Adrien Marlow siempre consideró a Kai Min-Fletcher un completo patán cuya actitud y personalidad dejaban mucho que desear. Era bruto, arrogante y un imbécil que a veces disfrutaba despreciar a los demás, justo el tipo de persona que Adrien detestaba. Por ello creyó que nunca se relacionarían. Pero entonces, en una noche de lluvia, descubrió algo inesperado: ¿Kai estaba llorando? Antes de que pudiera pensar con claridad, los dedos de su mano presionaron el botón de su cámara. Cuando el sonido alertó a Kai, Adrien no era consciente de que, en ese momento, su vida estaba a punto de cambiar… y que, quizá, también cambiaría la vida de alguien inesperado.
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En toda su vida, Adrien nunca había viajado en moto. Y en esta primera vez, podía decir que fue toda una experiencia. Al principio, tenía miedo: a diferencia de un coche, se sentía expuesto. Le asustaba la idea de que algún vehículo los golpeara y causara un accidente. Pero, conforme el viento recorría su cuerpo al acelerar, fue relajándose poco a poco, hasta comenzar a disfrutar del viaje. Le resultaba interesante ver cómo dejaban atrás los autos en cada cambio de luz del semáforo. Además, cada vez que Kai aumentaba la velocidad, podía sentir cómo su pulso se intensificaba.
Siguiendo la dirección que Adrien puso en el navegador, Kai se movía por las avenidas y calles sin ningún tipo de consideración por su acompañante. En realidad, iba casi al límite de velocidad que indicaban los letreros. La idea de imaginarse la cara de terror de Adrien dentro del casco le causaba cierta satisfacción. No negará que quería asustarlo. ¿Por qué? No tenía una razón en especial; sencillamente, molestar a alguien tan serio como Adrien le parecía una actividad divertida.
Cuando arriban al complejo de departamentos, Kai frena. Al detenerse, Adrien no demora en bajar mientras sus piernas tiemblan. Al ver esa reacción, Kai se quita el casco para poder ver con claridad su expresión. Seguro será digna de admirar.
—¿Qué tal tu primera vez en moto? —pregunta con picardía. No necesitó interrogar a Adrien para saber que nunca antes se había subido a una. La cara que puso cuando se ofreció a llevarlo fue más que suficiente para notarlo.
Adrien se quita el casco llevándose las manos a la cabeza. Pero, lejos de la expresión que Kai esperaba ver, Adrien muestra algo completamente inesperado. Su rostro es el de alguien en pleno éxtasis; parece estar en trance, y sus ojos azules revelan un brillo inusual. Aunque su cuerpo aún tiembla, permanece quieto. Lo único que se mueve es una gota de sudor que se desliza entre sus mechones hasta caer en el casco que sostiene.
—¿Estás bien? —pregunta Kai, sintiéndose culpable mientras estira una mano para tocarlo. En ese momento, Adrien reacciona y lo toma con firmeza—. ¡Ey!
Sin darle tiempo a pensar, Adrien lo arrastra hacia el interior del complejo. Por supuesto, Kai intenta liberarse de su agarre, pero es fuerte. Desde aquella noche en las gradas, se dio cuenta de que Adrien tiene mucha fuerza en los brazos. Apretando la mandíbula, Kai está a punto de usar su fuerza bruta para zafarse. Sin embargo, Adrien lo suelta antes de que eso pase, justo cuando llegan al segundo piso.
—¡¿Qué mierda te pasa?!
—Usa el baño y cámbiate rápido —pide, ignorando el reclamo de Kai.
Al abrir la puerta, Adrien se apresura hacia la tercera habitación del departamento. Tiene que ajustar la iluminación, preparar el fondo... ¿debería usar el trípode? No, logrará una mejor toma si juega con los ángulos. Kai lo observa sin saber qué bicho le picó; no es consciente de que el viaje en moto encendió una chispa de inspiración en Adrien.
El movimiento, la adrenalina recorriéndole las venas, un frenesí salvaje y emocionante. Adrien quiere capturar ese sentimiento, ese latido intenso que lo atravesó mientras Kai lo llevaba en la moto. Desea fotografiar algo que transmita esa misma emoción.
El departamento donde vive Adrien no tiene casi nada destacable. Es como cualquier otra casa normal con su sala, comedor, cocina y baño. Técnicamente, ni siquiera es solo suyo; también le pertenece a su hermano Alan. Cuenta con tres dormitorios, aunque uno de ellos fue transformado por Adrien en un estudio improvisado, ya que había quedado en desuso después de la muerte de sus padres. A Alan no le molestó el cambio. Como pasa tanto tiempo fuera de casa, dejó que Adrien lo adaptara a su gusto.
—Tch. Le dije que no fuera tan entallado —se queja Kai al salir del baño, diez minutos después. El primer disfraz que Edith le preparó es de policía, y es terriblemente incómodo: la tela, de un azul eléctrico, se le adhiere al cuerpo sin dejar nada a la imaginación. Además, le aprieta en la entrepierna.
Mientras camina hacia la habitación donde se metió Adrien, Kai se toma un momento para observar el departamento. Está ordenado, en su mayoría. Al alzar la vista, se detiene al ver unas fotos colgadas en la pared. En ellas aparecen cuatro personas; Kai supone que se trata de la familia de Adrien.
—¿Será el delgarucho? —murmura, fijándose en el niño más pequeño de una de las fotos. Tiene una gran sonrisa de oreja a oreja mientras abraza a sus padres. No se parece mucho a su versión adulta.
—¿Ya estás listo? —pregunta Adrien, saliendo de la habitación.
Sus ojos inspeccionan el vestuario de Kai y, al instante, hace un gesto de desagrado. No porque le quede mal—de hecho, el traje resalta el atractivo de Kai, marcando sus músculos—, pero no encaja en absoluto con el concepto que quiere fotografiar.
—Es... inapropiado.
—¡Oye, a mí no me culpes! Esa arpía fue la que eligió esta ropa.
—Su nombre es Edith —lo reprende. Luego lleva una mano a la barbilla, pensativo—. ¿Qué otros vestuarios te dio? Déjame verlos.
Kai le entrega su mochila, donde guarda los demás disfraces. Adrien no duda en sacar todo y revisar, uno por uno, los conjuntos. Ninguno lo convence, excepto un par de guantes negros; el resto revela demasiado o desentona por completo con la idea que tiene en mente. Al final, termina buscando en su propio armario hasta encontrar algo adecuado. Se decide por una camisa negra y unos pantalones formales oscuros, acompañados de un cinturón. Luego le entrega a Kai las prendas. Como ambos tienen una complexión parecida, confía en que le quedarán bien.
—¿Qué se supone que soy? —pregunta Kai mientras se coloca los guantes. No entiende qué quiere lograr Adrien al vestirlo así. Desde luego, está más cómodo... ¿pero no se supone que estas fotos debían ser sensuales?
De pronto, Adrien se le acerca y, sin pedir permiso, comienza a desabotonarle la camisa hasta dejar solo los dos últimos botones abrochados. Los pectorales de Kai quedan al descubierto. La acción lo toma por sorpresa, y protesta al sentir el contacto. Desde que bajaron de la moto, Adrien no ha dejado de comportarse de forma extraña. Aunque no lo conoce demasiado, presiente que esta audacia no es común en él. Y no se detiene ahí, ya que también le afloja el cinturón.
—Veamos... —Adrien lo contempla detenidamente de arriba a abajo, pero todavía no está satisfecho—. Aún falta algo.
Sin decir más, se retira a otra habitación, y al regresar, trae consigo una caja sospechosa. Al abrirla, se revela que es un estuche de maquillaje. Kai da un paso atrás; esto ya no le está gustando.
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