Noveno libro de saga colores.
El reino se tambalea con la llegada de la nueva reina proveniente de una tierra desconocida, Sir Levi, ayudante del rey, emprenderá un viaje para hacer un trato con el gobernante, Eudora, la aspirante espía, insistirá en acompañarle, una tentación a la que el sir no podrá resistirse.
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2. Sir Levi
...LEVI:...
— No confío en ti, no ahora — Gruñó el rey.
Me quedé inmóvil, sin moverme de la silla, con mis brazos cruzados.
— ¿Cuándo le hice dudar de mi lealtad?
Permaneció sereno, aunque el rey se veía cada vez más disgustado. No me apetecía lidiar con él, no así, no frente a todos los demás. Los miembros del consejo no aportaban más que comentarios lame suelas, yo era el único con la sinceridad suficiente para tener mi puesto de mano derecha.
— Con tus decisiones a mis espaldas.
Desde que puse un pie en Floris, sabía que la esposa del rey no sería de Hilaria, si no de Polemia, pero el padre del rey Adrian me pidió discreción, si yo hubiese soltado que la prometida era de un trato y de una tierra desconocida, esta discusión se hubiese adelantado y yo no estuviera ejerciendo mi voluntad.
— Solo cumplía con la orden de su padre, Majestad.
— ¡Juraste lealtad a mí, no mi padre y me deshonran, ahora tengo a esa mujer, proveniente de ese reino que no posee nada para hacer tratos, pero que obviamente está interesado en nuestras tierras! — Gruñó el rey, con expresión dura.
— Su padre no hubiese hecho un trato si Polemia no tuviera nada que ofrecer — Me defendí, elevando una ceja, el rey de Hilaria no era tonto — Confíe en las negociaciones de su padre.
— Puede hacer sus propios negocios, pero con Hilaria, este reino es Floris — Señaló el mapa pintado en la mesa, toda esa basta tierra para poseer — Es mi reino, son mis decisiones y si tú lealtad está conmigo, tienes que demostrarlo.
Polemia no era una tierra desconocida para mí, en mi sangre había parte de ella y no podía negarme a ayudarles en su situación, por supuesto que lo hacía con cuidado, tampoco confiaba en el rey de ese lugar, no había vuelto a pisar ese reino desde que era solo un niño.
Entendía al rey Adrian, se le había cuestionado su autoridad.
— Todo tiene un propósito y el enlace con la princesa Freya tendrá tintes positivos.
— ¿Positivos? — Siseó él — ¿Cómo podría una mujer idéntica a mi fallecida esposa tener algo positivo para el reino? ¿Vas a decirme que esto no era parte del plan de ese rey de Polemia? Su sola presencia a traído inquietud al reino.
A él también, pero eso no lo iba a decir en alto.
Esa era la parte que me tenía dudoso ¿Por qué mandar a una princesa tan parecida a la tirana si solo se quería negociar? Fácilmente, hasta un niño podría interpretarlo como una amenaza directa, un claro mensaje de que no se buscaba solo alianzas y negocios.
Guerra ¿Tal vez?
— Esperemos que solo sea una absurda casualidad — Fue mi única defensa.
— Eres un hombre que se ganó muy rápido mi confianza, pero esto no puedo pasarlo por alto — Lo fulminó con la mirada.
— Majestad, si usted me considerara un conspirador y traidor, ya estuviese siendo expulsado de este castillo — Seguí despreocupado — Pero, sabe que soy uno de sus mejores hombres a pesar del mal entendido que se está gestando.
— No seas arrogante, acepto que has hecho las cosas bien anteriormente, lo que te brinda una sola oportunidad para demostrarme tu lealtad a Floris en lugar de Hilaria — Estrechó sus ojos azules — Ya no deseo a mi padre involucrado aquí porque su reino no es este.
Me tensé, el rey Adrian resentido estaba a flote. Siempre tan temperamental, últimamente parecía más irritable, mucho antes de que llegara su prometida estaba así.
Los rechazos lo ponían tan mal.
Lo lamentaba, pero a mí me gustaba amarrar y encadenar, eso a él en cambio le causaba un pánico espantoso.
— Ciertamente que no lo es, pero somos reinos aliados y si ejecutó un trato con Polemia, fue porque lo creyó correcto, así funcionan las alianzas, algo bueno debe tener ese reino helado para que hayan usado a la princesa Freya como primer acercamiento.
— Tú debes saber la razón.
— El rey no me dió detalles sobre esto, jamás supe porque razón cambió los planes sobre su matrimonio.
— No creo en tus palabras, llevas ocultando esto desde hace tres años, desde tu llegada.
— ¿Entonces qué dispone? — Pregunté, cansado de la discusión — Me gusta mi trabajo y mi puesto, no deseo perderlo, tampoco deseo que su confianza en mí siga decayendo, mi función de mano del rey no tiene sentido sin eso.
— Tendrás que ir a Polemia a hablar con el rey de ese reino, averiguar todo sobre sus intenciones y tratar de zafar el trato que haya hecho mi padre, de no poder, considera que tendrás reemplazo al volver.
— Iré, aunque lo último no se si podré llevarlo a cabo, teniendo en cuanta que ya hubo un matrimonio y hasta coronación — Me levanté de mi silla.
— Sir Levi, le aseguro que el pueblo estará más que satisfecho si se despoja del título y se anula el matrimonio — Sugirió el ahora ministro defensa, el viejo general de la guardia real.
— La reina no a demostrado ser incapaz para gobernar, tampoco ha violado ninguna norma — Gruñó la princesa — No se puede hacer algo así si ella no ha hecho nada inadecuado que ponga al reino en riesgo.
— Es por eso que ser miembro del consejo no es para cualquiera — Dije y el general se tensó — Una decisión así no se toma a la ligera.
Sospechaba que era igual al capitán Morfall, solo que no hubo pruebas y su ausencia en la guarnición estuvo justificada.
— Solo fue una sugerencia.
— Tomen en cuenta que la reina tiene que estar presente en las reuniones — Dije y el rey frunció el ceño.
— No voy a arriesgarme a que se robe mi autoridad y empiece a abusar de su poder.
Casi me reí a carcajadas.
— No es la reina Vanessa — Dije y apretó su mandíbula — Sugiero que la deje ejercer su función como gobernante, solo así se podrá comprobar sus intenciones.
— No me haga recordar que sabía esto desde el principio o consideraré no darle una segunda oportunidad.
Su problema con el rencor lo tenía cegado, aunque jamás entendía como una mujer llegó a tal punto de atormentar incluso después de su muerte al rey, al reino y a todo lo que vivió bajo su poder.
El rey tenía una clara desconfianza con las alianzas por matrimonio, precisamente porque fue objeto de una, no hubiese terminado con una loca si su padre no lo hubiera usado como usaron a la princesa Freya.
Debía ponerse en los zapatos de esa princesa con más razón.
No estaba de parte de nadie, pero tal vez se estaba haciendo una tormenta con un simple charco.
— Necesitaré uno de sus barcos, partiré mañana mismo, Polemia está a muchos meses de viaje, todo al norte.
— Te daré un barco y hombres por si necesitas apoyo.
— ¿Cuántos? — Arqueé las cejas.
— Unos veinte.
— No son suficientes para un ejército, pero entiendo, es mejor aparentar llegar en son de paz, deme unas horas para prepararme — Me alejé, caminando hacia la salida.
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Tuve que partir al muelle de la costa, tomé uno de los carruajes, con equipaje y mis armas, salí pese al maldito frío, pero no podía quejarme, no cuando en Polemia el invierno era un infierno de hielo.
Varios carruajes me acompañaban con los hombres que necesitaba.
Seguí escribiendo en mi libreta posibles respuestas del rey de Polemia. Debía prepararme para cualquier reacción de su parte, eso era lo que me hacía tan brillante.
Me preparaba siempre para enfrentarme a cualquier contrincante y con la mejor de mis armas, mi inteligencia.
Tras varios días por tierra, llegué a la costa.
El barco del rey estaba listo gracias a la paloma mensajera, los hombres empezaron a subir las cosas, a terminar de alistar todo para el viaje con los navegantes del rey Adrian.
Su barco era negro, mi color preferido.
Observé las velas desde el muelle, el viento invernal estaba más frenético que mis ganas de partir.
Odiaba perder el tiempo.
— Sir Levi — Dijo alguien detrás de mí.
Me giré.
El abrigo de piel café, la capucha gruesa y una valija de mano, también un vestido de invierno, botas trenzadas de cuero.
Elevó su rostro.
Las miradas distintas que se cruzaban en sus ojos, como si dos almas estuviesen atrapadas dentro de aquel rostro fino y delicado.
Su ojo azul brillaba más que el café.
El cabello trenzado de color plata que se le escapa de la trenza.
Las mejillas y nariz sonrojadas por el frío.
— ¿Qué hace usted aquí? — Siseé, desconfiado por su aparición.
La señorita Eudora fue invitada a la hermandad solo para ser investigada, su padre era un hombre que fue muy buscado en su época, le apodaban el fantasma hace años, porque jamás se le encontraba hasta que actuaba y aunque las muertes supuestamente naturales que sufrieron los deudores del duque Jones no habían sido investigadas si no hasta el juicio donde ella confesó todo, se creyó necesario mantenerla vigilada.
Era sospechosa, siempre supo lo que su padre hacía y nunca hizo nada, no echó de cabeza al duque, tal vez también colaboró en sus muchos actos.
Eso no la hacía confiable.
Ofrecerle un entrenamiento de espía sería lo más adecuado para mantenerla en mira, pero con todo lo que estaba ocurriendo consideré dejar las cosas así, ya no valía la pena escarbar en los crimenes de Jones, tampoco quería que la señorita Eudora estuviera tras las rejas, más cuando había colaborado con la detención del capitán, le pedí a los espías que ya no le dieran más lecciones, que la echaran de la hermandad.
Pero, no contaba que le interesara tanto ser espía.
— Perdone Sir Levi, pero no encontré otro modo.
Usó sus habilidades como cazadora.
Su padre se tomaba el tiempo para seguir a sus víctimas y luego los asesinaba haciendo parecer que era un accidente, eso era lo que hacían los cobradores de deudas.
Ya no quedaban más, Eudora era la única, sabía que no era tan inocente como aparentaba, no se hubiese metido a la casa del capitán para dejarlo inconsciente con una droga.
— ¿Cómo rayos supo que estaría aquí? — Exigí, dándole una mirada severa.
— En el castillo dijo que partiría al día siguiente y es obvio que se iría en barco...
— No dije a donde iría — Corté, estrechando mis ojos.
¿Cuál era su interés?
— Por casualidad fui a visitar a la duquesa Pepper y allí estaba Roquer, él me mencionó que tal vez usted iría a Polemia, solo se puede llegar por barco, le pedí un carruaje y viajé hasta acá — Dijo, enseñando la valija.
— ¿Con qué propósito? — Estreché mis ojos.
Se tensó.
— Quiero que me entrene.
— Ya hablamos de esto, señorita Eudora, después de que regrese de mi viaje volveremos con las lecciones — Gruñí, atento a la rampla del barco.
— ¿Y si no regresa? ¿Y si lo olvida?
— Eso no pasará, no lo olvidaré — Corté, resoplando.
— Lo primero no puede asegurarlo — Retó, elevando una ceja.
— Entonces habrá otro que le enseñe.
— Usted dió su palabra de que me entrenaría como Escucha, debe cumplir y no vine hasta acá por nada.
— Lamento decepcionarle, vino hasta acá por nada — Dije y soltó un gemido — Vuelva a su carruaje.
— Pensé que era más cordial — Siseó, indignada.
— No le pedí que viniera.
Pisoteó el suelo.
— Ya veo que no tiene un sentido de la consideración.
Me reí y frunció el ceño.
— Señorita Eudora, no voy de paseo, voy a Polemia, un reino en caos, no necesito cargar con una mujer, sería una mortificación para mí.
Se indignó más.
— ¿Yo soy una mortificación?
— Soy un hombre responsable, no me gusta tomar decisiones a la ligera que terminen en caos, si usted me acompaña podría pasarle algo y yo no cargaré con semejante peso de conciencia — Señalé el barco — No hay lugar para usted allí.
— Bien.
Me rodeó y empezó a subir por la rampa.
La alcancé y tiré de su brazo.
— ¡Oiga! — Se mantuvo inmóvil, sobre la rampa — ¡Me voy a caer si sigue tirando de mí!
— ¡Retroceda!
Los hombres del barco empezaron a observar desde la cubierta.
Esto era vergonzoso.
— ¡Haga caso, esto no es un juego! — Gruñí, perdiendo la paciencia.
Se resistió, tiró de mí.
La maleta salió volando y terminó en el agua.
La señorita Eudora se quedó con la boca abierta.
Sir Levi: