No era necesario que ocultaran todo. Yo, Bianca Chevalier, primera princesa de este imperio y heredera del archiducado Chevalier, rompo mi compromiso contigo, duque Paul Mesellanas. — Bianca habló con tanta fuerza en su voz que todos escucharon con claridad.
Bianca se dio la vuelta, ignorando el torrente de lágrimas que caían por las mejillas de la novia. Los presentes la miraban con desaprobación, considerando que había arruinado un momento tan especial y que había ofendido a la novia.
Pero, ¿quién era la verdadera ofendida? ¿La mujer que lloraba desconsolada porque su matrimonio había sido opacado, o la mujer que había sido traicionada por su prometido y decidió enfrentarlo ante todos?
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¡Quién se atreve a!...
— ¡Quién se atreve a!... — Bianca formó una gran "o" con sus labios ante el acto tan impúdico que estaba presenciando. Ni siquiera en los tomos más censurados se había encontrado una descripción tan vívida de la obra maestra que era el escultural cuerpo masculino.
Ella había abierto la puerta de un solo golpe, esperando encontrar alguna doncella descarada con la que pensaba pulir el piso de la propiedad.
Pero su sorpresa fue inmensa al ver, sin pudor, la pletórica figura del hombre.
Copiosas gotas de agua corrían por la exuberante piel blanquecina, dándole un aire cautivador. El ambiente se volvió tórrido; el calor que se sentía en el pequeño espacio estaba sofocando a ambas personas.
Bianca parpadeó varias veces, contemplando cada vestigio de tinta y cicatriz que cubría la blanquecina piel del gran general.
Su mirada perpleja se negaba a apartarse de la impactante vista. Observó a detalle desde la franja de la clavícula, descendiendo por su vigoroso torso. La mirada de Bianca se clavó sin descaro en la entereza del gran general; un pequeño jadeo se escapó de sus labios al ver cómo los ánimos se levantaban.
Un carraspeo la hizo entrar en razón, a la escurridiza husmeadora, quien veía el cuerpo del hombre sin un atisbo de pudor.
— ¡Oh, lo siento tanto! N... no fue mi intención. ¡Pensé que alguien estaba usando la habitación sin permiso! — Bianca estaba realmente avergonzada; no entendía por qué había actuado con tal audacia que rayaba en lo escandaloso. Ahora, el gran general pensaría que ella era una cortesana de la más baja calaña, y por alguna extraña razón, lo que pensara el hombre de ella la entristecía.
— Ja, ja, ja, no es para tanto. No le diré a nadie que viste mi desnudez sin reparo; ese será nuestro pequeño secreto. ¿Qué dices? — El gran general no quería que su futura esposa se sintiera más avergonzada de lo que ya estaba, aunque fue una gran sorpresa verla interrumpir su baño. Él tenía pensado darle una gran lección a quien entró sin permiso a su habitación, pero ¿qué podría hacer ante su avergonzada princesa?
Nikolai posó su cabeza en el hombro de Bianca, respirando su embriagador aroma. No podía desaprovechar que tenía a Bianca con la guardia baja para disfrutar de esa fragancia que lo enloquecía.
— Y... yo... yo... no lo volveré a hacer. — Bianca estaba que se moría de vergüenza; su voz no salió con claridad de sus labios. Las imágenes se repetían una y otra vez en su mente, atormentando su acelerado corazón.
— Tienes el permiso de hacerlo cuando quieras, Bianca. No te tomaré a la fuerza, ni aprovecharé esta oportunidad para deshonrar tu nombre. No niego que quiero poseer todo de ti, pero primero quiero merecer cada una de tus faces, que te entregues a mí por deseo y no por coacción. — Nikolai tomó distancia; sabía que su princesa ardía de vergüenza y lo que menos quería era asustarla. Con la dureza de su virilidad, fue imposible que no despertara al ver cómo ella lo miraba con tanto deseo.
Aunque Bianca aún no lo reconociera, el deseo que brillaba en su mirada renovó la confianza del gran general. Él quería entrar en el corazón de Bianca, pero la existencia de Paul Mesellanas era una espina en su corazón.
Horas más tarde, todos se reunieron en el comedor para cenar. Los condes Colonnas estaban felices de tener a su hijo en casa y ya se imaginaban el motivo de su repentina visita.
—Hijo, me alegra que te hayas acordado de este par de viejos —le dijo su padre, alegre. Su primogénito había salido del nido a muy temprana edad, a diferencia de otros nobles que educaban a sus hijos desde los dos años para ser perfectos. Benjamín nació siendo plebeyo y creció con el cuidado y amor de sus padres, y replicó esa educación y crianza en sus hijos.
—Padre, no eres para nada viejo, sigues siendo muy joven y vigoroso —dijo Nikolai, sonriendo con admiración.
—Tenías tiempo sin venir, me alegra tenerte de vuelta. Quisiera que vinieras más a menudo —dijo Adanis con añoranza.
—Madre, trataré de venir más seguido. Entre el papeleo y las expediciones en el imperio, no he tenido mucho tiempo disponible. Hace unas horas estaba haciendo una pequeña excursión cerca y aproveché para venir a verlos, aunque, lastimosamente, tengo que regresar a mi propiedad en la madrugada. Tengo mucho trabajo —el gran general lucía bastante relajado conversando con sus padres.
—Bianca, has estado muy callada, te noto pensativa. ¿Mañana a qué hora partirás? —la pregunta de Mireya iba con doble intención y Adanis lo entendió bien.
—Oh, lo siento, es que estoy algo agobiada con mis responsabilidades. Dentro de una semana tomaré el control del archiducado y estoy un poco nerviosa. Partiré a primera hora —Bianca aún estaba avergonzada por lo que pasó en la habitación de Nikolai.
— Hijo, ¿por qué no acompañas a Bianca? Ella trajo a sus escoltas, pero un poco de seguridad extra nunca está de más. Con tu compañía, sé que llegará al archiducado Chevalier sana y salva. — Bianca miró de reojo a Nikolai; su tía había decidido ayudarla en su plan de conquista.
— Será un placer llevar a la primera princesa sana y salva. — La sonrisa juguetona del general casi hace que la pobre Bianca se desmaye.
Al finalizar la cena, Mireya se ofreció a acompañar a Nikolai y Bianca hacia sus habitaciones, que estaban situadas en el mismo pasillo.
— ¡Buenas noches! Que el pudor y la rectitud sean sus compañeras esta noche —exclamó Mireya con un tono travieso, antes de salir corriendo hacia su habitación entre risas.
— Buenas noches, mi dulce princesa —dijo el general, con un gesto galante, mientras tomaba la mano de Bianca para despedirse, dejando un suave beso en el dorso. Sin embargo, Bianca, con determinación, aferró su mano con firmeza.
— Que tengas buenas noches, Nikolai —musitó Bianca.
En un ágil movimiento, la rubia saltó, robando instantáneamente los labios del gran general. Fue un pequeño roce, pero él no desaprovechó la oportunidad de besarla como era debido.
Nikolai exploró con dulzura y paciencia cada rincón de la dulce boca de Bianca, quien no podía respirar por la intensidad del momento.
— Buenas noches, mi princesa, descansa —dijo Nikolai, a regañadientes, mientras la soltaba y le daba un beso en el puente de la nariz. Luego, se encerró de inmediato en su habitación; no quería sucumbir a la tentación de volver a robarle un beso a Bianca.
— Me encantó —dijo Bianca, mientras se iba sonriente a su habitación; aunque había sido atrevida, su primer beso había sido perfecto.
Nota: Quería esperar hasta publicar un maratón, pero las ansias me ganaron. Además, para las amantes del BL, encontré a una autora que acaba de comenzar, y la chica es realmente buena, aunque no tiene mucho apoyo. El BL, para quienes no lo saben, son parejas del mismo sexo. No sé quien es la chica, pero su estilo de escritura es muy bueno
Nunca dejes que comentarios inoportunos te hagan retroceder, eres talentosa, tu narrativa envuelve, es tan agradable leer tus novelas💐