Cayleen, una chica dulce, pura y con un corazón muy bueno, se ve obligada a casarse con un príncipe testarudo, narcisista, que la tratará muy mal, pero ella deberá mantener la promesa que su padre le hizo al Rey
NovelToon tiene autorización de Pパオラ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap. 11 Boda!
Pasaron los días de las reglas, las nuevas cosas, y la nueva vida para Cayleen, ella ya se encontraba feliz y agradecía a su padre porque a pesar de no conocer al hombre con él que se iba a casar, en esos días de convivencia con él habían sido los mejores, paseos, detalles, amabilidad, no dejaba ni un segundo de regalarle flores y nunca paraba de decir lo hermosa que era, Felipe se había convertido en el príncipe azul que siempre anhelaba, tanto que ahora sabía y estaba segura de que sería el amor de su vida, esa promesa de su padre con el Rey si se cumpliría y su padre descansaría en paz.
Así llegó el día que todos esperaban, la boda del príncipe con su nueva princesa.
Cada uno se encontraba arreglándose en su habitación, la princesa con las mil manos puestas sobre ella, diseñadoras, maquillistas, etc.; el príncipe por el contrario se arreglaba usando su típico traje de la realeza en su habitación.
—Su alteza, realmente va a casarse?, pensé que no quería hacerlo —dijo Astrid mientras entraba a la habitación.
—Si princesa, pero usted por qué está tan apenada, usted igual seguirá siendo mi amiga por muchos años más, yo no la olvidaré.
—No será igual —decía Astrid mientras lágrimas recorrían por su rostro.
—Princesa, no quiero verla llorar —dijo Felipe limpiando las lágrimas con su pañuelo. Ella no respondió solo dejaba que las suaves manos de Felipe acariciaran su mejilla.
—Usted ha sido mi amiga por muchos años, así que le contaré, no estoy aceptando está boda, dije que acepto casarme, pero no quiero, y el Rey se va arrepentir de haber tomado esta decisión.
Las lágrimas de Astrid corrían más rápido, —Su alteza lo abrazaba fuertemente.
En ese entonces entra la princesa y ve a Felipe consolandola tiernamente.
—Yo... vine a ver si necesitaba algo mencionó Cayleen incómoda.
—Astrid está para ayudarme, preocupese en usted —mencionó el príncipe fríamente.
La respuesta fue incómoda para Cayleen entonces decidió retirarse.
—Alteza, si usted no acepta, el Rey no lo obligará, si se casa, no habrá vuelta atrás. —suplicó Astrid al principe.
—Princesa no me ha entendido, pero no diré nada más, por ahora no me cuestione, la novia ya casi esta lista, así que vámonos —dijo retirándose.
Los invitados esperando en el castillo real, el príncipe se encontraba bajo las gradas, se sentía nervioso y no sabia la razón, pero trataba de centrarse en su malévolo plan, de pronto observaba a la dulce y delicada Cayleen resaltando ella sola aún más que su vestido blanco, lleno de pequeños diamantes y perlas, con una cola larga, sencillo y extravagante a la vez, y a pesar de su tiara tan brillante y reluciente, parecía un ángel caído del cielo, una hada salida de un cuento de hadas, al verla el príncipe se preguntaba como tanta belleza podía ser tan mala, tan ambiciosa y todo lo contrario a lo que su rostro deslumbraba.
—Al salir todos me envidiarán por casarme con tal perfección princesa —dijo el príncipe sonriendo coquetamente, mientras colocaba su brazo en forma de triángulo para que ella se sostuviera, ella solo respondió con una sonrisa.
Se dirigieron en un hermoso carruaje y al salir del gran palacio había mucha, demasiada gente admirándolos, a ella en especial por ser tan hermosa, Cayleen solo sonreía sosteniendo su ramo de tulipanes que ella lo había pedido.
Muy pronto sonaban las campanas y entraban los dos solitarios para nunca soltarse, tatuando las hojas con sus firmas y el viento con sus votos de amor, claro supuesto amor, quién pensaría que era una boda forzada, todos admiraban la felicidad que sobresalía, principalmente el Rey quién agradecía a su amigo por la preciosa hija que había tenido.
Luego de la larga y casi infinita ceremonia, el Rey los felicita y les da los buenos deseos, para que lleven una feliz vida eterna hasta que la muerte los separe, la madre de Cayleen igual, se sentía orgullosa de ella, al saber que el príncipe si la podía hacer feliz por los comentarios de Cayleen, y todos los invitados de igual manera le dieron sus buenos deseos, excepto Astrid que se encontraba llorando.
Todo seguía siendo un sueño para Cayleen, siempre soñó con tener una boda así como en las películas, pero con el hombre que se casara fuera el mejor príncipe azul, que estuvieran locamente enamorados, y aunque el príncipe la trataba muy bien, no estaba enamorado de ella, y ella tampoco de él, pero la esperanza de que iban a terminar enamorándose ahí seguía.
En la celebración que se realizaba en el Palacio en la que se encontraban, príncipes, princesas, reyes, reinas y hasta presidentes de varios lugares, Cayleen prefería observar todas las magnificas flores de distintos colores que bailaban y cantaban en el jardín, que hablar y observar a todos los desconocidos que no paraban de halagar su belleza, mientras respiraba el agradable olor de las flores escuchó una gruesa voz:
—Cayleen verdad? —preguntó besando la mano de la princesa.
—Si, su alteza, respondió Cayleen.
—Quién pensaría, que nuestro mejor príncipe se casaría, y con una pueblerina, pero muy guapa, —dijo aquel príncipe.
—Si vino a halagarme sobre mi belleza le pido que me deje sola. —respondió de mala manera.
—No le gusta que le halaguen? —preguntó frunciendo el ceño.
—Preferiría que me halaguen por mi inteligencia y mi sabiduría y no por algo superficial.
—De todas maneras el que admiren su belleza es un buen halago.
—No dije que fuera malo.
—Soy Enrique princesa. —se presentó soltando una pequeña sonrisa que solo elevaba las comisuras de sus labios y mostrando una falsa reverencia.
—Es amigo del príncipe Felipe? —preguntó ignorando la presentación.
—Amigo dice su alteza?, el príncipe Felipe no tiene amigos no es más que un ególatra, engreído...
—Que crees que haces hablando con un desconocido? —preguntó Felipe muy enojado.
—Vaya vaya, no ha cambiado nada su alteza, así se expresa hacia tal belleza?. —litigaba Enrique sonriendo maliciosamente.
—Es mi mujer ahora, me puedo expresar como yo quiera con ella.—discutió muy grosero.
—Mmh que lástima princesa Cayleen con esta hermosura que tiene, se haya casado con un príncipe como Felipe.
—Mantén esas palabras alejadas de mi esposa, que ella no necesita que le den halagos para eso me tiene a mí, no es cierto cariño?, dijo Felipe agarrando la mano de Cayleen, ella simplemente muy nerviosa, respondió con una sonrisa.
—Cayleen, princesa, si se arrepiente de haberse casado con el príncipe Felipe, puede buscar a un nuevo príncipe, me encantaría estar dispuesto para usted.
Felipe se puso muy furioso, y apretó su puño muy fuerte pronto terminaría dándole un golpe a Enrique y todo se volvería en caos, Cayleen lo detuvo agarrando su mano y mirándolo tiernamente, entonces ella respondió.
—Príncipe Enrique, no se preocupe, no necesitaré a ningún otro príncipe aparte de Felipe y si algún día me arrepiento usted será la última persona que buscaría… —al escuchar Enrique levantó sus cejas y siguió sonriendo le había encantado esa respuesta.
— Huyy, me encanta —sonrió el príncipe Enrique mientras se retiraba agarrándose el mentón con su mano.
Después de eso el príncipe Felipe no dijo nada y se retiró a seguir con los invitados, lo cual fue muy raro para Cayleen, Felipe estaba extraño desde que se encontraba abrazando a Astrid en su habitación.
La ceremonia terminó y los novios se dirigieron a su palacio para concebir su noche de bodas en su habitación nupcial.