Las Animas

Está vez sabían que no era producto de su imaginación aquel llanto, Leonardo estaba escéptico ante aquel hecho su razón se negaba a creer que se trataba de una alma en pena, él quería encontrar una explicación lógica a ese hecho, sin embargo Janikua creía que se trataba de un espíritu que estaba pensando ella había escuchado las Miles de historia que se habían dicho de las animas en su pueblo y por eso los trabajadores no vivían en el lugar. Leonardo podía ver en los ojos de Janikua el miedo.

—No debes temer ya muy pronto sabremos lo que está pasando, lo mejor será ir de nuevo a dormir —

Janikua solo asistió y era cierto tenía mucho miedo, pero sabía que no debía de hacerlo saber después de todo tal vez Leonardo tendría razón, los dos fueron a sus habitaciones durante el resto de aquella noche no hubo ruido alguno, Janikua no podía dormir debí investigar de que se trataba, a la mañana siguiente Janikua como de costumbre preparo el desayuno Leonor y su nieto eran los únicos que se quedaban a vivir en las animas ya se encontraban en la cocina, Janikua no pudo evitar preguntar.

—¿Ustedes también han escuchado aquella mujer que llora?, su llanto es tan desesperado como si hubiera perdido algo —

—Claro que la hemos escuchado , su llanto parece sacado de una película de terror me imagino que vaga por estás tierras para recuperar lo perdido — dijo el nieto de Leonor.

—¡Cállate!, nada más vas a ajustar a la niña — dijo Leonor.

—¿Pero quién es ella?, me imagino que ha de haber vivido aquí — pregunto Janikua.

—No se te decir mi niña cuando llegue a trabajar aquí ya ocurrían esas cosas, muchos de los viejos trabajadores decían que se trataba de la señorita Susana, la tía del patrón —

Ellos siguieron hablando por mucho rato, había muchas versiones de lo que había pasado con la señorita Susana, pero todos afirmaban que se trataba de ella pues después de su repentina muerte comenzaron a escucharse esos lamentos.

Leonardo había salido desde temprano al pueblo había tomado la decisión de demandar a Cayetano el capataz, contaba con todas las pruebas y lo justo era que pagará por todo lo que había hecho, cuando salió de la delegación se encontró con un anciano el cual le dijo:

—Usted debe de ser hijo del ingeniero se parece bastante —

—No, usted está confundido yo soy Leonardo Álvarez el dueño de las animas —

El anciano se quedó impactado era como si miles de respuestas llegarán a su cabeza.

—Disculpe señor, creo que usted tiene razón debo de estar confundido —

Sin embargo, palabras de aquel anciano hicieron eco en su mente, más no le dio mucha importancia.

No había duda en las animas había muchos misterios, Leonardo seguía intrigado por saber quién era aquella mujer, durante el trascurso del pueblo a la hacienda pensó en lo que le dijo aquel hombre, se preguntaba quien era ese tal ingeniero al cual se parecía, ¿Por qué aquel hombre lo confundió?, tenis tantas preguntas, al llegar a la hacienda se metió a su despacho, reviso algunos pendientes mientras trabajaba en su laptop le llegó un correo de su hermano el cual decía.

*Lo siento hermano sé que no te merecías está traición de mi parte, pero desde que vi a Berenice sentí algo especial por ella quise luchar en contra de este sentimiento, pero no puede ese sentimiento era más fuerte que yo, se que no fue la mejor forma de hacerlo, pero créeme que esto no es un simple capricho esto si es amor *.