Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:2
Para su sorpresa, Héctor lo miró fijamente durante unos segundos y luego asintió.
—Explícame.
Elías se lanzó en una apasionada explicación, señalando los detalles y la intención detrás de cada elemento. Por primera vez, Héctor pareció genuinamente interesado, inclinándose hacia la mesa para observar los detalles. Cuando Adrián terminó, Héctor lo miró con una leve sonrisa.
—Tienes potencial.
Esas palabras, sencillas pero significativas, hicieron que Adrián sintiera un calor inexplicable en el pecho.
Esa noche, mientras los dos trabajaban hasta tarde, Héctor dejó escapar un suspiro y cerró su portátil.
—Hace tiempo que no veía a alguien con tanta energía como tú.
Adrián se rió.
—¿Es eso un cumplido? Porque viniendo de ti, suena como un milagro.
Héctor sonrió, algo raro en él.
—No suelo dar cumplidos fácilmente, pero lo mereces.
Hubo un momento de silencio entre ellos, uno que Adrián sintió cargado de algo que no podía nombrar. Decidió arriesgarse.
—¿Por qué siempre pareces tan… cerrado?
Héctor lo miró, sorprendido por la pregunta. Su rostro se endureció un poco, como si estuviera debatiendo si responder. Finalmente, habló.
—Porque no es fácil confiar.
Adrián quiso decir algo más, pero Héctor se levantó y tomó su abrigo.
—Nos vemos mañana. Buen trabajo hoy.
Adrián lo observó irse, sintiendo que acababa de asomarse a una grieta en la armadura de Héctor. Decidido a entenderlo mejor, supo que no se rendiría tan fácilmente.
La semana siguiente, Adrián comenzó a notar pequeños cambios. Héctor pasaba más tiempo en su espacio de trabajo, ofreciendo consejos y escuchando sus ideas. Aunque seguía siendo exigente, había una suavidad en sus interacciones que no estaba allí antes.
Una noche, después de cerrar un importante contrato, Héctor invitó al equipo a un bar cercano para celebrar. Mientras los demás se divertían, Adrián y Héctor se encontraron en un rincón tranquilo.
—No suelo hacer esto —admitió Héctor, mirando su copa.
—¿Celebrar? —preguntó Adrián, con una sonrisa.
—Abrirme a los demás.
Adrián lo miró, sintiendo que este momento era importante.
—Siempre hay una primera vez para todo.
Héctor lo miró fijamente, como si buscara algo en sus ojos.
—Quizá tengas razón.
En ese instante, Adrián supo que estaba empezando a romper los muros de Héctor, pero también entendió que el camino sería largo y lleno de obstáculos.
El ambiente en la oficina era tenso aquella mañana. La agencia estaba en medio de una importante presentación para uno de los clientes más grandes, y todos se movían frenéticamente entre escritorios y reuniones. Adrián había trabajado hasta tarde preparando su parte de la propuesta, pero la falta de sueño comenzaba a pasarle factura.
Cuando finalmente llegó la hora de presentar, Héctor entró en la sala con su porte habitual: impecable, sereno y con una presencia que llenaba el espacio. Adrián, por el contrario, sentía cómo las manos le temblaban mientras colocaba los últimos detalles en la pantalla.
La presentación comenzó sin problemas. Héctor, como de costumbre, tomó la delantera, explicando el concepto general de la campaña con una elocuencia que dejaba a todos fascinados. Cuando llegó el turno de Adrián, respiró hondo y comenzó a hablar, describiendo su propuesta visual con entusiasmo.