sin darse cuenta, Renata muere en un evento de moda en Paris. al despertarse, se da cuenta que ahora está en el cuerpo de una extra patética que se deja pisotear por la villana. pero no, está vez, Renata protegerá al protagonista de la Miranda, la villana.
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capitulo 13: La princesa.
Solara, la princesa, corría desesperadamente por los pasillos, su vestido de gala era sencillo pero lindo. Había estado trabajando hasta el último minuto, terminando sus deberes y revisando unos documentos adicionales, y ahora era terriblemente tarde para el banquete.
Su corazón latía con fuerza en su pecho, la ansiedad la consumía. En su prisa, no prestó atención al suelo, y tropezó, cayendo con un golpe sordo. El dolor agudo la invadió, sintiendo un intenso ardor en su tobillo y rodilla. Un gemido escapó de sus labios, la frustración y el dolor se mezclaban en una amarga sensación.
Fue un silencio momentáneo, luego, una figura se acercó. Era Edgar, aquel joven capitán que ser volvió un archiduque, y que guardaba un amor secreto por Solara. Sus ojos se abrieron con preocupación al verla en el suelo, su rostro se preocupó más de lo debido.
— ¡Princesa! — dijo Edgar, acercándose con cuidado— ¿Se encuentra bien?
Solara, con dificultad, intentó incorporarse, pero el dolor la obligó a retroceder. Por un momento se llegó a sentir torpe. Edgar, sin dudarlo, se arrodilló a su lado, he hizo lo que sintió hacer.
—Déjeme ayudarla— con voz suave le mencionó, mientras con delicadeza la cargaba.
Solara, con un rostro de sorpresa y de pena intenta decir algo, no obstante la impresión no la deja.
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Es cuando Edgar dice lo siguiente con firmeza.
— creo que se ha lastimado el tobillo y la rodilla, veo un poco de sangre en su vestido— necesita atención médica.
Solara, con el dolor y la sorpresa aún presente, sintió una calidez inesperada en la preocupación de Edgar.
— capitán... No es nada grave. Fue una torpeza de mi parte por ser imprudente con mis pies... No es necesario un médico.
— no puedo permitir dejarla así. Si me lo permite, le haré la curaciones necesarias. En la guerra, fue uno de los principios básicos que aprendí. No solo con la espada.
— debió ser muy difícil. La guerra, las muertes y las batallas... Debo admitir que lo admiro mucho.
Edgar titubea un poco.
— L-la verdad es que siempre hubo alguien que me motivo a seguir y no perder la vida para volver a su lado.
— debe ser una persona muy afortunada.— mencionó, de manera inocente y sonriente.
En una habitación desocupada, elegante pero sencilla. Solara, sentada en una silla, observa con una mezcla de vergüenza y agradecimiento cómo Edgar, con una destreza sorprendente, limpia y cura sus heridas. La sirvienta, siguiendo sus instrucciones, había dejado un botiquín de primeros auxilios sobre una mesa cercana.
Hay un pequeño silencio entre ellos, roto solo por el suave susurro de las vendas y el ligero jadeo de Solara cada vez que Edgar toca sus heridas. La tensión es palpable, una corriente invisible que fluye entre ambos. Edgar, con movimientos cuidadosos y precisos, limpia la herida de su tobillo, sus dedos rozando la piel delicada de la princesa. Solara siente un escalofrío recorrer su espina dorsal, era extraño, pero algo que siempre esperó a que ocurrirá. Quizás, un suceso menos vergonzoso, aún así, ella dice.
— lo siento — su voz apenas es un susurro, avergonzada por su propia reacción.
— no te preocupes, princesa— responde Edga.
Su voz suave y tranquilizadora no pasa desapercibido. Sus ojos se encuentran con los de ella, y una chispa de deseo brillando en su mirada inesperadamente.
Mientras cura la herida de su rodilla, Edgar se acerca más a ella, su cuerpo rozando el de la princesa. El contacto es inevitable, y la tensión entre ambos aumenta exponencialmente. Solara percibe la respiración de Edgar cerca y un rubor intenso cubre sus mejillas.
— ya casi termino — comentó él, su voz ronca, sus dedos aún trabajando con precisión, pero con una lentitud deliberada que prolonga el contacto. Hasta que finaliza con éxito— listo. No quedará ni una marca.
Ella ríe de momento, pues la actitud de él era muy agradable. De repente, la mirada de ambos se mantiene fijamente en sí.
— y... ¿Quiere volver al banquete?— preguntó él para dejar la tensión.
— ¿No es muy tarde?
— No lo creo... A decir verdad, aún no me he presentado en el banquete.
— pero fue hecho en honor a ustedes.
— bueno... Prefiero compartir mi tiempo con usted si es posible. Usted me transmite paz y una sensación de frescura. Claro, si así lo desea, de lo contrario, puedo irm...
— no... De hecho, también me agrada su compañía. No soy muy buena socializando, lo hago en otras ocasiones por deber, pero siempre estoy estudiando. Además, teníamos tiempo que no estamos así
— Ah... Sí... Recuerdo la última vez que estuvimos de esta manera. Te llevé a ver las luciérnagas en el lagos Hein. Sin embargo... Ninguna salió... Ese momento sentí que fui un fracaso.
Solara lo consuela colocándole la mano en el hombro.
— no fuiste un fracaso, de hecho, me gustó mucho conocer ese lago. Ya que ese día me creo un lindo recuerdo como ahora, capitán.
Edgar no sabía que decir, era como un sueño que se volvía realidad, quería pellizcarse para comprobarlo. No obstante, él solo coloca su voz sería y firme.
— no me molestaría que me llamaras Edgar. Y princesa, mañana me gustaría llevarla nuevamente a ese lugar con la suerte de encontrar luciérnagas. Ya que aveces, debe tomarse un descansó en sus labores. Sé que se fuerza para ayudar a su hermano, pero por favor, no me gustaría verla débil de tanto trabajo.
Solara asiente con firmeza, pero a la vez, siente esa calidez que transmite Edgar. Éste se levanta e intenta ayudarla a que esté de pie.
— ya no me duele. No se cómo agradecerle.
— no es necesario, verla en las mejores condiciones es primordial para mí. ¿Quiere que la escolte a donde quiera?
— no quiero molestarlo más, pero para no rechazarle el gesto, hasta mi habitación, por favor.
Edgar le ofrece el brazo para que se apoye y ella se va con él. Y de manera lenta pero uniforme, ambos se van caminando e intercambiado palabras. Al dejarla al frente de su habitación, Edgar se despide dándole un beso en la mano. En cambio ella, lo toma desprevenido y le da solo un beso en la mejilla, ese gesto robado hace que Edgar quede paralizado con el corazón latiendo a mil. Fue cuando ella ofreció las siguientes palabras.
— buenas noches. Edgar.
Y él solo balbució esa frase. Atónito quedó, y sin percatarse de que alguien más estaba presente, y ese era Dorian, a pesar de que su rostro es serio, Edgar podía sentir la presión que el emperador trasmitía.
— puedo explicarlo.
— y lo harás.
Ella le va a ir bien siendo que manipuló al Duque desde el principio?, y si el ya tenía una mujer que ama? o una prometida y con ella se querían, no está bien que quieran que Miranda sea feliz a costa de un hechizo que uso para Hipnotizar a la víctima.
Si quieren que Miranda se redima es hacer las cosas bien, pagar por las cosas que hizo