— Advertencia —
Es una historia corta.
La trama tiene contenido adulto, se pide discreción.
♡ Sinopsis ♡
Jodie nunca se ha quedado quieta, tiene una energía desbordante y una manera de meterse en donde no la llaman. Cuando se muda a un nuevo edificio, se encuentra con Kai; totalmente opuestos.
Él es reservado, ama el silencio y su rutina inquebrantable, pero su tranquilidad empieza a flaquear cuando Jodie lleva el caos hasta su puerta. ¿Podrá Kay resistirse a sus provocaciones?
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Entre la ira y el deseo
No estaba ebria como él pensaba, ni siquiera me sentía mareada. Bueno, sí, tal vez un poco. Lo que sí estaba era muy enojada y este idiota me había confundido demasiado. Me enojé porque estaba segura de que me dejaría hacerlo, pero me apartó, con fuerza.
—No puedo. No estás sobria.
—¿Qué? ¿Es en serio? —pregunté aborrecida y bastante decepción.
—Sí, lo digo en serio. Claramente no estás en tus cabales.
Por dios, pero si estaba ebria, no loca. Quería gritarle eso, pero las palabras se me atoraron en la garganta y fui incapaz de soltarlas con la fuerza que deseaba, estaba avergonzada. Había algo humillante en la escena, en la forma en cómo me miraba, como si fuera una niña tonta, como si él estuviera moralmente por encima de mí. Y eso me desesperaba.
No supe qué hacer, tomé el alcohol nuevamente, apretando la botella. Me fui de la cocina hasta mi cuarto. Al llegar, cerré la puerta con fuerza, y le puse llave. No fue tras de mí, al menos no las primeras horas, pero bien, que se quedara allí afuera. Me acosté con la botella entre las manos y la tiré a un costado, realmente solo la había llevado conmigo para volver a incitarlo y no me salió bien. Lo que había intentado hacer se repetía en mi cabeza como un bucle que me estaba abochornando.
Cuando golpeó la puerta de mi habitación, mi corazón se aceleró. El alcohol ya se me había bajado de la cabeza y me estaba arrepintiendo totalmente. ¿Con qué cara iba a verlo?
Abrí la puerta.
—¿Qué quieres? Ya debiste haberte ido.
—Todavía no creo que seas capaz de cuidar de ti misma.
No sabía si sentirme aliviada o insultada. Me enfadé.
—Puedo cuidarme sola, no soy inútil.
Volví a cerrar la puerta, en su cara y me dejé caer al suelo, apoyando la espalda contra la puerta. Las horas pasaron lentamente, me quedé allí metida hasta que sentí que había oscurecido por fuera, de verdad no quería hablar con él, me estaba carcomiendo la poca dignidad que me quedaba. Pasaron más de cinco horas desde lo que intenté hacer, y todavía estaba sentado en la silla de mi cocina. ¿No pensaba irse?
—¿Por qué sigues aquí? ¿Tú no tienes casa?
—No quería dejarte sola, solamente quería asegurarme de que estés bien.
Y dale, y dale.
—¿Y Carlo? —interrogué.
—¿Qué pasa con él?
Otra vez, intentaba ser casual con su tono, y no lo lograba.
—Pues, se supone que vendría, ¿no llegó?
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque lo estuve esperando, Kay. Te recuerdo que iba a venir antes de que llegaras a fastidiarme el día, iba a salir con él —detuve lo que estaba diciendo—. Eso da igual, yo no tengo por qué darte explicaciones de nada.
—¿Ibas a salir con él en ese estado?
—¿Y a ti por qué te importa tanto?
Mi pregunta salió más afilada de lo que pretendía. Lo miré con desprecio. Sentí cómo mi frustración iba aumentando.
—No es alguien de fiar. Podría hacerte algo.
—A ti te cae mal todo el mundo, tú no eres de fiar —afirmé.
Me quedé quieta analizando su mirada, casi entrecerré los ojos, cada vez más confirmaba mis sospechas, pero sus acciones le contradecían por completo.
—¿Qué pasa? —preguntó al darse cuenta de que lo estaba analizando.
—¿Tú estás celoso, Kay? —lancé la interrogante sin pensarlo más, su expresión cambió, fue un momento sutil, pero lo noté—. ¿O me parece solo a mí?
—¿Celoso? —dijo con el ceño fruncido como si la idea fuera completamente absurda. Sostuve mis ojos encima de él, añadiendo tensión con mi persistencia—. Deja de mirarme así, no te va a llevar a ningún lado.
—Entonces, según tú. El problema genuinamente es Carlo, ¿verdad? —lo presioné. No contestó, no creo que fuera porque no supiera qué decir, sino más bien porque trataba de descifrar lo que yo hacía—. O sea, si llamo a otro chico ahora mismo, ya que no sería Carlo, eso no es un problema, ¿no? Digo, porque no tiene nada que ver con celos, sino exclusivamente porque es él.
—No sé si serías capaz de involucrarte con alguien solo para probar tu punto, de cualquier forma no creo que me importe.
—Bien, entonces así será.
Tomé mi teléfono intentando aparentar seguridad, mientras apoyaba mi peso en la pared, equilibrio que casi perdí cuando él me lo arrebató de las manos.
—Pero no en ese estado.
¿Qué estado? Hace rato ya que el alcohol me había abandonado.
—Eso me suena más bien a excusa.
—No es excusa. ¿Cómo quieres que crea que estás completamente sobria si tienes comportamientos irracionales e incoherentes? —seguí mirándolo—. Y ya deja de hacer eso, estás siendo muy infantil.
—¿Por qué no dejas de tratarme como si no supiera lo que hago? ¿Seguro de que no son celos?
—Te estás burlando de mí.
No pude más. Todo dentro de mí se rompió en un impulso incontrolable. Terminé reduciendo la distancia para besarlo, sin titubear más. Esta vez cedió a pesar de que intentó resistirse un poco. Al principio me lo permitió, no me lo devolvió, pero tampoco me apartó. Sentí cómo me abandonaba cada vez más a la situación, dejando de lado mi frustración por un momento, mientras continuaba besándolo. Era como si hubiera un calor bajo la piel que irradiaba hacia afuera y me incitaba a seguir con más intensidad. La tensión se fue por un rato, y sus movimientos se iban incrementando. Su respiración era irregular, pero trataba de parecer calmado.
Cuando me alejé de él, me estaba riendo. Una risa suave que pareció irritarle.
—No entiendo el chiste.
—Me río porque eres un mal mentiroso. Es obvio que estabas celoso de él.
—No estoy celoso de nadie, Jodie, entiende eso. Simplemente te di un consejo, no hay nada personal ahí.
—¿Seguro? Bueno, yo sí. —Vi su rostro con confusión y tuve que seguir hablando para aclarar—. Me refiero a Lucy, tonto —continué—. Cuando fueron a tu habitación, ¿estás seguro de que no hicieron nada?
—Solo conversamos y ella se quedó un rato.
—¿Se quedó?
—Deja de sugerir cosas. Solo charlamos, te digo.
—¿Sobre… qué?
—Bueno, sobre la universidad, los planes a futuro. —Planes, ya veo. Solo lo vi mientras hablaba, sabía que le estaba poniendo nervioso que lo hiciera—. Por favor, deja de mirarme así, ya respondí tu pregunta. ¿Qué más quieres saber?
—¿Te incomoda?
—Un poco, es que te sientes… intensa —me incliné hacia él, de nuevo—. ¿Qué haces? Te estás acercando mucho.
Ignoré su comentario yolví a rozar mis labios con los suyos, entregándome a la sensación, correspondió al tacto pero se sentía algo rígido, queriendo detenerse.
—No sé si es así, pero, creo que me gustas —me atreví a decirle.
A lo que solo respondió.
—¿De verdad? ¿A qué se debe tu repentino cambio de opinión?
Su pregunta me descolocó.
—¿Repentino? He estado yendo a golpear tu puerta sólo para verte —me callé—. Dime una cosa más —me alejé, como si la distancia pudiera ayudarme a pensar con claridad. Me di cuenta de algo—. ¿Estás actuando puramente por presión?
—¿Te refieres a esto? —señaló con un gesto que abarcaba toda la situación.
—Sí, mira, tú. Creo que estás más incómodo que otra cosa. Me parece que te estoy obligando a reaccionar así.
—No creo que… —hizo una pausa, lo pensó mejor, reconsideró sus palabras y luego las deshizo—. Solo necesito un poco de tiempo para procesarlo, no creo estar listo para discutir esto ahora —Mierda. Sentí una punzada al darme cuenta en lo que me había metido. Y lo peor del caso es que ya me había dado señales antes—. Es que esto me tomó por sorpresa, y necesito saber cómo ordenar mis pensamientos.
—No debí besarte, ¿cierto?
Me contempló en silencio.
—No es eso. Es que no puedo decir nada importante ahora mismo, estoy emocionalmente agotado.
—No comprendo tus reacciones, a veces pareces querer acercarte y ahora me pides ¿tiempo? —me estaba exasperando—. Esta es la cuestión. Desde el día en que viniste a molestarme con —hice ademanes— la bulla y tus reglas tontas. Desde ese momento, cuando claramente estabas muy irritado de mí, quería besarte, mierda Kay. Llevo meses queriendo esto, ¿para que tu respuesta sea que “necesitas tiempo”?
—¿Realmente has estado pensando en esto y estado tratando de besarme desde el día en que nos conocimos? ¿Por qué? Especialmente cuando no te caigo bien.
Me reí.
—¿Sabes qué cosa me encanta? —lo volví a besar antes de que respondiera.
Nos separó.
—Esto no responde mis preguntas. No juegues así conmigo. Estoy empezando a pensar que lo haces solo para provocarme. —Sonreí—. Dios, eres tan caprichosa. Deja de evadir mi pregunta y responde adecuadamente. Mira, sé que a veces soy molesto y que no somos compatibles, pero estoy tratando de entender esto.
—¿Crees que… no somos compatibles?
—Pues, sí —respondió con franqueza—. Somos muy diferentes en muchos aspectos. Tu personalidad y la mía no se ajustan bien. Yo soy ordenado y tú… eres todo lo contrario.
—A mí me gustas así —dije.
—¿En serio? ¿No desearías que fuera más libre y desinhibido como tú?
—¿Por qué querría eso?
—No lo sé, sólo pensé que a lo mejor podrías encontrarme menos irritante si fuera más como tú, menos estricto. No entiendo cómo alguien tan rebelde como tú podría gustarle alguien tan controlado.
—Oh, entonces yo no te puedo gustar a ti, ¿no?
La pregunta salió antes de que pudiera detenerla y al instante sentí cómo mi corazón golpeaba después de eso, quizá tampoco debí haber preguntado.