«Si Tú No Existieras»

Dayhan, era uno de esos jovencitos que odiaba ofender a las mujeres. Para él, las mujeres debían ser respetadas en todos los sentidos, pero Perla buscaba la forma de hacerlo sentir mal. Después de unos minutos, y con las últimas palabras que ella le dijo, haciendo eco en su mente, él la miró. Se acercó, y le susurró al oído:—Te equivocas, me he follado a más de una, ¡pero claro! Seguro tú tienes un récord.

Perla quería gritar que aún era virgen, para que dejara sus suposiciones absurdas, pero prefirió quedarse en silencio. Se cubrió completamente con la sábana, ignorando su comentario. Él, después de usar esa expresión, se sintió fatal. Quería pedirle una disculpa, pero prefirió no hacerlo.

Para dos cuerpos ardiendo de deseos, es difícil conciliar el sueño. Ambos se movían más de lo normal. Con tan solo un roce, se activaban las hormonas y las feromonas. ¿Quién puede dormir plácidamente al lado de una persona que le gusta, que le agrada, que desea con intensidad? ¿Sabiendo que están solos, con poca ropa, en la misma cama, y en el silencio de la oscuridad? Creo que nadie. Dayhan y Perla solo dormían por ocasiones. Ella, si él se movía, pensaba que se iba a acercar más. Él, si ella se movía, tenía malos pensamientos y la quería tocar.

Un lindo amanecer, pero Dayhan no lo disfrutó como todos los días. Al levantarse, se dirigió al lago de prisa. Perla, quien ya estaba despierta, se sorprendió al verlo tan apurado. Supuso que iba a hacer sus necesidades fisiológicas. Lo siguió para sorprenderlo, y burlarse de él. Su comportamiento no era normal.

Dayhan, después de ese beso robado a Perla, pasó la noche con una erección tras otra. Por su mente solo pasaba la idea de hacer el amor con ella. Llegó al lago, se pegó a una piedra. Desesperado bajó su bóxer, y empezó a masajear su parte íntima. Haciendo movimientos con la mano, con los ojos cerrados. La expresión de su rostro, mostraba claramente que estaba sintiendo placer. Sus movimientos eran más y más rápidos hasta lograr correrse.

Perla vio la escena pornográfica completa, detrás de un árbol. Lo quería interrumpir, pero le daba vergüenza. Quería volver a la choza, pero le provocaba placer verlo tocándose. Cuando él terminó de correrse, se dirigió a tirarse al lago. Antes de meterse al agua, ella se acercó, y le preguntó con una sonrisa: —¿Qué hacías?— Se colocó justo en donde estaba el flujo blanco y miró hacia abajo.

— ¡Maldición! ¿Qué haces ahí parada? — se lanzó al agua.

— Estaba viendo una película de porno, en donde la parte masculina se hacía así. —actuó los movimientos que hizo Dayhan con su mano, luego sonrió.

— ¿Me estabas espiando? — preguntó él, con una sonrisa, sin importar que ella lo había visto.

— ¿Tú qué crees?

— Sí, y si esperaste ver el final, eso significa que te gustó.— afirmó Dayhan.

—¡No lindo! Pero te veía gracioso.— negó la señorita.

—Soy un hombre, tengo necesidades, y aquí no hay muchas opciones que digamos. A menos que tú me quieras ayudar.

— Ni en tus sueños.

— Apuesto a que estás mojada, admite que te gustó lo que viste.

— Imbécil. Jamás haría nada morbosos contigo, eres patético, no me agradas como hombre, literal.—dijo nerviosa. Se fue apresurada a la choza, al llegar, pasó su mano por la entrepierna y, efectivamente estaba húmeda.

El tiempo continuó avanzando. Habían pasado dos días. Ellos casi no se dirigían la palabra. Era algo estresante para ambos. Dayhan pasaba la mayor parte del tiempo en el lago, o en el mar. Perla siempre estaba en la choza. Solo salía cuando se iba a bañar.

Estaba por oscurecer. Perla estaba acostada llorando, desesperada. Dayhan, que estaba llegando, escuchó sus sollozos. Se acercó a la cama, se sentó, y le preguntó con preocupación tapando su hombro: —¿Qué pasó? ¿Qué tienes?

Ella, al sentirlo cerca, se sentó, lo abrazó, y continuó llorando en su hombro. — Estoy cansada, Dayhan. No soporto más estar en este lugar.

— No te preocupes. Estoy aquí contigo, y no te dejaré sola. —respondió Dayhan mientras la abrazaba.

Perla se sintió reconfortada en los brazos de Dayhan. Aunque seguía sintiéndose triste, y vulnerable.

— Gracias por estar aquí conmigo. —dijo Perla mientras se acomodaba en el abrazo de Dayhan.

— Siempre estaré aquí para ti, Perla. No importa lo que pase, siempre podrás contar conmigo. —respondió Dayhan mientras le acariciaba el cabello.

Perla se sintió agradecida por tener a alguien como Dayhan a su lado, en ese momento difícil. Sabía que no podía depender de él para siempre, pero en ese momento necesitaba su compañía y su apoyo. Juntos, se acurrucaron en la cama y se quedaron dormidos, abrazados el uno al otro.

Ambos se sintieron ligeramente incómodos, y no precisamente por la posición en la que se encontraban, sino porque sus cuerpos se tensaron drásticamente. Dayhan se acercó más a ella, le respiró en el cuello y se aferró a su cintura.— Supuse que no querías que estuviera cerca de ti.—dijo el chico con los ojos cerrados.

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