear el GPS del Mercedes blanco de Alana. La ubicación los condujo a un estacionamiento público cerca del muelle. Las hermanas habían abandonado el coche allí y habían continuado a pie.

​"¡Maldita sea! ¿Dónde está el apartamento de El Pinar?" rugió Fernando, ahora atando cabos con la dirección que usaba para sus citas. Se dirigieron inmediatamente allí, pero el apartamento estaba vacío y limpio. Las hermanas habían pasado la noche allí, pero ya no estaban.

​2. La Traición Silenciosa:

Fernando contactó a su chofer, Ricardo, para interrogarlo sobre la llave, pero el chofer ya no respondía. En lugar de eso, Ricardo envió un breve mensaje de texto: "Mi lealtad es con la estabilidad de la Corporación. He dimitido."

​Fernando se dio cuenta de que Alana había comprado el silencio de todos los testigos.

​3. La Red de la Tía Helena:

Fernando se vio obligado a llamar a su tía Helena. Ella, con su mente fría de abogada, no mostró piedad.

​"Tu imprudencia ha puesto en riesgo a toda la familia, Fernando. Necesitas encontrarlas. Y rápido. Si consiguen protección legal, estamos acabados. Yo me encargaré de silenciar la Comisión de Valores por ahora. Pero si no las encuentras, el castigo será peor que el divorcio."

​Fernando se lanzó a la calle, moviendo a sus hombres, recorriendo los viejos barrios que Catalina conocía. No podía usar la policía, pues eso haría público el conflicto. Tenía que encontrarlas en secreto.

​El Refugio Imprevisto

​Mientras tanto, Alana y Catalina habían tomado la precaución de no usar transporte público ni taxis al salir de El Pinar. Caminaron durante horas, camuflándose entre la gente del puerto.

​Su destino final era un pequeño café en el centro de la ciudad, un lugar discreto donde las esperaba el profesor de leyes de Catalina.

​"Estamos a salvo por ahora," dijo Catalina, sentándose en la mesa de un rincón. "Fernando no usará los recursos oficiales. Está demasiado asustado de la Comisión de Valores. Pero usará a sus 'gorilas'."

​Alana asintió, mirando por la ventana. Su nueva vida era una constante vigilancia, pero era mejor que la jaula dorada.

​De repente, Catalina se puso tensa, mirando fijamente a través de la ventana.

​"Mierda, Alana. Nos encontraron."

​Alana siguió la mirada de su hermana. A unas dos cuadras, en una camioneta negra polarizada, vio a un hombre musculoso con un pinganillo. Era uno de los guardias de seguridad de los Fuente.

​"No, no nos encontraron por el GPS," susurró Alana, su mente corriendo a cien por hora. "Nos encontraron por el dinero."

​Alana recordó: la única compra que habían hecho con el dinero de la cuenta matrimonial fue para pagar el café.

​"Fernando ha puesto un rastreo en todas las transacciones de esa cuenta," dijo Alana. "Cada vez que usemos el dinero, él sabrá dónde estamos."

​"Tenemos que irnos. ¡Ahora!" instó Catalina.

​Alana se levantó, pero se detuvo. Si se iban, Fernando solo tendría que esperar la próxima transacción.

​"No, Catalina. No vamos a huir. Vamos a jugar con su miedo."

​Alana agarró el móvil de su hermana y, en una acción audaz, hizo una transferencia de una cantidad significativa del dinero de su cuenta a otra cuenta bancaria desconocida en el extranjero.

​"Él acaba de recibir una alerta: 'Transferencia grande a Suiza'," explicó Alana. "Eso lo distraerá. Ahora creerá que estamos huyendo del país."

​"¿Y qué hacemos nosotras?" preguntó Catalina.

​Alana tomó su mano. "Nosotras vamos a ver a tu profesor. Y luego, vamos a ir al único lugar al que no se atreverá a buscarnos, porque es demasiado peligroso para él."

Alana y Catalina se levantaron de la mesa del café. El guardia de seguridad de los Fuente estaba claramente buscando discretamente, revisando los rostros de los clientes. El tiempo se había agotado.

​"Vamos por la puerta de servicio," susurró Alana. "Es una calle concurrida. Nos mezclaremos."

​Las hermanas salieron por la puerta trasera, que daba a un callejón lleno de contenedores de basura. El olor era fuerte, pero la cubierta era mejor. Corrieron hacia la siguiente esquina, buscando la forma de perderse en el mercado cercano.

​Justo cuando doblaban la esquina, una camioneta SUV negra se detuvo bruscamente junto a ellas. Los cristales polarizados bajaron lentamente.

​Alana se detuvo, sintiendo que el pánico le secaba la garganta. Estaba a punto de gritar cuando reconoció el rostro familiar y pétreo detrás del volante: Ricardo.

​"Suban," ordenó el chofer, su voz baja y urgente, sin emoción.

​Catalina dudó. "¿Cómo sabemos que no es una trampa?"

​"Porque Ricardo es leal a la Corporación," replicó Alana, abriendo la puerta trasera e impulsando a su hermana dentro. "Y Fernando es un riesgo para la Corporación. Él ha dimitido. Rápido."

​Las hermanas se metieron en el asiento trasero. Ricardo aceleró, alejándose del centro de la ciudad.

​"¿Por qué nos está ayudando, Ricardo?" preguntó Alana, mirando por la ventana para asegurarse de que no las siguieran.

​Ricardo miró por el retrovisor, su rostro reflejaba una profunda decepción, no miedo.

​"Yo he trabajado para la familia Fuente durante veinte años," explicó. "Yo sé dónde están enterrados los cuerpos, Señora Alana. Y yo no voy a dejar que el Señor Fernando, con su insolencia de niño mimado, destruya todo por una estupidez."

​Ricardo hizo una pausa. "Cuando usted me dijo que se llevaría la agenda para 'mantenerlo a raya,' yo sabía que era la verdad. El señor Fernando no solo tiene amantes. Estaba robando pequeños montos de las cuentas de gastos. Cosas que sus padres verían como una traición. Usted es la única que puede obligarlo a parar."

​"¿Y la Comisión de Valores?" preguntó Catalina.

​"Esa fue su jugada más inteligente, Señorita Catalina," asintió Ricardo. "Ahora la Señora Helena no podrá usar a la policía para encontrarlas, porque eso confirmaría que están huyendo de algo grave. Las buscarán, sí, pero no con los recursos del estado."

​"¿Adónde vamos, entonces?" preguntó Alana.

​"Vamos a mi casa. Está en las afueras, en un barrio viejo. Nadie de los Fuente conoce ese lugar," dijo Ricardo. "Pueden pasar la noche allí. Y tengo un plan."

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Omis Mendoza
está muy buena La novela no demore mucho los capítulos quiero ver La cara del aristócratico sin celebró dé Fernando
Omis Mendoza
que maldito ojalá ella sea más inteligente y sé largue de ese infeliz y sé haga una mujer fuerte y empoderada
Omis Mendoza
era dé esperarse ésa situacion todo lo que brilla no es oro
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