UN AMOR DE VERDAD

No, no me corresponde a mi esa conversación. —Se dijo así mismo Diego. —Nunca estuve de acuerdo con la forma como Leonardo ha intentado desesperadamente buscar una esposa falsa.

—Tampoco voy a influir en Anya para que ella decida aceptar la proposición de Leonardo. Si luego algo sale mal, los dos me van a culpar a mi. Mejor me lavo las manos en este asunto y no intervengo.

Cada uno de ellos está lo suficientemente grandecito para haber comprendido perfectamente lo que hablaron el primer día que se conocieron. Si no llegaron a un acuerdo no seré yo quien interfiera en sus decisiones .

Diego se vuelve a acomodar en su silla como un elegante ejecutivo que es y fija de nuevo su mirada en Anya. —Anya, por el día que necesitas para hacer tus diligencias no hay problema. Me haré cargo personalmente de mi agenda ese día. Tienes mi permiso.

—En cuanto al préstamo es otra cosa, no es fácil. Lo lamento. Apenas tienes una semana trabajando con nosotros y por lo general este tipo de beneficios lleva algunos meses para poder gestionarlos.

—La cantidad del préstamo la debes decir tú. Eso se analizaría. Por supuesto que sería una cantidad acorde con tu sueldo. Creo que no habría problema a no ser que necesites una cantidad excesivamente alta.

—Entiende que el inconveniente para facilitarte un pequeño o gran préstamo, es el poco tiempo que llevas trabajando en esta empresa. Con certeza te digo que deberás esperar algunos meses más. Lo siento de verdad. Inténtalo de nuevo más adelante.

Anya, quien se había sentado de frente al escritorio de Diego, se levanta con algo de tristeza.

—Comprendo sr Diego. Sabía que era bastante difícil. Sin embargo quise tantear las probabilidades con las que podía contar. Discúlpeme por haberlo interrumpido de sus labores.

Diego se levanta, y se acerca a Anya con dulzura. Como es su costumbre, pone una de sus manos sobre el hombro de Anya. — Lo siento, deja pasar un par de meses y entonces te ayudo a obtener ese préstamo que necesitas. Espero que para entonces aún te sea útil. ¿Está bien?

—Sí, si, si, muchas gracias sr Diego. Voy a mi oficina. Discúlpeme. Ya regreso con la agenda del día.

Al salir hacia el pasillo, Anya no pudo evitar que un par de lágrimas broten de sus hermosos ojos. Hasta el momento no tiene idea del costo de lo que generen los exámenes a Angie, pero algo le dice que será una cantidad demasiado grande.

Cuando está abriendo la puerta de su oficina, siente unos pasos que se dirigen hacia donde ella está. No tiene que alzar su mirada para saber quién es el dueño de esos pasos: LEONARDO. Ella limpia sutilmente sus lágrimas, algo que no pasó inadvertido para el atractivo hombre.

—Buenos días Anya. Él se acerca demasiado pues quiere asegurarse de que no ha visto mal. Sí, es verdad. Anya está llorando.

—¿Anya, qué tienes? —Sí pensarlo dos veces, estira su mano y toma con delicadeza su hermoso rostro.

—Buenos días sr Leonardo. No, no, no es nada. Muchas gracias por su preocupación. —Ella le extiende una sonrisa y entra a su oficina. —Él la sigue…

—Está bien si no me quieres contar. Te comprendo. Pero te reitero mi ofrecimiento de ayuda. No dudes en acudir a mi cuando lo necesites. ¿OK? —Él se queda mirándola esperando su respuesta.

—Mil gracias sr Leonardo. Lo tomaré en cuenta. Debo regresar a la oficina del sr Diego…

—Ok. Dame unos minutos que aún no lo he saludado. Luego puedes ir. —Leonardo se gira para marcharse, pero entonces se devuelve y se acerca de nuevo a ella al punto que ve bien sus lindos ojos verdes enrojecidos.

—Anya, sé que algo te preocupa. Vi tus lágrimas. Considérame tu amigo por favor. ¿Lo quieres intentar?

—De nuevo una lágrima 😪 se le escapa a Anya. Entonces él con su dedo la toma delicadamente y limpia su rostro. ¿Qué me dices Anya?

—Lo intentaré sr Leonardo. Gracias.

—Me alegro. Ya no llores más. Confía en mi. —Leonardo se aproxima aún más a Anya y entonces le da un cálido beso en su mejilla muy cerca de su boca.

Anya siente que se elevó del piso. Su cuerpo se estremeció de arriba abajo en un instante. ¿Qué fue eso? Fue una sensación tan deliciosa haber sentido no solo ese ofrecimiento de ayuda, sino ese cálido y tierno beso. Lo ve salir de su oficina y no puede dejar de mirarlo.

Cuánta elegancia. Qué par de hermosas piernas y esa espalda. Esos cabellos despeinados, su voz, sus lindos ojos azules. Su ternura al hablarle. Se toca la mejilla donde sintió el beso. Uffff esto no lo había vivido con nadie.

Leonardo se dirigió a la oficina de Diego feliz. Estaba encantado, embobado. No sabe por qué lloraba Anya, pero lo que haya sido le dio la oportunidad de hacer un exquisito acercamiento a ella.

—Buenos días Diego, dice muy sonriente.

—¡Oh Leonardo! Buenos días. Estaba por ir a tu oficina pero me retrasé hablando con Anya.

—Entonces tú sabes el motivo de sus lágrimas…

Diego recoge unos documentos de su escritorio y mira a Leonardo. —¿Lágrimas? ¿Estaba llorando?

—Sí, así es. ¿Qué le hiciste?

—Ummm Diego duda en si debe hablar con claridad o no. Al final decide explicarle cómo fueron las cosas. —Ella vino esta mañana a pedir permiso para faltar todo el miércoles y para saber si podía pedir un préstamo, una cantidad considerable.

—¿Qué le dijiste? —Pregunta Leonardo con mucho interés.

—Que el miércoles puede faltar, pero en cuanto al préstamo por ahora no es posible, apenas tiene una semana que inicio su empleo.

Los dos hombres quedan frente a frente. —¿Te dijo por qué no puede venir a trabajar y para qué necesita el préstamo?

—No. Dijo que se ahorró detalles para no quitarme el tiempo. Eso es todo.

—Bueno y tú no eres su jefe? Le hubieras preguntado. ¿Qué clase de jefe eres que no se interesa en los problemas de su asistente?

Jajajajajajajajajaja —Diego deja los documentos que tenía en sus manos nuevamente en su escritorio para poder reír a sus anchas. —¡Te desconozco Leonardo!

—¿Te has escuchado? Dime… ¿Quién es el que nunca se interesa por sus compañeros de trabajo? ¿Eres tú el que ha continuado con las reuniones periódicas que hacía tu padre para resolver los problemas de los empleados y darles una pronta solución?

—No Leonardo. He sido solo yo. Pero te felicito. Hoy por fin has demostrado que eres humano y tienes sentimientos. Te has conmovido por unas cuantas lágrimas. Bravo. —Diego aplaude efusivamente. Eso le hubiera gustado muchísimo ver a tus queridos padres. Creo que le debemos dar las gracias a Anya por haber logrado despertar ese efecto en ti.

—¡No digas tonterías Diego! Yo lo que quiero es que ella acepte casarse conmigo para cumplir con esa bendita cláusula. Si no acepta estamos todos perdidos.

—Y ¿qué pasó con todas las interesadas que respondieron al anuncio? ¿Todavía no has hallado una que acepte tu dichoso contrato?

Leonardo camina lentamente con las manos entre los bolsillos de su pantalón, le molesta que un asunto que vio tan fácil al inicio, aún no ha sido resuelto.

—Diego, realmente ese anuncio lo descarté desde conocí a Anya. La quiero a ella. No sé cómo abordar de nuevo el tema y lo preocupante es que cada día se acerca más el fin del año establecido por mi padre.

—No te rindas Leonardo. Aún quedan algunas semanas. Siempre has conseguido lo que has querido. Te conozco y sé que no eres de los que tiran la toalla tan fácilmente.

—En última instancia, si Anya no te acepta, sé que tienes un harem de hermosas mujeres que encantadas dirán el SI ACEPTO a cambio de verte feliz.

—No me entiendes Diego, no quiero a otra. Anya me gusta mucho. Y si ella llegara a estar de acuerdo con ese contrato estoy seguro que pasaríamos esos dos años muy felices. ¡Es toda una preciosura!

En su oficina, Anya no puede concentrarse mucho en lo que está haciendo. La preocupación por su hermanita la tiene inquieta. Pero también ciertas maripositas están revoloteando en su estómago.

Ese beso que Leonardo le estampó en su mejilla la tiene suspirando. No le debe permitir más ese acercamiento tan íntimo. ¿Qué se cree? Que ni se imagine que habrá un segundo beso.

Ella no está allí para flirtear, ni coquetear con nadie. “Amores de oficina”, eso nunca resultó en nada bueno. Él puede estar acostumbrado a eso pero ella no.

Si darse cuenta, sacó un pequeño espejo de su cartera y se retocó el maquillaje. Y luego continuó con su trabajo.

Cada vez que escuchaba un ruido, sus ojos iban presurosos en busca de una figura masculina que le agrada a mucho ver. Si por casualidad su mirada se cruzaba con ciertos ojos azules, entonces ella se sentía feliz…