A veces, la vida nos juega una mala pasada. Nos hace probar el dulce néctar del amor, para luego arrebatárnoslo como si fuera una burla. Ésta historia le pertenece a ellos, aquéllas dos almas condenadas a amarse eternamente, Ace e Isabella.
—¿Seguirás amándome en la mañana?.
—Toda la vida, mi amor...
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Capítulo 12
Cuándo todos se fueron, abracé a Isabella con fuerza.
Podía sentir mí corazón latir con emoción.
Quizás por la ira que sentí al ver a Angélica golpearla.
O tal vez sea porque por primera vez la estoy abrazando.
Tomé el rostro de Isabella en mis manos, acariciando sus suavemes mejillas.
—¿Estás bien? –Susurré, observando sus preciosos ojos violetas–.
Ella asintió.
—Estoy bien... –Murmuró–. Pero, ¿Qué acaba de pasar? –Sus ojos se posaron en los míos–. ¿Por qué tu novia me abofeteó? ¿Por qué dijo que soy tu amante? –Indagó–.
Suspiré.
—Ella ya no es mí novia, rompí con ella hace unos días.–Le informé–. Lo siento, te golpeó porque estaba molesta. –Comenté acariciando su rostro–. Y lo del amante... –Dudé–. No sé cómo responder eso.
Isabella me observó con confusión.
—¿Rompiste con tu novia? –Cuestionó y yo asentí–.
Juro que noté un destello en sus hermosos ojos.
—¿Hablas en serio? –Insistió–.
—Sí, Isabella, hablo en serio. Rompí con Angélica. –Declaré–.
—Eso es... Muy triste. –Respondió intentando contener su alegría–.
Puedo jurar que ella no se sentía triste en absoluto.
Suspiré y la abracé.
—Lo siento por lo que te hizo. –Dije acariciando su larga cabellera–.
—Está bien, no es tu culpa. –Me observa–. ¿Cómo te sientes tú? Romper con alguien es difícil.
—Romper con alguien es fácil, lo difícil es aceptar que ya no estás con esa persona. –Comenté–. Pero, sí, estoy bien. –Afirmé–. Yo había abandonado ésta relación desde mucho antes de romper con ella. –Declaré con calma–.
—Ya veo... –Asintió–.
—Ven, vamos a comer algo. –Tomé su mano, guiándola hacia la puerta–. Te lo debo por lo que acabas de pasar.
Ella me miró un momento.
—¿Pagas tú? –Indagó y asentí–. Bien, normalmente diría que no es necesario, pero nunca digo que no cuando hay comida gratis de por medio. –Verbalizó sonriendo–.
Solté una risita.
—Sí, sí... Eres glotona y tacaña, dime algo nuevo. –Bromeé–
Llevé a Isabella a una cafetería cercana.
—¿Qué te gustaría ordenar? –Pregunté leyendo el menú, mientras la moza estaba de pié a nuestro lado lista para tomar nuestra órden–.
—Mhm... –Lee el menú–. Quiero una hamburguesa, también unos tostados de jamón y queso. Me gustaría también una porción de pizza y un licuado de durazno, y un jugo de naranja exprimido para llevar. –Respondió observándome–.
La observé en shock, miré a la moza y ella estaba igual de sorprendida que yo.
—¿Qué...? –Balbuceé y ella se echó a reír–.
—¡Broma, broma! –Dijo riendo–.
Solté un suspiro y le revolví el cabello, haciéndola reír aún más.
—Pequeña bromista. –Solté una risita–.
Ella rió arreglándose el cabello.
—Sólo bromeaba. –Ríe–. Quiero una hamburguesa con un licuado de durazno. –Declaró observando a la moza, quien rápidamente anotó su pedido–.
—¿Y usted, señor? –Preguntó la mujer observándome, esperando mí pedido–.
—Yo quiero dos tostados de jamón y queso con una taza de café. –Ordené y ella asintió–.
—Su órden estará lista pronto. –Respondió yendose–.
Una vez que estuvimos solos, mis ojos se posaron en unos violetas.
—¿Sabés? Tienes un color de ojos muy peculiar, en el buen sentido. –Comenté observándola–.
Ella me observó y enarcó una ceja.
—¿Sí? ¿Qué significa eso? –Cuestionó con una sonrisa–.
—Significa que ahora el violeta es mi nuevo color favorito.
Pude ver cómo su precioso rostro se tornaba color rojo, se veía tan linda avergonzada.
—Creo que ahora el rojo también es mí color favorito. –Se puso aún más roja–. Pero no todos los rojos, me refiero al bonito rojo que tiñe tus mejillas cuando estás avergonzada. –Le informé con una sonrisa–.
—¡Ace! –Me regañó–. Te pusiste muy atrevido ahora que estás soltero. –Verbalizó observándome–.
Mis manos se posaron sobre las suyas.
—Quizás simplemente estoy haciendo lo que he deseado hacer desde el primer día en que te conocí. –Revelé acariciando en círculos el dorso de sus manos–
Isabella me observó con sorpresa y vergüenza.
—Escúchame, Isabella, acabo de terminar una relación que duró años. –Hablé en voz baja–. No pretendo comenzar un romance con otra persona tan pronto pero, me interesas. Y quiero tener la oportunidad de conocerte. –Ella se sonrojó, observándome con sorpresa–. No soy idiota, sé que al igual que yo, te sientes atraída hacia mí persona. No quiero ir rápido, es más, si pudiéramos ir de la forma más lenta posible, sería mejor. –Evitó mí mirada y suspiré–. Entonces, si estás de acuerdo, quiero comenzar a conocerte y no, no me refiero a conocernos como <
No sé porque, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Isabella... –Me puse de pie, sentándome a su lado–. ¿Por qué lloras? ¿La idea de salir conmigo es tan repulsiva para ti? –Bromeé acariciando su cabello–.
Ella secó sus lágrimas y negó.
—Lo siento, soy muy sensible... –Murmuró–. Sí... Si quiero salir contigo, Ace. –Ella accedió, observándome con amor y devoción–.
Mí corazón se hinchó de felicidad.
La abracé, enterrando mí rostro en su cabello, inhalando su dulce aroma.
—Estoy felíz... –Comenté en voz baja, y ella se acurrucó en mí pecho–.
Isabella aún tenía sus pestañas húmedas por las lágrimas anteriores, así que acuné suavemente su rostro en mis manos y, besé suavemente sus preciosos ojos violetas, calmándola.
—Eso es... Calma... –Susurré–. ¿Acaso ahora estoy condenado a estar con una preciosa mujer que llora por todo? –Bromeé y ella rió abrazándome con fuerza, como si temiera que fuera a desaparecer–.
—Es tu culpa por invitarme a salir. –Declaró–. Soy una llorona, lloro cuando estoy felíz, triste, estresada... Y lloró aún más cuando veo películas. –Admitió–.
—Dios mío... ¿En qué me he metido? –Dije fingiendo estar arrepentido de mí decisión–.
Mí preciosa Isabella me dió un suave golpecito en el pecho, regañándome en silencio mientras reía.
Su risa me daba años de vida.
Verla tan felíz era como un suave susurro al alma.
—Mí Isabella... –Apoyé mí frente sobre la de ella–. Juro que intentaré mantener esa hermosa sonrisa en tu rostro para siempre. –Murmuré–. Prometo hacerte reír todos los días, incluso si no soy el hombre más gracioso del mundo. –Acaricié sus mejillas con mis pulgares–. Y, te aseguro que te respetaré, cuidaré y protegeré eternamente mientras estés a mí lado. –Declaré, depositando un suave beso en su frente–.