Lucía, una tímida universitaria de 19 años, prefiere escribir poemas en su cuaderno antes que enfrentar el caos de su vida en una ciudad bulliciosa. Pero cuando las conexiones con sus amigos y extraños empiezan a sacudir su mundo, se ve atrapada en un torbellino de emociones. Su mejor amiga Sofía la empuja a salir de su caparazón, mientras un chico carismático con secretos y un misterioso recién llegado despiertan sentimientos que Lucía no está segura de querer explorar. Entre clases, noches interminables y verdades que duelen, Lucía deberá decidir si guarda sus sueños en poemas sin enviar o encuentra el valor para vivirlos.
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Luces, Música y Secretos
...╞═════𖠁ೋღ En un salón lleno de risas y secretos, la botella me señala, pero son sus ojos los que me hacen querer esconderme y quedarme a la vez.ღೋ𖠁═════╡...
Volví al salón desde el balcón, con el eco de la ciudad todavía zumbándome en los oídos y la imagen de Adrián todavía grabada en mi cabeza. La fiesta estaba en su punto álgido: la música retumbaba con un ritmo electrónico que hacía vibrar el suelo, las luces de colores parpadeaban como si quisieran hipnotizarnos, y el aire estaba cargado de risas, sudor y el aroma dulce de los refrescos mezclados con algo más fuerte. Sofía seguía bailando con Dani, quienes no se habían separado todavía, se dieron media vuelta y luego se rieron, ajenos al caos a su alrededor. Nicolás y Kassandra estaban en una esquina conversando con un grupo, con ella gesticulando como si estuviese en un escenario. Y Marcos solo servía más refrescos, mientras esquivaba a un par de chicos que intentaban convencerlo de subir el volumen.
Intenté mezclarme con la multitud, pero me empecé a sentir como un pez fuera del agua. Mi lata de refresco estaba vacía, así que me dirigí a la mesa de comida, buscando algo que pudiera darme una excusa para no hablar con nadie. Me encontraba a punto de tomar una porción de pizza cuando Kassandra dio un paso al centro del salón, mientras golpeaba una botella vacía contra su anillo para llamar la atención.
—¡Oigan, gente! —gritó, y la música se bajó un poco, cortesía de un chico que parecía ser el DJ improvisado—. Vamos a jugar a algo. Basta de bailar como locos, hagamos esto más interesante.
—¿Qué tienes en mente, Kas? —inquirió Nicolás, mientras se apoyaba en el sofá con aquella sonrisa suya que parecía desafiar al mundo.
Kassandra solo sonrió, y levantó la botella como si fuese un trofeo. —Girar la botella, pero no el de besos, aburrido. Este es mejor: si la botella te señala, eliges entre un reto, una confesión o responder una pregunta bien jugosa. Si no quieres, tomas un trago. ¿Quién se apunta?
El salón estalló en gritos y aplausos, con algunos silbidos y un par de “¡venga, sí!”. Sofía que apareció a mi lado como por arte de magia, me toma del brazo con una sonrisa diabólica.
—Esto se va a poner bueno —susurró, mientras me arrastraba hacia el centro—. No te me escapes, Lucía.
—No Sofía, yo no... —protesté, pero ella ya se encontraba empujandome hacia donde la gente empezaba a tomar asiento en un círculo desordenado en el suelo.
—Ni lo intentes —dijo, optando por sentarse con las piernas cruzadas y luego jalarme para que tome asiento a su lado—. Esto es obligatorio. Además, necesitas divertirte.
Marcos apagó las luces de colores y encendió una lámpara que arrojó un brillo cálido sobre el círculo, haciendo que todo pareciera un poco menos caótico. Me limité a tomar asiento entre Sofía y Dani, con el corazón latiéndome rápido. Frente a mí estaban Nicolás y Kassandra, quienes parecían los reyes del juego antes de que empezara. A mi derecha, un grupo de chicas de artes que no conocía bien, y a la izquierda, más allá de Dani, se encontraba Adrián, el hombre del balcón. Estaba sentado con una postura relajada, sosteniendo una cerveza en la mano, y su cabello castaño brillaba bajo la luz. Evite mirarlo, pero sentía su presencia como un imán.
—Vale, yo empiezo —dijo Kassandra, empezando a girar la botella con un movimiento exagerado. La botella daba vueltas, y todos la observaban como si fuese a decidir su destino. Y finalmente, se detuvo señalando a Marcos.
—!Rayos, yo! —Marcos se rió, mientras se frotaba las manos—. Dime, Kas, ¿qué me toca?
—Confesión —respondió Kassandra, y se inclinó hacia él con una sonrisa maliciosa—. ¿Cuál es la cosa más estúpida que has hecho por amor?
El círculo soltó un “¡uuuh!” colectivo, y Marcos se rascó la nuca, claramente atrapado. —Joder, vas fuerte, ¿eh? Vale... Una vez, en el insti, le escribí un poema a una chica y lo pegué en su taquilla. Pero era tan malo que ella pensó que era una broma y se lo mostró a todos. Todavía me persigue en mis pesadillas.
Todos estallaron en risas, y Sofía se dobló, casi llorando. —¡Marcos, eres un desastre! ¿Qué decía el poema?
—No, no, eso se va a la tumba —dijo Marcos, rojo como un tomate, mientras señalaba la botella—. Mi turno.
La botella giró de nuevo, y esta vez apuntó a Sofía. Ella soltó un grito dramático, y se llevó una mano hacia el pecho. —¡El destino me llama! Venga, Marcos, sorprendeme.
—Reto —Dijo Marcos, con una sonrisa vengativa—. Canta un verso de la peor canción que sepas, a todo pulmón.
—Fácil —contesta Sofía, y se puso de pie como si fuese a dar un concierto. Luego empezó a cantar una versión exagerada de una canción pop cursi de los 2000, con gestos teatrales que hacían que todos se partieran de risa. Terminó con una reverencia, y el círculo empezó a aplaudir como si hubiese ganado un Grammy.
—Eres un peligro —le dije, riéndome a pesar de mi nerviosismo.
—Y tú eres la siguiente en caer —respondió, y me guiña un ojo mientras empezaba a girar la botella.
