En el reino de Altravia, Selene, una princesa atrapada entre el deber y su corazón, se ve obligada a buscar esposo para salvar su linaje. Sin embargo, lo que comienza como un juego de alianzas políticas se complica cuando se enamora de Ascensio, un joven cazador con un secreto oscuro e inconfesable: cada noche de luna llena, una maldición lo transforma en un hombre lobo.
Mientras Selene lucha por descubrir la verdad detrás de los rostros sonrientes de sus pretendientes, Ascensio se enfrenta a su propia naturaleza monstruosa, intentando proteger a la mujer que ama. Pero en las sombras del bosque, fuerzas más oscuras conspiran para desatar una tragedia que podría cambiarlo todo.
Un romance prohibido, intrigas cortesanas y un misterio sobrenatural se entrelazan en esta historia de amor, ambición y redención, donde la luna ilumina tanto los secretos como las verdades más ocultas.
¿Lograrán Selene y Ascensio superar las barreras que los separan, o sucumbirán al peso de sus destinos cruzados?
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Capítulo 2: Sombras
La noche había caído en completo silencio tras el encuentro en el balcón, pero en el corazón de Selene, un caos silencioso la envolvía. Esos ojos… ¿Era realmente Ascensio? ¿Cómo podía ser posible que el hombre al que amaba portara una maldición tan terrible? La princesa permaneció inmóvil en su habitación mientras la luna, aún alta en el cielo, parecía observarla con juicio.
Por otro lado, Ascensio, ahora completamente transformado, había huido de regreso al bosque. Su cuerpo había recuperado parcialmente su forma humana, pero las heridas que la noche dejaba en su mente eran más profundas. Sabía que Selene había reconocido algo en él, y aunque deseaba correr hacia ella y explicarle, temía lo que esa verdad podría significar para ambos.
Mientras el bosque susurraba secretos a través del viento, otra figura emergía entre las sombras. Un hombre alto, de cabello oscuro y ojos brillantes como el azufre, se detuvo frente a Ascensio.
—No estás solo en esto, joven lobo —dijo con una voz profunda que parecía resonar en el aire.
Ascensio retrocedió, sus sentidos todavía alerta por los efectos de la transformación.
—¿Quién eres? —gruñó, sus manos crispadas, listas para defenderse.
El hombre sonrió, mostrando colmillos afilados.
—Soy un amigo… o al menos alguien que entiende lo que estás atravesando. —Se inclinó levemente, con un gesto casi teatral—Me llaman Darius.
Ascensio no confiaba en él. Había aprendido que las criaturas de la noche no regalaban simpatía sin un precio.
—¿Qué quieres de mí?
—Quiero ayudarte. No es fácil llevar esta maldición solo, ¿verdad? Hay otros como tú, Ascensio. Otros que han aprendido a vivir con lo que somos. —Los ojos de Darius brillaron con una intensidad peligrosa —Pero antes de que puedas controlarlo, debes aceptar quién eres realmente.
Ascensio se tensó. No sabía cómo Darius conocía su nombre, pero su tono sugería que sabía mucho más de lo que estaba dispuesto a revelar.
—No necesito tu ayuda —dijo, alejándose con pasos firmes hacia las profundidades del bosque.
—Eso lo veremos —murmuró Darius, antes de desaparecer en la penumbra.
De regreso en el castillo, Selene intentaba aparentar normalidad al día siguiente, pero su mente seguía regresando al encuentro en el balcón. Las palabras de Lord Ceren la acosaban.
—Esa criatura no era natural, princesa. Puede que esté ligada a los bosques o a algo más oscuro. Deberíamos reforzar la seguridad del castillo.
Pero Selene había ordenado que el incidente no fuera discutido. Quería tiempo para entender qué había visto y, más importante, para encontrar a Ascensio. Sin embargo, la corte estaba lejos de permitirle tranquilidad.
Durante el desayuno, el General Rother solicitó una audiencia privada. Selene, aunque recelosa, aceptó.
—Princesa Selene, debo hablar con franqueza. La estabilidad de Altravia depende de su decisión. Un esposo fuerte, con los recursos necesarios, podría ser la clave para enfrentar los desafíos que vienen.
Selene mantuvo su postura erguida, pero en su interior la ira hervía.
—General Rother, agradezco su consejo, pero mi corazón no puede ser gobernado por la política.
—Entonces, permítame ser ese corazón —dijo él, inclinándose. Sus palabras tenían un peso calculado, pero Selene solo veía interés detrás de sus ojos.
Esa misma tarde, Selene escapó de sus obligaciones y salió hacia el bosque, siguiendo un sendero que ella y Ascensio habían recorrido juntos alguna vez. En lo profundo, donde los árboles eran más densos y el aire más frío, lo encontró.
Ascensio estaba sentado junto a un arroyo, con la mirada perdida. Su ropa estaba rota y su cuerpo cubierto de cortes y heridas. Cuando oyó el crujir de las ramas, levantó la vista y sus ojos se encontraron.
—Selene…
Ella corrió hacia él, arrodillándose a su lado.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó, tocando suavemente su rostro.
Ascensio apartó la mirada, incapaz de enfrentarla.
—No deberías estar aquí.
—No me importa. Quiero saber qué está pasando.
Finalmente, Ascensio suspiró y habló. Le contó sobre el ataque del lobo, la transformación y la lucha constante por controlar la bestia dentro de él. No ocultó nada, ni siquiera el miedo de que, algún día, pudiera lastimarla sin querer.
Selene lo escuchó en silencio, y cuando él terminó, tomó su mano.
—No tienes que enfrentar esto solo, Ascensio.
Él la miró, sorprendido.
—¿No me temes?
—Temo por ti, no de ti. —Sus palabras eran firmes, pero había un brillo de preocupación en sus ojos.
Antes de que Ascensio pudiera responder, un aullido rompió el aire. No era un lobo común. Selene sintió el escalofrío antes de verlo en los ojos de Ascensio.
—Debemos irnos —dijo él, poniéndose de pie rápidamente.
Pero no estaban solos. Desde las sombras, varias figuras comenzaron a emerger. Hombres y mujeres con ojos dorados y movimientos felinos rodearon a la pareja. Entre ellos, Darius sonrió con satisfacción.
—Te dije que no estabas solo, Ascensio.