En un mundo donde las jerarquías de alfas, omegas y betas determinan el destino de cada individuo, Hwan, un omega atrapado en un torbellino de enfermedad y sufrimiento, se enfrenta a la dura realidad de su existencia. Tras un diagnóstico devastador, su vida se convierte en una lucha constante por sobrevivir mientras su esposo, Sung-min, y su hija, Soo-min, enfrentan el dolor y la incertidumbre que su condición acarrea.
A medida que los años avanzan, Hwan cae en un profundo coma, dejando a su familia en un limbo de angustia. A pesar de los desafíos, Sung-min no se rinde, buscando incansablemente nuevas esperanzas y tratamientos en el extranjero. Sin embargo, la vida tiene planes oscuros, y la familia deberá enfrentar pérdidas irreparables que pondrán a prueba el amor que se tienen.
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Deceit
...Mandarinas y Engaños...
Lee Haeng-un siempre se sintió fuera de lugar.
Las tormentas rugían, los cielos se desplomaron, y en medio de ese caos, se cometió un error fatal:
Dos vidas recién nacidas fueron intercambiadas, y Lee creció en un hogar que nunca fue suyo.
A lo largo de su infancia, miraba a sus padres, ambos con piel bronceada, ojos azules afilados y cabellos castaños. Sus manos eran grandes, sus risas profundas y sus miradas distantes.
Su madre siempre lo miraba con intriga y con desdén..
Mientras tanto, Lee, con su piel pálida, ojos ámbar y cabello rojizo.
Siempre sintió que no pertenecía.....
A los diez años, la verdad salió a la luz en una carta de su abuelo. Un testamento anunciaba que solo los nietos legítimos heredarían, lo que llevó a una inevitable prueba de ADN.
La familia que había conocido lo apartó sin una palabra, sin una lágrima. Abandonado, dejó atrás ese apellido que prometía suerte, pero que solo le trajo vacío.
El tiempo no detuvo su dolor. Ahora, con 25 años, Lee había encontrado refugio en una granja de mandarinas. El aroma cítrico envolvía sus días, cubriendo su verdadera identidad como alfa. Bajo el cielo despejado de la granja, sus pensamientos se enredaban en preguntas sin respuestas, en una vida que no le pertenecía. Pero la rutina de recoger mandarinas y estudiar lo mantenía a flote, o al menos eso creía.
Era una madrugada particularmente fría. Salía del trabajo, la lluvia desbordaba del cielo como si años de tormento reprimido hubieran decidido caer de golpe.
La intensidad del aguacero despertó algo en él; su esencia de alfa se intensificaba, incontrolable. Las mandarinas ya no podían ocultarla más. Aquel día cumplía 26 años, pero no había nada que celebrar. Se dirigió a una tienda de conveniencia, compró una cerveza y unos pulpos secos, con la vaga esperanza de encontrar algún sentido en la noche.
Y entonces lo vio.
Bajo la lluvia torrencial, un hombre de apariencia impecable, casi surreal, estaba allí. Alto, con rasgos delicados y una elegancia que contrastaba con la furia del cielo. En un instante, el extraño lo sujetó con fuerza. La frialdad de sus manos sobre la piel cálida de Lee lo paralizó. Antes de desmayarse en sus brazos, el hombre susurró, con una voz suave pero temblorosa: "Amo las mandarinas."
El tiempo pareció detenerse. El aroma del hombre, una mezcla desconcertante de fresas y mandarinas, llenó el aire. Lee, sin saber qué más hacer, lo llevó a su pequeña habitación.
Mientras cambiaba su ropa empapada, la fragancia del extraño inundaba el espacio, tocando algo profundo en el interior de Lee, algo que había estado vacío durante tanto tiempo. Al observar al hombre dormido, su respiración tranquila, Lee sintió algo inesperado. Aquel desconocido había tocado su corazón.
Quería que esa noche nunca terminara. Como si, en la fragancia de mandarinas y fresas, pudiera hallar respuestas a preguntas que llevaba toda una vida haciéndose.
La mañana siguiente fue diferente. Un golpe fuerte lo despertó.
El ruido resonó en la diminuta habitación, sobresaltándolo......
me encanta la escritura....