Sinopsis: "La Felicidades No Está Hecha Para Mí" es la desgarradora historia de un joven que lo pierde todo. Después de que su familia muriera en un trágico accidente automovilístico, su mundo se derrumba por completo. Sumido en la desesperación y el dolor, el joven lucha por encontrar un sentido a su vida. Sin embargo, en medio de su sufrimiento, el joven encuentra un rayo de esperanza cuando conoce a alguien que logra despertaren él un sentimiento que creía perdido: el amor. A medida que su relación avanza, el joven comienza a vislumbrar un futuro más allá del abismo de la tragedia. Pero la felicidad que parecía al alcance de su mano se ve truncada cuando, de forma inesperada, su nuevo amor es brutalmente asesinado. Devastado por este nuevo golpe del destino, el joven se enfrenta a la dolorosa realidad de que la felicidad tal vez no esté hecha para él.
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El Peor Día de mi Vida
Capítulo 11: El Peor Día de mi Vida
Después de pasar un fin de semana maravilloso rodeado del cariño de mi familia, regreso a la ciudad con un espíritu renovado y una determinación inquebrantable de mantener el equilibrio en mi vida. Siento que he recuperado esa conexión emocional que tanto había extrañado, y eso me da la fuerza necesaria para enfrentar los desafíos que se presenten en mi trabajo.
Durante las siguientes semanas, me esfuerzo por cumplir con mis responsabilidades laborales, pero sin dejar que estas consuman cada uno de mis pensamientos y energías. Me aseguro de tomar descansos regulares, de comer de manera saludable y de dedicar tiempo a actividades que me aporten satisfacción personal.
Mis llamadas con Lucía y mi tía Mariana se vuelven más frecuentes, y disfruto de nuestras conversaciones llenas de risas, anécdotas y palabras de aliento. Saber que ellas están ahí, esperándome y apoyándome incondicionalmente, me da la tranquilidad que necesito para concentrarme en mi trabajo sin perder de vista lo realmente importante.
Un día, mientras me encuentro en una reunión importante, recibo una llamada de Lucía. Al ver su rostro en la pantalla, un mal presentimiento se apodera de mí, y me excuso para poder atender la llamada en privado.
"¿Lucía? ¿Qué sucede, pequeña?", pregunto con inquietud, sintiendo cómo mi corazón comienza a latir con fuerza.
Su rostro está bañado en lágrimas, y su voz tiembla al responder. "Hermano... Ha sucedido algo terrible. Tía Mariana... Tía Mariana tuvo un accidente."
Mi mundo se desmorona en ese instante. Siento como si el aire se hubiera escapado de mis pulmones y un nudo asfixiante se apoderara de mi garganta. "¿Qué? ¿Cómo? ¿Ella está bien?", logro articular, luchando por mantener la calma.
Lucía solloza con desesperación. "No, Martín... Tía Mariana está en el hospital, y los médicos dicen que... que sus heridas son muy graves."
Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras las palabras de Lucía se clavan en mi pecho como dagas. Sin pensarlo dos veces, le informo que tomaré el primer vuelo de regreso a casa y me apresuro a salir de la oficina, ignorando las miradas confundidas de mis compañeros.
Durante todo el trayecto al aeropuerto, siento cómo la angustia y el miedo me consumen por completo. ¿Cómo pudo haber pasado esto? ¿Por qué mi tía Mariana? Ella es la persona más fuerte y resiliente que conozco, y ahora se encuentra luchando por su vida.
Mientras espero en la sala de embarque, me siento incapaz de mantener la calma. Llamo a Lucía repetidamente, desesperado por obtener más información sobre el estado de mi tía. Ella intenta tranquilizarme, pero su voz rota por el llanto me transmite toda la gravedad de la situación.
Finalmente, abordo el avión, pero el viaje se me hace eterno. A cada minuto que pasa, me atormentan las peores posibilidades, y ruego a cualquier fuerza superior que mantenga a mi tía Mariana con vida hasta que pueda llegar a su lado.
Cuando por fin piso el aeropuerto de mi ciudad natal, siento como si mis piernas fueran a ceder bajo el peso de la angustia. Lucía me espera con los ojos hinchados de tanto llorar, y al verla, me lanzo a abrazarla con todas mis fuerzas, sintiendo cómo nuestras lágrimas se mezclan.
"¿Cómo está tía Mariana? ¿Qué es lo que pasó?", le pregunto, suplicando que me dé buenas noticias.
Lucía me mira con una expresión de dolor y desconsuelo que me hiela la sangre. "Martín, tía Mariana... Ella... Ella tuvo un accidente de tránsito. Los médicos dicen que su condición es crítica."
Siento como si el mundo a mi alrededor se detuviera. Las palabras de Lucía resuenan en mi cabeza, y mi corazón se estruja ante la idea de perder a la mujer que ha sido mi pilar y mi ancla durante todos estos años.
Sin perder más tiempo, nos dirigimos al hospital, y mientras camino por los pasillos, siento que cada paso me acerca más a una realidad que no estoy preparado para enfrentar. Finalmente, llegamos a la unidad de cuidados intensivos, y una enfermera nos conduce hasta la habitación donde se encuentra mi tía Mariana.
Al verla tendida en esa cama, con múltiples cables y monitores a su alrededor, un nudo se forma en mi garganta y las lágrimas brotan sin control de mis ojos. Lucía se aferra a mi brazo, sollozando en silencio, y juntos nos acercamos a su lado.
Los médicos nos explican con pesar que la situación de mi tía es sumamente delicada. Ella sufrió graves traumatismos a causa del accidente, y su estado de salud se ha deteriorado rápidamente. Nos advierten que las posibilidades de que sobreviva son muy limitadas.
Siento cómo mi mundo se desmorona ante esas palabras. ¿Cómo es posible que esto esté pasando? Mi tía Mariana, esa mujer fuerte e inquebrantable, ¿está a punto de abandonarnos? No puedo aceptarlo, me niego a creerlo.
Con manos temblorosas, tomo la de mi tía entre las mías y me inclino para susurrarle al oído. "Tía Mariana, por favor, no nos dejes. Lucía y yo te necesitamos. Tienes que luchar, tienes que quedarte con nosotros."
Pero ella permanece inmóvil, con los ojos cerrados, ajena a mis súplicas. Lucía se acerca y toma su otra mano, llorando desconsoladamente mientras le implora que se aferre a la vida.
Los minutos se convierten en horas, y la angustia se apodera de nosotros por completo. Nos turnamos para permanecer a su lado, aferrándonos a la esperanza de que ella logrará salir adelante. Pero a medida que pasa el tiempo, esa esperanza se desvanece, reemplazada por una cruda realidad que nos desgarra el alma.
Finalmente, cuando ya no queda más por hacer, los médicos nos reúnen y nos informan con pesar que mi tía Mariana no ha logrado superar sus heridas. Han hecho todo lo posible, pero su cuerpo simplemente no ha podido resistir.
Ante esas palabras, siento cómo si mi corazón se partiera en mil pedazos. Lucía se derrumba en mis brazos, gritando y llorando con una desesperación que me destroza por dentro. Yo intento contener el llanto, pero es inútil. Las lágrimas brotan sin control, y me siento sumergido en un abismo de dolor y pérdida.
Mi tía Mariana, esa mujer que ha sido mi roca, mi guía y mi sostén durante todos estos años, ya no está más. Se ha ido, dejándonos atrás con un vacío que parece imposible de llenar.