Segunda Vida Entre La Venganza Y El Perdón

Anaís, aún adaptándose al cuerpo de Sofía, caminaba con pasos decididos pero inseguros hacia su destino. Cada esquina de la ciudad parecía familiar y, al mismo tiempo, completamente ajena. Era como caminar en una película distorsionada, donde los rostros y los lugares no coincidían con sus recuerdos.

El cuerpo de Sofía era más ligero, pero sentía el peso abrumador de su nueva realidad. No era solo un cuerpo distinto; era toda una vida nueva que tenía que asumir, una vida que nunca había pedido. Pero la rabia seguía ahí, latente, como el veneno que la había mantenido viva. Y Nicolás, su mejor amigo, su confidente, no tenía idea de la tormenta que estaba a punto de desatarse.

Cuando llegó al punto de encuentro, Nicolás ya estaba esperándola, apoyado en su coche. Su expresión era seria, pero sus ojos delataban una mezcla de preocupación y alivio al verla. Llevaba la chaqueta de cuero que siempre usaba, aquella que tanto le gustaba a Anaís... pero ahora, ella no era la misma. No ante sus ojos.

"Hey, Sofía", saludó Nicolás con una sonrisa tímida, pero su voz cargaba una nota de incertidumbre. "Estás un poco diferente, ¿no?"

Anaís sintió que el corazón le latía con fuerza. No era Sofía. Él lo sabía, aunque no entendiera cómo. No podía seguir escondiéndolo.

"Sí... ha sido un tiempo difícil", respondió, intentando sonar casual, aunque cada palabra le pesaba. No sabía cómo abordar el tema. ¿Cómo le explicas a alguien que estás atrapada en el cuerpo de otra persona?

Nicolás la estudió, su mirada fija, buscando algo. "No sé qué es, pero hay algo que no encaja", dijo finalmente, cruzando los brazos. "¿Tienes algo que decirme?"

Anaís abrió la boca, pero las palabras no salían. Estaba atrapada entre el miedo de perder a Nicolás y la necesidad de contarle la verdad. Respiró profundamente, intentando ganar tiempo mientras buscaba una respuesta, cuando de repente un grupo de chicos apareció, interrumpiendo su conversación.

Eran tres, y por su actitud y el aire de superioridad que proyectaban, era evidente que no estaban allí para charlar amigablemente. El líder, un chico alto con el pelo desordenado y una sonrisa burlona, caminó directamente hacia ellos.

"¿Sofía? No pensé verte por aquí", dijo el chico con un tono sarcástico mientras la examinaba de arriba abajo. "Pensé que habías aprendido a quedarte en tu lugar después de lo del último año."

Anaís sintió un pinchazo de incomodidad. Claramente, Sofía tenía enemigos en este cuerpo, y probablemente este chico era uno de ellos. La sensación de estar en una vida ajena la invadió, pero algo dentro de ella, una chispa de la antigua Anaís, despertó.

"¿Y a ti qué te importa dónde esté?", respondió con una voz que no dejaba espacio para dudas. Era una voz firme, segura, muy distinta a la que Sofía solía usar, por lo que Nicolás la recordaba.

El chico alzó una ceja, sorprendido, pero no retrocedió. "Vaya, parece que te crecieron garras", dijo con una sonrisa torcida. "Pero no te creas mucho. Solo estás jugando fuera de tu liga."

Anaís dio un paso al frente, acortando la distancia entre ellos. "Me importa muy poco lo que pienses. Si tienes algo más que decir, dilo ahora, porque no tengo tiempo para perder."

La tensión era palpable. El chico, visiblemente desconcertado por la reacción de Anaís, murmuró algo entre dientes y dio un paso atrás, acompañado por su grupo.

Cuando finalmente se alejaron, Nicolás soltó una risa nerviosa. "Eso fue... intenso. No es la Sofía que recuerdo. ¿Quién eres realmente?"

Anaís sintió el peso de la verdad en su lengua. Las palabras estaban a punto de salir, pero la idea de confesarlo todo la asustaba. ¿Cómo podía explicarle que había muerto y renacido en este cuerpo, que su mente era la de Anaís, pero su apariencia era la de una adolescente?

"Soy alguien que ha pasado por muchas cosas últimamente", dijo, intentando no sonar demasiado evasiva. "Pero necesito que confíes en mí. Todo tiene una explicación."

Nicolás la observó durante un largo momento, como si tratara de descifrar un rompecabezas imposible. "Siempre he confiado en ti. Pero esto es... raro. Siento que estoy hablando con otra persona. No eres la Sofía que conocía."

Anaís sintió una mezcla de alivio y pánico. Nicolás estaba más cerca de la verdad de lo que ella hubiera querido admitir. Sabía que no podía ocultar la verdad por mucho más tiempo.

Antes de que pudiera continuar, el sonido de un teléfono interrumpió el momento. Era el teléfono de Nicolás. Él lo miró rápidamente y frunció el ceño al ver el nombre en la pantalla.

"Es algo importante. Tengo que atenderlo", dijo con disculpas en la voz, apartándose un poco para contestar.

Mientras Nicolás hablaba, Anaís se quedó parada, sintiendo una creciente sensación de urgencia. Este cuerpo no era suyo, pero la vida que tenía ahora sí lo era. Y pronto tendría que enfrentarse no solo a su nuevo entorno, sino también a los fantasmas del pasado que aún la perseguían.

Nicolás terminó la llamada y volvió hacia ella, aún con el ceño fruncido. "Tenemos que hablar más tarde. Algo ha pasado y necesito irme, pero no te preocupes. Nos vemos pronto."

Anaís asintió, viendo cómo Nicolás se marchaba rápidamente. Algo en su expresión le decía que lo que sea que estaba pasando, no era algo menor. Pero ahora tenía otros problemas que resolver. El juego apenas comenzaba, y ella no estaba dispuesta a ser una simple espectadora.