Emma Varela, una joven de 18 años, ha pasado los últimos cinco años de su vida intentando olvidar el trauma de un accidente automovilístico que no solo dejó cicatrices físicas, sino que también le arrebató a su mejor amiga, Sofía. Emma se ha refugiado en los estudios y la natación, evitando a toda costa recordar aquella noche fatídica.
Su mundo comienza a tambalearse cuando Gabriel Muñoz, un joven misterioso y reservado, llega a su escuela. Gabriel, con una mirada cargada de secretos y una actitud distante, se convierte en el centro de atención de todos, pero es a Emma a quien él parece observar más detenidamente.
A medida que Emma y Gabriel se van conociendo, ella descubre que él también tiene su propio pasado doloroso. Ambos empiezan a apoyarse mutuamente, y una conexión profunda surge entre ellos. Sin embargo, emma pronto se da cuenta de que Gabriel sabe más del accidente de lo que el admite.
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Capitulo 11: Preguntas Sin Respuestas
Con el verano avanzando, Emma y Gabriel encontraban consuelo en su creciente amistad. Sin embargo, a pesar de los momentos de paz que compartían, el pasado seguía acechándolos con preguntas sin respuestas. Emma había notado que, aunque Gabriel parecía más tranquilo, aún había una inquietud latente en sus ojos.
Una tarde, mientras caminaban por el parque en su ruta habitual, Emma decidió abordar el tema directamente.
—Gabriel, he estado pensando mucho en lo que me contaste sobre el accidente y tu hermana. Siento que hay algo más que necesitas decir, algo que te sigue atormentando —dijo Emma con suavidad, mirando a su amigo con preocupación.
Gabriel frunció el ceño, claramente luchando con sus propios pensamientos. Finalmente, suspiró y se detuvo junto a un árbol, apoyándose en él mientras miraba al suelo.
—Hay tantas preguntas que me hago todos los días, Emma. Preguntas que nunca tendrán respuestas. ¿Por qué nosotros? ¿Por qué mi hermana? ¿Por qué no pude hacer nada para evitarlo? —dijo Gabriel, su voz cargada de frustración y dolor.
Emma se acercó y puso una mano en su hombro, ofreciendo su apoyo silencioso.
—Es natural tener esas preguntas, Gabriel. Pero a veces, las respuestas simplemente no existen, o no son lo que esperamos. Lo importante es cómo seguimos adelante a pesar de ellas.
Gabriel asintió lentamente, pero sus ojos seguían llenos de tormento.
—Sé que tienes razón, Emma, pero es tan difícil dejar de lado esos pensamientos. A veces me siento atrapado en un ciclo de culpa y arrepentimiento, y no sé cómo salir de él.
Emma lo miró con empatía, sintiendo su dolor como si fuera el suyo propio.
—Lo entiendo, Gabriel. Pero tienes que recordar que no estás solo. Estoy aquí para ti, y siempre estaré. Juntos, podemos encontrar una manera de enfrentar estas preguntas y seguir adelante.
Gabriel levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Emma. En ese momento, vio no solo a una amiga, sino a alguien que verdaderamente se preocupaba por él y que estaba dispuesta a ayudarlo a cargar con su dolor.
—Gracias, Emma. No sé qué haría sin ti —dijo Gabriel, su voz llena de sinceridad.
Emma sonrió, sintiendo una calidez en su corazón.
—Y yo no sé qué haría sin ti, Gabriel. Estamos en esto juntos, ¿recuerdas?
Mientras seguían caminando, Gabriel comenzó a hablar más abiertamente sobre sus sentimientos y pensamientos. Emma escuchaba atentamente, ofreciendo palabras de consuelo y apoyo cuando era necesario. Aunque muchas de las preguntas de Gabriel seguían sin respuestas, el simple hecho de poder compartirlas y hablar sobre ellas parecía aliviar parte de su carga.
Esa noche, mientras se despedían, Gabriel se sintió un poco más ligero. Sabía que el camino hacia la sanación sería largo y difícil, pero con Emma a su lado, sentía que podía enfrentarlo.
Emma, por su parte, se sentía agradecida por la confianza que Gabriel había depositado en ella. Sabía que el dolor de su amigo era profundo, pero también sabía que juntos podían encontrar la fuerza para superar cualquier obstáculo.
A medida que las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno, Emma y Gabriel se dieron cuenta de que, aunque las preguntas sin respuestas seguirían existiendo, no tenían que enfrentarlas solos. Juntos, podían encontrar la paz y la esperanza que tanto anhelaban, un paso a la vez.