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Dos Dimensiones

Dos Dimensiones

Status: Terminada
Genre:Completas / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Dejar escapar al amor / Juego del gato y el ratón / Amor-odio
Popularitas:3k
Nilai: 5
nombre de autor: Miguel Antonio Alba La O.

La juventud es la etapa de nuestros mayores miedos, pero también de nuestros más escandalosos amores.
¡Ven y acompañame en esta historia donde la religión y el amor hacen estragos!

NovelToon tiene autorización de Miguel Antonio Alba La O. para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Corazón confuso

Ciertamente a Diana le estaba costando trabajo refrenar a Samuel y a Gabriel. Estaba ante una situación confusa y que amenazaba su posición como cristiana.

Si le decía que sí a Gabriel, estaría comportándose como una idiota al herir a Elizabeth. Diana no era ciega y en infinidad de cuentas se había percatado, como la chica sonreía y peleaba con Gabriel a cada instante cuando sacaba notas sobresalientes o por la simple razón de que el muchacho jugaba con su coleta a la hora de recreo.

Lamentablemente, sabía que Gabriel veía a Elizabeth como una hermana y no como algo más, en cambio se había enamorado de ella. Por otra parte estaba Samuel: atractivo, seductor, guapo a rabiar…. Pero también frágil y partido. Ella sabía que debajo de su rostro se encontraba una persona astillada por el dolor de muchos golpes de la vida.

Era viernes pero decidió no ir a la célula, si se encontraba con Gabriel tendría que hacer de tripas corazón para mirarlo a los ojos. Además también estarían sus hermanas de célula que no se les escapaba nada… ¡esas chicas eran radares del mundo interno de las personas! Te analizaban, te observaban y luego como si nada lanzaban la bomba que tú no esperabas.

Más bien, se vistió para conectarse en el parque aunque una parte de ella le decía que no estaba haciendo algo bueno. No podía justificar a la vocecita de su mente que le susurraba que era más racional huir, que luchar la guerra contra los dos muchachos. Se quedó mirándose en el espejo. Se sorprendió al ver a la antigua Diana.

La cobarde

La que huía por los pelos

La mala de la película

¡No! No huiría de sus problemas, ya estaba harta de quedarse callada. Aún si Gabriel era uno de sus amigos se había pasado de la raya establecida por el respeto mutuo.

Ignoró los gritos de su yo carnal que pedía a gritos el parque y se dirigió hacia la célula de los edificios. Primero se despidió de sus padres con un sonoro… ¡regreso a las nueve!… desde la puerta.

Le temblaban las manos por la anticipación de los sucesos. Al llegar a la planta requerida, la puerta estaba entreabierta dejando ver a personas cantando y aplaudiendo.

Quería bajar los escalones como ventolera de otoño y arrepentirse, pero su ego de cristiana solo le hizo un nudo en la garganta que le dejó seco el paladar. Se armó de fuerzas y con las manos todavía con temblores tocó la puerta…

Mala idea…

¿Qué estaba haciendo?…

Ya se arrepentía…

No le dio tiempo a reflexionar más sobre su decisión.

Gabriel estaba a la puerta con una mano sobre el portillo, quedándose sorprendido al verla allí, aunque dejaba ver en sus ojos que estaba profundamente feliz.

La música de las personas de adentro se había detenido y una persona sumamente familiar ocupó el lugar en la puerta junto a Gabriel. Diana enrojecía cada vez más de la vergüenza. Estaba en los escalones ya al punto de irse, cuando Gabriel la había visto y ahora para agregar más rojo a su cara, Mima la observaba con una sonrisa radiante.

Había conocido a Mima en la iglesia en un culto juvenil junto con Yulia. Las dos se sentaban juntas…

Siempre felices, aparentando quince años…

Como si nunca hubieran envejecido. Asombrosamente quiso sentarse al lado de ellas y que le brindaran la calidez que emanaban. Así fue, como poco a poco, su líder de juveniles se hizo una de sus amigas, hermana, consejera y por encima de todas esas cosas como su madre.

Sip… eso es a lo que se le llama darle celos a la madre por lazos sanguíneos. Pero con Mima y ella, era algo especial y único. No las habría unido la familia o la sangre de parentesco, pero había algo mayor que aquello y era que Cristo era su soga de amarre para quererse como una madre quiere a su hija.

Lo mismo sucedía con los demás de adentro que habían venido rotos y destrozados del mundo.

Pero justo ahora Diana quería ser un suricato y meterse en un agujero bajo tierra, lejos, muy lejos de la mirada de deseo que proyectaba Gabriel. Mima seriamente debía ponerse espejuelos, porque de haberse percatado de lo que sucedía…

Diana subió los escalones hacia ellos y saludó con un sonoro beso a su líder, luego cuando por obligación, no por querer fue el turno de Gabriel, ya Mima había entrado y anunciaba con antelación que estaba ella allí a todos. Acercó sus labios a la mejilla del muy cínico pero él se viró en el último instante, logrando que le besara la comisura de los labios.

Se echó hacia atrás loca de la histeria y con deseos de utilizar su mano lejos de un saludo para partirle un hueso, pero el muy inteligente abrió con una mano la puerta, más como diciendo:

¡Si haces algo tonto, todos lo verán!…

Pasó por su lado y al fin pudo entrar hacia donde los demás esperaban para continuar. Ella se sentó al lado de Susana, lejos de él, para evitar que ocurriera un accidente. Fácilmente pudiera golpearlo con un jarrón y decir que fue una pequeña torpeza de su parte.

Bueno, nadie se lo creería… pero al menos calmaría el picor que sentía en los dedos como corriente eléctrica.

La célula transcurrió bien hasta el bendito momento en que Mima decidió hacer un juego de cambiar lugares. El objetivo era sentarse al lado de alguien que tú conocieras mejor. Dado que ella era la más nueva nadie la conocía más que el muy exasperante de Gabriel. Pero aun así lo intentó con Susana:

-¡Susana por favor, finge que me conoces de toda la vida! – suplicó al punto de casi derramar lágrimas de desesperación.

- Diana, ¿cómo crees que puedo conocerte tanto si no nos vemos casi?, ni siquiera en la escuela nos encontramos por nuestros horarios – dijo ella fingiendo enfado

Muy bien… Plan B: Soborno Concebido

-Te daré diez pesos por una semana para las meriendas en el receso, pero por Dios Susana, sálvame de esto – le sacudió el brazo

Ella pareció reflexionar.

-Chica, nunca te he visto tan desesperada por un favor, pareciera que no quieres que alguien devele tus secretos –

-¡Yo no tengo secretos! – saltó un poco enfadada

-En fin – masculló ella observándose las uñas con aburrimiento – puedo hacerlo, pero es la primera y la última vez me entendiste

Diana asintió emocionada.

Comenzaron a hablar todos los chicos, parejas por parejas, de sus juegos favoritos, de sus hábitos espirituales, de sus comidas, películas etc. Cuando le tocó el turno a Susana, la pobre la describió con tres palabras que la hicieron caer en infarto crónico…

Seguro debió decirle a Mima que le llamara una ambulancia con todo preparado, porque en esos momentos se iba a morir. O mejor aún, que llamara dos porque la iba a matar a ella antes de irse con el Señor.

-Diana es… Limpia, estudiosa y educada – dijo Susana con claro desgano

Tierra trágame y no me dejes abofetearla – pensó Diana al punto de desmayarse

-¡Seguro es un error Susana, verdad! – la pellizcó y ella dejó de mirarse las uñas – discúlpenla, es que tiene lagunas en la memoria.

De repente le dio por mirar a Gabriel y no le gustó lo que vio en el otro rincón donde estaba sentado. Estaba claramente molesto. Una sonrisa arrogante y ladeada asomaba a su rostro, pero la ocultaba con la mano que tenía sobre la barbilla. Aparentemente todo estaba normal hasta que él abrió la boca.

-¨Limpia¨… ¨estudiosa¨… ¨educada¨… ¿es en serio Susana? – pero claramente se dirigía a ella con la fuerza de su gélida mirada.

Las piernas le temblaban aunque ocultó su reacción con una sonrisa fingida. Susana se encogió de hombros a su lado y se hizo de cuentas que nada sucedía

Cuando todo terminara, por los ángeles, que debía recordar matarla

-Diana es una chica maravillosa, sensible, llena de sueños, inocente no como las otras. Con una sonrisa te devuelve el aliento y con sus palabras puede destruirte o hacerte el hombre más afortunado. Indudablemente es bella por fuera y por dentro. Es un ejemplo de chica cristiana que todos debieran imitar ciegamente; porque después de todo también es una gran amiga

- ¡Pero yo!… - quiso detener Diana a Gabriel pero era demasiado tarde.

-Le gustan las películas de romance, el helado de vainilla, salir con nosotros al parque, ama los animales principalmente los gatos y nunca, nunca de los nunca la he visto llorar en público, porque sé que guarda eso para cuando está delante de Dios.

Todos aplaudieron al oír esto, incluso Mima que dudaba de que Gabriel la conociera tanto. Él se quedó mirándola como diciendo

¡No vuelvas a intentar apartarme!…

Cuando a las nueve oraron para despedir, Diana se sorprendió al ver como Susana reclamaba su premio por las tres miserables palabras. Casi la asesinó con la mirada y ella entendió el mensaje más que bien porque bajó las escaleras sin decirle adiós a Mima.

El hecho de que la célula fuera en casa de Mima, eso no impedía al parecer que Gabriel aumentara su radio de indignación. Los últimos en quedarse fueron ellos, mientras que su líder recogía y fregaba los vasos sucios que los muchachos habían dejado.

Diana y Gabriel estaban en la sala organizando los bancos y sillas y devolviendo todo a su lugar correspondiente. De repente, Gabriel sorprendió a la chica al tomarla por una mano justo cuando ella terminaba para marcharse.

-¿¡No me esperas!? – Pronunció Gabriel todavía con un pequeño deje de enojo en la voz – ¡tienes miedo de lo que puedo y debo hacer!

Diana cada vez más molesta y considerando bajarse de la cruz le dirigió una mirada de asco y repugnancia

-Palabras muy bonitas las que dijiste anteriormente, pero no se corresponden con lo que insinúas ahora Gabriel –

-¡Tú me obligas a doblegarte y a desmentirte! sabías muy bien que nadie en este lugar excepto nuestra líder y yo te conocemos tanto – reclamó Gabriel pasándose la mano libre por el hermoso pelo rubio

Diana sentía que una oleada de calor le devoraba como un león hambriento; Nunca creyó conocer a una persona tan descarada e hipócrita como él.

-¡Suéltame Gabriel! – Reclamó ella – Suéltame o no respondo, me avergonzaste delante de todos

-No Diana, tu misma te avergonzaste al fingir que no nos conocemos de una manera especial – dijo él apretándole más el brazo.

En esos instantes Mima salía de la cocina con un paño en las manos. Al parecer se estaba secando el agua del fregadero.

-Chicos ¿Qué pasa? ¿Porque habláis en susurros? - Preguntó ella viendo como ellos carraspeaban al verla… obviamente incómodos

-Nada, ya nos íbamos – dijo Diana tratando de poner su mejor sonrisa – Dios bendiga

La joven salió presurosa, bajó las escaleras como un rayo pero Gabriel la siguió despidiéndose de Mima rápidamente.

Cuando por fin Diana había llegado a la planta baja, Gabriel que venía detrás, la asió por un brazo, le dio un tirón y la acorraló contra la pared que quedaba al lado de un teléfono público. Los brazos de él eran como una cárcel y Diana se dio cuenta de que estaban muy cerca, tanto que sus narices casi se rozaban. El aliento de Gabriel caliente por el esfuerzo de empujarla, acariciaba el rostro de la chica y ella se ruborizó, sin más remedio que tratar de empujarle el pecho.

Era inútil… era un bloque de cemento lo que empujaba

Diana entreabrió los labios pero Gabriel habló primero.

-No hables Diana, o te juro que voy a callarte de una forma no muy normal – dijo él con la mirada perdida en sus labios.

-Gabriel… ¡quítate!...

-Shhhhh – susurró Gabriel rozando su nariz con la de ella – que te acabo de decir

-No estoy jugando, eres un cínico sin remedio, si no me liberas ahora voy a gritar y todo el edificio…

Gabriel no aguantó y se atrevió a besarla. Tomó por sorpresa a Diana que comenzó a temblar cuando sintió los labios de él sobre los suyos. El joven ya no era él mismo, tanto tiempo queriendo construir esa fantasía. Se había enamorado y eso sería su perdición. Diana sería su destrucción inmediata.

Diana se echó hacia atrás y rompió el contacto, luego le empujó lo más fuerte que pudo haciéndole retroceder tres pasos. Todavía Gabriel estaba como mareado. Había hecho lo que había querido hacer desde el mismo instante en que la vio en el culto: Tan dulce, tímida e inocente.

Era muy bello lo que había experimentado.

El dulce sabor de besar a quien amas con locura. Pero Diana no le entendía, todavía no lo entendía. Es que acaso debía besarla otra vez, que debía hacer para que ella le entendiera.

Diana tenía los ojos aguados y se posaba la yema de los dedos sobre los labios. Gabriel había dejado una marca de fuego allí: inconfundible, llena de pasión, pero voraz y pecaminosa a la vez.

Él quiso ir hasta ella pero se lo impidió dando grandes pasos en dirección a la salida del edificio intentando eludirle.

-Diana…. Por favor, estoy haciendo acopio de toda mi paciencia para no caminar hasta dónde estás y volver a besarte – alzó la voz Gabriel irritado al ver el miedo y la confusión en los ojos de la chica.

-Eres despreciable – le gritó Diana esta vez derramando las lágrimas que sus ojos ya no podían contener – pervertido, acosador, un pecador sin remedio.

Al oír estas palabras Gabriel explotó

-¡Sí!… eso y muchos más…. ¡Hay más de eso aquí nena porque no soy perfecto! Y si es una imperfección desearte como yo lo hago pues bendita la imperfección – dijo con el rostro totalmente desencajado y a la vez rojo por la furia de que ella no entendiera.

-¡Estás loco! ¡Desquiciado! – Diana se abalanzó sobre él y le comenzó a golpear el pecho con ambas manos, increíblemente sentía que golpeaba un ladrillo

De repente, una de las puertas del edificio en la planta donde sucedía el alboroto se abrió. Un señor de más o menos la edad de cuarenta años asomó la cabeza y protestó.

-¡Pero qué falta de respeto es esta, no me dejáis ver el episodio de novela en paz! Tenéis armado una aquí fuera.

Diana y Gabriel se quedaron quietos y mudos. Una señora con rocos en la cabeza tomó lugar al lado del hombre gruñón. Aparentemente era su esposa.

-Déjalos querido – dijo ella pasando la mano huesuda por el brazo de jamón de su esposo – son jóvenes, no te acuerdas de las veces que tú y yo peleamos también.

Su esposo se rascó la barbilla con los ojos cerrados aparentemente pensando la situación.

-¡Tú y yo nunca armamos estos papelazos de telenovela! – Reclamó el hombre indignado mirando a Gabriel – en esos tiempos los hombres sabíamos conquistar de lo lindo… ya vez

-Ho, querido – dijo la señora con una carcajada – que los jóvenes te escuchan, mira lo callados y pálidos que están por la situación.

Diana había obtenido el color de la nieve que veía en el televisor. Total, tenía que conformarse con verla de lejos. Pero lo importante era que estaba al punto de darle algo por la vergüenza.

-Hoy les dejaré pasar el bullicio, pero no volváis, suficiente tengo ya con el borracho de la esquina que viene a interpretar a Shakira a mi puerta cuando se le pasan los tragos y se le suben al coco –

Dijo el hombre y con esto, le hizo ademán con la vista a su esposa para que entrara. Un portazo dio fin a la pesadilla. A pesar de eso escucharon la voz de la mujer que gritaba desde adentro.

¡El amor… el amor… e amore para los otros!

Diana que seguía al lado de Gabriel salió corriendo, él no la siguió porque ya era suficiente por una noche. Pero toda guerra continúa. Diana era su media naranja, sólo que él, tenía que abrirle los ojos a la verdad.

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